El régimen de Daniel Ortega se hizo del control del Poder Electoral desde antes de llegar a la Presidencia en 2007. Con su pacto en 2002 con Arnoldo Alemán, el entonces presidente del país, se repartieron los poderes del Estado e impusieron el bipartidismo.
El pacto bajó el techo para ganar la Presidencia con 35 % de los votos válidos, el dígito histórico del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Ortega dividió a la oposición y logró el 38 % de los votos en 2006. Llegó a la Presidencia en 2007 e inició el declive democrático, proceso que se aceleró a partir de 2018.
Informes de organismos internacionales y locales, que han observado las votaciones nacionales, municipales y regionales, señalan que el sistema electoral nicaragüense necesita reformas urgentes para garantizar transparencia en los resultados.
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Además, opositores han denunciado fraudes electorales desde las municipales de 2008. Las elecciones presidenciales de 2021 fueron desconocidas por más de 40 países, entre ellos Estados Unidos y los 27 Estados de la Unión Europea. Otros foros también rechazaron dichos comicios.
La ilegitimidad del régimen
Olga Valle, directora del observatorio independiente Urnas Abiertas, dijo a Artículo 66 que las últimas dos elecciones carecieron de legitimidad porque los elementos que garantizan la integridad electoral fueron conculcados de manera sistemática. «Lo que vimos no representa la voluntad popular. Por el contrario, fue un proceso hecho a la medida del régimen autoritario», afirmó.
Argumentó que la autoridad electoral estaba totalmente cooptada, hubo uso ilegal de recursos públicos, se hizo un manejo excluyente del padrón electoral, no se garantizó la observación electoral independiente y el proceso se realizó bajo un completo estado policial y cierre del espacio cívico. «Todos estos factores que eliminan la posibilidad de que la ciudadanía participe de los asuntos públicos de la nación», aseguró.
La abstención ciudadana sobrepasó el 80 %, un registro sin precedentes que aumentó respecto a las votaciones nacionales donde Ortega se recetó cinco años más en la silla presidencial del país centroamericano.
Estado totalitario
Héctor Mairena, integrante del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (Unab), coincide con Valle en que en el país se ha consolidado un «Estado totalitario» tras las elecciones municipales de 2022, donde el régimen se hizo con el control absoluto de las 153 alcaldías de todo el país.
«Daniel Ortega ha establecido una dictadura totalitaria, hace uso total e integral de las instituciones del Estado para reprimir y apuntalar su proyecto tiránico, dinástico. Eso ha llevado que, además de los fraudes electorales, Ortega ha desmontado totalmente la institucionalidad democrática, y eso es un proceso que se aceleró en los últimos cinco años, pero lo empezó a hacer desde 2007», manifestó Mairena.
«Los gobiernos locales fueron el último escalón para garantizar la vigilancia barrio a barrio sobre la ciudadanía. Con esta última estocada a la democracia representativa, se alcanza el control absoluto y autoritario sobre las dimensiones sociales, políticas, culturales y religiosas del país», añade Valle.
La directora de Urnas Abiertas explicó que un factor que no debe de perderse de vista es que el régimen busca mantener el poder político, esto para seguir ejerciendo la represión, pero sobre todo para seguir manejando de manera opaca los recursos públicos.
«Es a través del manejo opaco y la apropiación indebida de los recursos públicos que garantiza la lealtad de los operadores políticos que ha colocado en las diferentes instituciones y alcaldías», analiza.
Estados Unidos, mediante un informe sobre las prácticas de derechos humanos a nivel mundial en 2022, denunció en Nicaragua el oficialismo consolidó su poder en las elecciones municipales de noviembre 2022, en las que la mayoría de los votantes optó por no participar y el régimen se adjudicó los 153 municipios del país.
Sistema de partido único
Mairena advierte que en Nicaragua se ha instalado un sistema de partido único porque Ortega ha «destruido» la competitividad electoral y ha aniquilado el sistema democrático.
«Hay similitudes con Corea del Norte y Cuba, con los sistemas tiránicos y dictatoriales que ahí funcionan. Sin embargo hay que señalar que eso es difícil, imposible diría yo, que se establezca de manera definitiva en Nicaragua», dijo.
«Hay varias razones económicas, las principales relaciones comerciales de Nicaragua son con la Unión Europea, Estados Unidos; hay intereses geopolíticos, etcétera. Pero no podemos subestimar las intenciones del orteguismo en esa dirección», agregó.
«Ruta suicida»
En este camino de aislamiento internacional, el régimen Ortega ha desoído los llamados que ha hecho la comunidad internacional desde hace más de cinco años. La comunidad internacional ha llamado al respeto de los derechos humanos, elecciones libres y transparentes y que se abra en Nicaragua un proceso de transición pacífica.
«Ortega actúa en una dirección completamente contraria a estas demandas que no son solamente de la comunidad internacional, sino de la absoluta mayoría de la ciudadanía nicaragüense», refirió.
«Ortega se ha alineado con Rusia, China e Irán, lo que yo podría llamar la ruta suicida, cavar hacia abajo porque se sabe repudiado, rechazado, entonces busca como guarecerse (ponerse) estableciendo alianzas con estos países. Es un proyecto peligroso, ha destruido la democracia en Nicaragua y no tiene ninguna posibilidad de establecer», concluyó.