El cronista deportivo y preso político Miguel Mendoza arriba este jueves, tres de noviembre, a 500 días de detención arbitraria en la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), conocida como «El Nuevo Chipote», en Managua.
El reo de conciencia lleva 46 días en huelga de hambre para que el régimen de Nicaragua le permita reencontrarse con su hija Alejandra, de ocho años, a quien no ve desde el 21 de junio de 2021, cuando fue secuestrado por la Policía.
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Ante la negativa de la justicia orteguista para que el periodista vea a la menor, su familia continúa exigiendo que no se le siga negando el derecho. «—Miguel Mendoza— te han privado de todos tus derechos y no solo te han torturado psicológicamente a vos, sino también a tu hija Alejandra», expresaron sus familiares a través de la cuenta de Facebook del cronista deportivo.
Remarcaron que durante el cautiverio en «El Nuevo Chipote» la dictadura no le ha permitido a Mendoza «ni siquiera enviar un dibujo. El daño emocional que están provocando es cruel e inhumano».
En la publicación en redes sociales, los familiares del reo político adjuntaron una imagen con la demanda que durante meses ha sostenido la menor para que se le permita poderlo visitar. «Papi, necesito verte. Te amo», destacaron.
El periodista y crítico del gobierno de Daniel Ortega fue declarado culpable por los delitos de conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas. Las «pruebas» fueron las publicaciones en su cuenta de Twitter. La justicia orteguista lo condenó a nueve años de cárcel.
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Durante su encierro, Miguel Mendoza ha perdido más de 30 libras de peso y cuando fue presentado en los juzgados de Managua se notó delgado. Sus familiares han denunciado que padece varias enfermedades que no son atendidas por un médico especialista, situación que se repite con todos los detenidos en las celdas de la dictadura de Nicaragua.
Hace más de dos meses fue la última visita que la dictadura permitió a los familiares de Miguel Mendoza, por lo que temen por las repercusiones en su estado físico. Su compañera de vida, Margin Pozo, concluyó demandado que «que hayan visitas y que Alejandra pueda ingresar. Es una niña y tiene derechos».