Monseñor José Antonio Canales, obispo de la Diócesis de Danlí, ubicada en Honduras, confirmó en una entrevista a la revista Domingo, del diario La Prensa, que el obispo matagalpino Rolando Álvarez Lagos y otros dieciocho religiosos, que fueron desterrados a Roma por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo el 14 de enero de 2024, «no se encuentran bien».
El jerarca hondureño afirmó que no compartió la «alegría» al recibir la noticia de que Álvarez y los otros religiosos fueron liberados de las cárceles del régimen orteguista. «Me decía un sacerdote nicaragüense que los demás reos vivían una experiencia menos dolorosa, porque el rechazo que había de ciertas autoridades en los centros penales donde estaban los sacerdotes, era un desprecio más pronunciado que con el resto de los reos», comentó Canales al medio de comunicación.
Noticia relacionada: Papa Francisco recibirá al obispo Rolando Álvarez y a los otros 18 religiosos desterrados por la dictadura de Nicaragua
El obispo hondureño aseguró que «los sacerdotes eran tratados de una manera más injusta que el resto de los presos, entonces mucha gente, porque sabía lo que estaba pasando, expresó satisfacción de que ellos fueran ‘liberados’».
Canales quien también funge como el secretario general del Secretariado del Episcopado de América Central (Sedac), señaló que «no se puede llamar liberación cuando te lanzan a otro país que no es tu tierra donde naciste, donde creciste, donde fuiste ordenado sacerdote para servir a tu pueblo, entonces no estaba yo contento cuando hubo esta liberación porque incluso yo sé que muchos de ellos no querían salir, aún permaneciendo en la cárcel».
«Yo no estaba eufórico. Todo lo contrario. Había una mezcla de sentimientos porque nadie puede ser feliz cuando supuestamente lo liberan, pero lo lanzan para vivir en una tierra que no es la propia. Eso es un castigo prácticamente que le han dado a estos hermanos sin merecerlo», comentó Canales.
Le pidieron «silencio»
Aunque La Prensa le preguntó si había hablado con monseñor Álvarez u otro de los sacerdotes desterrados, el obispo hondureño afirmó que le habían pedido que «haya silencio» sobre la situación de los religiosos nicaragüenses.
«No voy a revelar nada en ese sentido, respetando alguna solicitud que he tenido con respecto a este tema. Obedezco algunos lineamientos que me han dado y prefiero en este caso no emitir comentarios sobre mi comunicación con ellos», declaró.
Sin embargo, Canales enfatizó que los obispos «no se encuentran bien, porque nadie puede estar bien en una tierra extraña cuando no ha sido por su voluntad llevado allá». «No están bien y el sufrimiento continúa para muchos de ellos», reiteró el líder religioso.
De igual manera, el jerarca aseguró que no tiene información sobre el supuesto diálogo que se desarrolló entre el gobierno sandinista y el Vaticano sobre la liberación del obispo Álvarez y el resto de clérigos. «Ninguna autoridad de la Santa Sede me ha informado de este tipo de acuerdo o de negociaciones, pero van a ser quizás negociaciones muy amargas porque es difícil sentarse a conversar con personas que han causado tanto daño».
«La Iglesia ha tenido que lidiar por 20 siglos con gobiernos dictatoriales. La verdad es que Nicaragua no es la primera y la Iglesia tiene esta larga historia de lidiar con países y gobiernos que han puesto la intolerancia sobre todo. Pero sí han de ser diálogos muy difíciles porque el Estado de Nicaragua, el actual gobierno mejor dicho, ha dado golpes muy fuertes a la Iglesia en su estructura, en su recurso sacerdotal», dijo Canales en la entrevista.
Respeto a la postura de la Iglesia nica
Desde su papel como secretario general de la Sedac, el religioso hondureño manifestó que el resto de conferencias centroamericanas «hemos sido muy respetuosas de lo que la Conferencia Episcopal de Nicaragua nos dice» .
