Los trabajadores de la casa-oficina de Rosario Murillo, ubicada en El Carmen, Managua, han sufrido desde hace meses debido a los «sube y baja» del temperamento de la vicedictadora. Los funcionarios sandinistas suponen que estas «inestables» actitudes son provocadas por el estado medicado de la vocera gubernamental.
Una fuente cercana a un grupo de trabajo estatal, dirigido por los hermanos Edmundo, Camila y Luciana Ortega Murillo, comentó que los funcionarios tienen «días grises» cuando «la compañera anda alterada», repartiendo «fuertes regaños» de los que ni sus propios hijos se escapan.
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Murillo tiene acceso directo a la información de quienes trabajan en sus canales de televisión, a través de su hijo y «mano derecha», Edmundo Daniel, quien en 2022 debutó como coordinador de Medios del Poder Ciudadano. En otras ocasiones, la vicedictadora aborda directamente a los subordinados de él o de sus otros hijos.
Las instalaciones de las televisoras de su familia «están físicamente conectadas a su oficina» en El Carmen. La fuente confirmó que la «ira inesperada» con la que habló Murillo el pasado primero de abril fue bajo el clima de los que ellos llaman «días grises».
Estresada y fatigada
El pasado 15 de marzo «las alarmas se encendieron» en la oficina que dirige la portavoz del régimen orteguista y, gracias a esa situación, los colaboradores, ahora cuentan con una explicación sobre los «días de infierno» que han vivido al servicio de Murillo.
Ese día, «la compañera» casi colapsó. En medio de su alocución vespertina, Murillo tergiversó palabras y sufrió un «desvanecimiento» que sorprendió a quienes colaboran con ella durante las transmisiones en vivo. En el incidente, se escucha la voz de una mujer «pidiendo ayuda».
Ni Murillo ni ningún otro funcionario explicó las razones detrás del incidente, lo que dio lugar a muchas especulaciones sobre la salud de la primera dama, que este 2024 cumplirá 73 años.

Quienes conocen a Murillo afirman que es quien dirige el gobierno en el día a día y que a Ortega «le deja las decisiones mayores». Es una mujer que le gusta «estar en todo», y es quien autoriza hasta «las escobas que se compran para el Estado».
«Ella está bajo fatiga y mucho estrés. Todos en la oficina entendemos que la compañera sufre algún desgaste, aunque aquí dentro (en El Carmen) está prohibido hablar del tema», dice otra fuente sandinista, que por temor a la represión pide el anonimato estricto.
Su enojo por abril
Abril no es el mes más querido para el régimen, y menos para Murillo. A la pareja dictatorial le «atormenta» el recuerdo de que en estas fechas, hace seis años, el país entero se levantó en protestas sociales exigiendo su salida del poder.
El régimen orteguista respondió a las quejas del pueblo con simpatizantes armados que dejaron 355 muertos, más de 2 mil heridos, unos mil secuestros desde el 2018 y cerca de 300 mil exiliados, hasta la fecha.
Hoy, Ortega y Murillo son considerados una dictadura que comete crímenes de lesa humanidad, según los informes internacionales presentados por el Grupo de Expertos en Derechos Humanos de las Naciones Unidas (GHREN).
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Está medicada
Otra fuente dice que a Murillo le han prescrito medicación para mantener su estabilidad emocional y física, pero no presenta mejoras «porque se rehúsa a descansar más y delegar responsabilidades». «El problema es que ella no confía en nadie, ni en los hijos», dice el informante.
Una internista de un hospital privado de Managua señaló que es difícil tener certeza de lo que pasó con Murillo durante el incidente de marzo, pero cree que pudo ser producto de «una fatiga». «Es gente que no descansa bien por sus responsabilidades y si hay estrés frecuente, es el resultado», dice la especialista.
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La médica explicó que el soponcio «es una especie de desvanecimiento que está acompañado de mareos». «Se trata de un desmayo momentáneo provocado por varias razones, entre las que figura un disgusto, susto o malestar grandes que sobreviene sin previo aviso. Es común estos episodios en personas con mucha presión laboral o social», señaló.
Otra fuente considera que la vocera gubernamental «debe estar ya bajo un cuidado estricto de muy buenos especialistas». A sus colaboradores no les cabe duda de que así sea, pero el problema es que ellos están bajo el mismo estrés por su mal temperamento, aunque sin el mismo cuidado, ni con los mismos médicos.