El presidente electo de Guatemala, Bernardo Arevalo, ha sido claro y directo al referirse al régimen de Managua: «Nicaragua es una dictadura, no tenemos otra palabra, eso es lo que es», dijo en una entrevista horas antes de ser electo, sin embargo, pese a su diáfana posición ante los dictadores nicaragüenses, Ortega y Murillo le enviaron nota de felicitación por su elección y de paso le coquetean poniéndose a la orden para trabajar juntos «por la paz».
Arévalo ha prometido una guerra abierta contra la corrupción en su país y ha tomado una posición contraria a los regímenes autoritarios, especialmente contra la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Durante una entrevista con el medio de comunicación Contracorriente, de Honduras, poco tiempo antes de ganar las elecciones en su país, dijo que no hay otra forma de ver al régimen de Managua más que como «una dictadura».
Los tiranos Ortega y Murillo, pese a conocer la posición crítica de Arévalo contra ellos no dejaron pasar la oportunidad en el protocolo del saludo con motivo de la elección para hacerle un guiño al nuevo mandatario chapín.
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«En esta Centroamérica donde la unión siempre debe continuar procurando la fuerza, deseamos tenga usted éxitos en sus propósitos, y como gobierno y pueblo solidarios, en estos tiempos de elevada complejidad para la comunidad humana, esperamos trabajar juntos por la paz y el derecho al bienestar de todas las familias de nuestra región», le dicen los gobernantes de Nicaragua, tratando de rebuscar una relación al menos sin tirantez en el seno del Sistema de Integración Centroamericano (SICA).
Arévalo, sin embargo, ha dicho que desde la Presidencia de su país va a trabajar por la democracia en la región y específicamente por el regreso de la democracia en Nicaragua, a cuyos gobernantes les ha llamado «cuasi monarquía» y le ha criticado fuertemente la represión contra el pueblo de nicaragüense.
Defenderá la democracia en la región
Arévalo ha dicho también que en su política exterior defenderá los «principios democráticos que defendemos en nuestra política doméstica», de tal manera que los dictadores Ortega y Murillo no tendrían mucha esperanza de sentarse a la mesa con el nuevo mandatario guatemalteco.
En una entrevista con el medio de comunicación La Voz de América, el mandatario que tomará posesión de su cargo el próximo mes de enero, expresó que va a «buscar formas de fomentar el desarrollo de la democracia, y el retorno a la democracia en lugares donde ésta se ha vulnerado».
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Recordó que, «como partido político, ya hemos fijado una posición crítica al gobierno nicaragüense por las medidas autoritarias que ha venido tomando de manera que, a partir de ahí, vamos a buscar una forma de relacionamiento en donde podamos ayudar a que la democracia regrese a Nicaragua», sostuvo el mandatario electo en su entrevista con la Voz de América.
En esa línea, un exdiplomático nicaragüense que habló con Artículo 66 pidiendo mantener su identidad en reserva, refirió que, en Guatemala, tras la elección de Arévalo, se empieza a vivir una «auténtica revolución democrática. Una primavera, como el mismo Arevalo la ha bautizado», y eso es «un aliento para los pueblos del resto de la región que enfrentan regímenes autoritarios e incluso totalitarios como en Nicaragua».
El exembajador analiza que, con Guatemala encaminada hacia el fortalecimiento de su democracia, se abre un nuevo horizonte en el que es más factible para que «la primavera guatemalteca» irradie a toda la región.
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El saludo del lunes de Ortega y Murillo al presidente electo guatemalteco es visto por algunos analistas como un intento de acercamiento con Arévalo y por ello optaron por ignorar los duros señalamientos que ha hecho el guatemalteco, pese a que Murillo acostumbra reaccionar con virulencia a las críticas internacionales.
«Saludamos su victoria electoral de ayer domingo, deseándole fortaleza para enfrentar los desafíos que usted ha delineado para esa querida y fraternal Guatemala», dicen Ortega y Murillo, haciendo como que no han escuchado las fuertes críticas de Arévalo. A ver cuánto dura la cortesía y sale Murillo con sus notas de Cancillería cargadas de insultos.