Canales enfatizó que «cuando la Conferencia Episcopal nicaragüense nos pida algo, estaremos ahí listos para apoyarla, pero respetamos que es su territorio. Los obispos allá están viviendo una realidad que no vivimos en el resto de los países de Centroamérica, por lo tanto, tenemos que ser respetuosos y esperar a que la Conferencia Episcopal de Nicaragua nos pida alguna acción, e incluso alguna omisión».
El obispo agregó que «estamos a la expectativa siempre y ellos saben que son nuestros hermanos y que estamos atentos a que ellos soliciten nuestra ayuda».
Noticia relacionada: Voz de sacerdotes en el exilio es «fuente de valentía, resistencia y aliento» para Nicaragua, dicen religiosos «clandestinos»
De igual manera, Canales destacó que la institución católica de Nicaragua «agradece mucho nuestros gestos fraternos que nos decimos en las reuniones, en algunos momentos de comunicación. Seguimos orando por ellos. No hay misa en la Diócesis de Danlí, sobre todo en la Catedral donde no tengamos una oración especial por la Iglesia que sufre en Nicaragua».
Además, el religioso dijo que «por ahora, ellos agradecen mucho nuestras oraciones, la cercanía fraterna y ahí vamos viendo de qué manera las cosas pueden tomar un rumbo más positivo del que tienen ahora».
El destierro a los religiosos
Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí; monseñor Isidoro Mora, obispo de Siuna, Costa Caribe Norte; y otros 15 sacerdotes y dos seminaristas fueron liberados y exiliados a Roma por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el pasado 14 de enero.
El primer obispo que apareció en la lista de desterrados fue monseñor Álvarez quien estuvo encarcelado por más de 500 días por supuesta «traición a la patria» y «ciberdelitos». Junto a él, estaba el obispo Mora, detenido por la Policía orteguista a causa de mantener en sus oraciones al jerarca matagalpino.
Posteriormente, se mencionó que fueron enviados el padre Óscar Escoto, vicario general de la Diócesis de Matagalpa, y el presbítero Jader Guido, tercer vicario de la catedral de Matagalpa. Ambos religiosos fueron liberados por el régimen, sin embargo, estaban bajo el sistema de «casa por cárcel» en la Curia Episcopal de Matagalpa.
Después, el Estado especificó que uno de los que salió, con destino a la Santa Sede, fue el padre Pablo Villafranca, párroco de la iglesia de Nuestro Señor de Veracruz, en Nindirí; el sacerdote Carlos Avilés, vicario general de la Arquidiócesis de Managua; el padre Héctor Treminio, párroco de la Iglesia Santo Cristo de Esquipulas; el sacerdote Marco Díaz, padre de la parroquia Santo Tomás Apóstol, del Puerto de Corinto; el sacerdote Fernando Calero, párroco de Nuestra Señora de Fátima, Rancho Grande.
A su vez, fue desterrado el padre Silvio Fonseca, párroco de la iglesia Santa Faz y vicario de Familia y Vida de la Arquidiócesis de Managua; el sacerdote Mykel Monterrey, sacerdote de la parroquia Nuestra Señora de Candelaria; el padre Raúl Zamora, párroco del templo religioso Divina Misericordia, el sacerdote Miguel Mántica, párroco de la iglesia San Francisco de Asís.
Los últimos sacerdotes que completan la lista son el padre Jader Hernández, párroco de la Iglesia Madre del Divino Pastor; Gerardo Rodríguez, párroco de la iglesia de Purísima Concepción; Ismael Serrano, párroco de la iglesia San Miguel Arcángel de la Arquidiócesis de Managua y, por último, el padre José Sandino, párroco de la iglesia Nuestra Señora de los Dolores en Santa María de Pantasma.
Por último, estaban los dos seminaristas Tony Palacios y Alester Sáenz, quienes acompañaban a monseñor Isidoro del Carmen Mora cuando fue detenido.