El obispo auxiliar de Managua en el exilio, monseñor Silvio José Báez, expresó directamente su desacuerdo con los tiranos que tildan de «bendiciones» a sus acciones que atentan contra los derechos humanos fundamentales.
Durante la homilía de este domingo, 29 de octubre, el líder religioso predicó que no se puede amar a Dios sin servir, perdonar y ayudar a nuestros hermanos y hermanas. «Si alguno dice: yo amo a Dios, y a la vez odia a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve». (1 Jn 4,19-20). Añadió también que «ninguna experiencia religiosa es auténtica si ignora al prójimo. Vivimos engañados y somos más fariseos que cristianos si pensamos que conocemos y amamos a Dios y vivimos de espaldas a los demás, sin tenderles la mano».
De igual manera, el obispo remarcó que los dictadores «dicen amar a Dios mientras ellos mismos ocupan su lugar creyéndose dioses, se enriquecen a costa de los pobres, irrespetan los derechos de las personas y oprimen a sus pueblos. Ese ‘dios’ del que hablan los dictadores no es el Dios verdadero, a quien no se le puede amar si no se ama y se respeta a los demás». Y para sostener su idea, citó las palabras dichas por el papa Francisco en la eucaristía de clausura del Sínodo: «Quienes explotan a los pobres y oprimen a los pueblos, no solo no conocen a Dios sino que, como dijo hoy el Papa Francisco, ‘cometen un gran pecado… corroen la fraternidad y devastan la sociedad’».
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Aunque el obispo auxiliar de Managua mencionó que podía sonar algo gastado hablar del amor, «para Jesús saber amar es lo único necesario y la única cosa que importante es: amar a Dios y al prójimo». Agregó que detrás de tantas insatisfacciones y depresiones que las personas padecen, hay grandes vacíos de amor. La causa de las relaciones problemáticas, los disgustos y separaciones en la familia y el abandono de las personas enfermas y ancianas hay una escandalosa ausencia del amor a Dios y al prójimo.
La invitación del religioso fue empezar un compromiso histórico y una intimidad con Dios, para lograr el objetivo de construir una sociedad democrática y sin represión. «Vivimos en un mundo martirizado por la guerra, herido por el drama migratorio de tantas personas y familias y afligido por el flagelo de la injusticia y de la pobreza, el desamor es el único pecado que vuelve desierta la tierra e impensable el futuro».
Recalcó que «el amor está lleno de pequeños gestos de cuidado y se expresa en relaciones íntimas y cercanas, pero tiene también una dimensión civil y política que se manifiesta en todos los esfuerzos por construir un mundo mejor, en el que se respete la dignidad y los derechos de todas las personas». (cf. Fratelli Tutti, 181).
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Finalizó su prédica, realizada desde la iglesia Santa Agatha, en Miami, manifestando que amar no es un sentimiento, sino un acto de la libertad que decide buscar siempre y a toda costa el bien de la persona amada. Cerrarnos al amor es comenzar a morir lentamente, porque como nos enseña San Juan de la Cruz: «en fin, para este fin de amor fuimos creados».
La dictadura Ortega y Murillo no ha puesto en práctica los principios católicos de amar, perdonar y servir al prójimo. Desde febrero de este año hasta la fecha ha desterrado a más de 300 nicaragüenses, contando a 12 sacerdotes desterrados la semana pasada a Roma, y mantiene en la cárcel a más de 70 reos de conciencia, incluyendo al obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, quien se ha negado a ser desterrado.