Cristopher Mendoza, familiar del preso político Miguel Mendoza e integrante de Periodistas y Comunicadores Independientes (PCIN), presentó un retrato hablado digital del reo de conciencia que está detenido en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), conocidas como «El Nuevo Chipote».
El periodista y cronista deportivo lleva más de 14 meses en cautiverio sin poder ver y comunicarse con su hija de ocho años. Mendoza se ve muy delgado, con ojeras y sus familiares han explicado que su salud está empeorando por todos los meses que ha pasado encerrado en las cárceles de la dictadura de Nicaragua. Mendoza padece de ácido úrico, hipertensión y diabetes.
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Pedro Vaca, relator especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), aseguró que Miguel es un ejemplo de valentía, de personas que por alzar su voz contra las violaciones a los derechos humanos los ha llevado a pagar un costo altísimo del encierro y negar a la población de ser informada.
«Queremos ver a Miguel Mendoza y verlo en libertad», demandó el funcionario de la CIDH. Dijo que el régimen de incomunicación y aislamiento, al que es sometido Miguel Mendoza, es reprochable. Resaltó la tortura a la que son sometidos también los familiares de presos políticos que son avisados con pocas horas de antelación para las visitas ante la negación de un calendario regular para los encuentros con sus parientes.
Destacó que los presos políticos han sufrido un deterioro de su salud por las condiciones en las que los mantiene la dictadura de Ortega y Murillo en las celdas de El Chipote. Demandó que Mendoza y todas las personas presas políticas sean puestas en libertad prontamente.
Vilma Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), destacó que en Nicaragua se han violado los derechos humanos de toda la población, incluida la libertad de expresión que ejerce la ciudadanía, medios de comunicación y el gremio periodístico independiente. Mendoza, según Núñez, está en un «centro de tortura». «Una persona que está en ese encierro, aislado, necesita comunicarse. Para Miguel, estar preso, es una doble violación a sus derechos porque él necesita expresarse», explicó la presidenta del organismo.
Erika Guevara Rosas, directora para las América de Amnistía Internacional (AI), manifestó que la labor informativa de los periodistas ha puesto en riesgo su vida e integridad física. «Miguel Mendoza es un ejemplo lamentable y devastador de las víctimas de violaciones de derechos humanos. Los presos políticos han sido expuestos a torturas», señaló. Indicó que ha habido un uso abusivo del Poder Judicial en Nicaragua por parte de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Guevara Rosas subrayó que Mendoza ha sido impedido de ver y comunicarse con su hija por una política de represión del régimen orteguista contra las personas presas políticas. «No podemos rendirnos en esta exigencia de libertad por todas las personas presas por motivos políticos», añadió.
El periodista fue capturado el 24 de junio de 2021, en medio de una ola de arrestos contra líderes opositores y críticos del Gobierno, en el contexto de las elecciones de noviembre pasado en las que Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, fueron reelegidos con siete de sus rivales en prisión y dos en el exilio. Mendoza fue declarado culpable por delitos de conspiración para el menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas. Lo condenaron a nueve años de cárcel.
Sus familiares continúan denunciando que a Mendoza «siguen negándole el derecho a ver a su hija de 8 años, cumplió 14 meses de no abrazarla. Cuando se le preguntó a la persona que llamó para informar sobre la visita, alegó de forma grosera que “sin la orden de un juez” no podía ingresar. Cabe mencionar, que el abogado de Miguel ha hecho llegar, de forma legal, 11 solicitudes y hasta la fecha ninguna ha tenido respuesta».
Actualmente, la familia de Mendoza mantiene una campaña que mediante cartas escritas por la hija del reo de conciencia solicita que el régimen le permita ver a su papá con quien no tiene contacto desde su detención. «Soy una niña de 8 años, que espera a su padre todos los días, que despierta con la esperanza de abrazarlo nuevamente, y que necesita estar cerca de él», expresa uno de los escritos de la menor.