Decenas de devotos celebraron este miércoles, 20 de septiembre, la tradicional bajada de San Jerónimo, patrono de la ciudad de Masaya, que por segundo año consecutivo el régimen de Daniel Ortega ordena que no salga del templo, como una medida represiva en contra de la Iglesia católica.
Semanas antes de la celebración religiosa, las autoridades de la parroquia San Jerónimo habían informado, a través de su página oficial en la red social de Facebook que, al igual que los últimos cuatro años, no se realizará la tradicional pedida de licencia para celebrar sus fiestas patronales.
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La homilía fue presidida por el padre Boanerges Carballo Madrigal, vicario episcopal de pastoral de la Arquidiócesis de Managua, que, sin aludir las prohibiciones de las actividades religiosas por parte de la dictadura orteguista, dijo que la cofradía de San Jerónimo «ha preparado con creatividad» las festividades de este año.
«(…) Todos comprendemos que las festividades patronales de una parroquia siempre implican muchas cosas, y en este tiempo implica, también, mucha creatividad para que podamos aprovechar estos espacios de mayor oración, reflexión y contemplación de nuestra vida cristiana», agregó el religioso.
Por su parte, la secretaría de la cofradía de San Jerónimo dijo que «como fieles devotos» no pierden la fe de «que pronto, en la ruta de diálogo fraterno, pronto podemos cargar en hombros la montaña de Tata Chombo».
El régimen de Nicaragua dispuso a agentes policiales para cercar las inmediaciones el templo religioso, sin embargo, fuentes afirmaron a este medio de comunicación que la presencia policial fue menor que la del año pasado.
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Se espera, según informó el sacerdote Boanerges Carballo, que para el 30 de septiembre, durante la subida del patrono de los masayas, se cuente con la participación del cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, quien ayer martes presidió la misa en la bajada de San Miguel Arcángel, que fue fuertemente asediada por la Policía orteguista.
Masaya es una de las ciudades de Nicaragua que más ha sido atacada por parte del régimen de Daniel Ortega, sin embargo, pese a la represión, el cerco policial y las amenazas, sus pobladores no dejan sus tradiciones y abarrotan los templos cuando hay que celebrar sus actividades religiosas.