El presidente de Chile, el izquierdista Gabriel Boric, trató de “dictador” a su par nicaragüense, Daniel Ortega -quien lo llamó “pinochetito”-, y consideró “un insulto” que haya acusado a la policía chilena de “asesinar al pueblo”.
“El dictador Ortega insultó a la institución de Carabineros de Chile”, dijo Boric en la inauguración de una comisaría de la policía en Santiago.
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Al mismo tiempo, anunció que su gobierno elevó una “nota de protesta diplomática” ante el representante nicaragüense en la capital chilena. “La reputación de nuestras instituciones se defiende nacional e internacionalmente”, afirmó el presidente chileno.
Los dos países mantienen relaciones a nivel de encargados de negocios. Boric y Ortega se han enfrentado este año por la represión y el exilio forzado de opositores en Nicaragua, entre ellos la poeta Gioconda Belli, a quienes el gobierno despojó de su nacionalidad, así como de sus bienes.
El 12 de septiembre, Ortega, en un discurso por los 44 años de la Policía de Nicaragua, se refirió a los carabineros chilenos como un cuerpo formado para “el asesinato masivo, (…) para asesinar al pueblo”.
La vicedictadora de Nicaragua, Rosario Murillo, reaccionó con odio contra los sacerdotes católicos acusándolos, sin mostrar pruebas, de asesinos, sacrílegos y agentes del imperio, luego que el pasado domingo durante su homilía el obispo auxiliar de Managua en el exilio, monseñor Silvio Báez, invitara a la propia Murillo, a su esposo, el dictador Daniel Ortega, a los “militares altaneros” y la “Policía que reprime al pueblo”, a que se arrepientan de sus pecados y vuelvan a Dios.
Murillo reaccionó con su acostumbrado discurso de odio cargado de epítetos y acusaciones de las que nunca aporta pruebas, pero haciendo claras alusiones que se refiere a los jerarcas católicos.
El obispo Báez, refiriéndose a los dictadores de Nicaragua, dijo: “¡Reconozcan sus graves delitos contra la vida y la justicia, respeten los derechos humanos, no priven al pueblo de sus libertades, liberen a los presos políticos, no atenten contra la educación y la cultura del pueblo, cesen en su criminal intento por destruir a la Iglesia, bájense de sus tronos de barro y permitan que la gente decida su futuro y construya su historia!”, al tiempo que les pidió que vuelvan a Dios.
Murillo, en su intervención diaria a través de sus medios de propaganda oficialista, contestó acusando a los sacerdotes de haber impuesto en Nicaragua lo que la dictadura llama “tranques de la muerte” para luego tildar a los religiosos como “los perversos, los diabólicos…”.
“¿Quién mandaba a tocar las campanas…? Ahora se pronuncian, sacrílegamente, porque el que manda a matar es sacrilegio lo que está, de verdad, haciendo. Es sacrilegio lo que comete. Sin embargo, ya sabemos que esos son los protegidos, los preferidos de los imperios, para su desgracia, porque son criminales de lesa humanidad”, vociferó la la vicedictadora, a quien se le atribuye la frase «vamos con todo», que significó la orden dada a policías, militares y paramilitares de disparar a matar contra los manifestantes desarmados en abril de 2018.