La activista y excarcelada política Tamara Dávila, logró reencontrarse con su hija este jueves seis de abril en horas de la noche, después de casi dos meses de que el régimen de Ortega y Murillo decidiera desterrarla a Estados Unidos y despojarla de su nacionalidad.
«El día de hoy jueves, 06 de abril, a las 8pm, finalmente pude reencontrarme con mi hija en libertad, después de un año y 8 meses de estar separadas. Agradezco profundamente al gobierno y pueblo de Estados Unidos por facilitar este reunificación, que espero pronto llegue para todas las familias de personas excarceladas políticas», expresó Dávila al reencontrarse con su hija.
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La defensora de derechos humanos también agradeció la compañía, la solidaridad y el cariño de las personas que han luchado por la libertad y la reunificación familiar.
A través redes sociales circularon imágenes del emotivo encuentro, en las que se mira a la excarcelada política llorando de felicidad por abrazar a su pequeña hija luego de todo el tiempo de separación forzosa.
Recientemente Dávila expresó ante los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) que «en Nicaragua el terror continúa; 10 de cada 100 nicaragüenses ha huido del país en los últimos cinco años; hay más de 37 personas presas políticas, entre ellas el obispo Rolando Álvarez. Sufren torturas psicológicas y físicas diariamente. No podemos olvidarlas. Martin Luther King dijo que “la injusticia en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes”. Esto incumbe entonces a la comunidad internacional y particularmente a las Américas».
Dávila presentó su testimonio del encierro y el destierro al que ha sido sometida, durante una sesión del Consejo Permanente de la OEA en la silla del embajador de Chile. Una situación similar vivió Nicaragua en 1974, cuando el país era desangrado por la otra dictadura, la de los Somoza. En aquella ocasión, el sacerdote Miguel de Escoto (q.e.p.d) acudió ante la OEA para denunciar al somocismo, en silla prestada por Panamá.
Agregó que durante su detención temía por su vida para luego ser separada de su hija y no verla durante 14 meses. «Imaginen a una niña de 5 años que presencia el asalto violento de su casa, el lugar que debía ser el más seguro para ella. Personas armadas que registran todo, que se llevan sus cuentos, su diario de nacimiento, su música y que además se llevan a su mamá. Ella le preguntaba constantemente a su abuela “¿Abu mi mamá está muerta? ¿Por eso no puedo verla?” Ese horror lo vivieron decenas de niñas, niños y familias en Nicaragua», lamentó Dávila en un relato que conmovió a los embajadores que la escuchaban.