Tras conocerse el secuestro de monseñor Rolando Álvarez Lagos, que estaba retenido en la Curia Episcopal de la Diócesis de Matagalpa, la parroquia Santa Lucía, en Ciudad Darío, Matagalpa, sonó la campanas en señal de alerta ante la embestida de la dictadura contra uno de sus obispos y para resguardar a su párroco Sebastián López.
«SOS. Al sonar de las campanas de la iglesia de la Parroquia Santa Lucía, Darío, la madrugada de este viernes (19 de agosto) el pueblo se acerca para resguardar la seguridad de nuestro párroco ahora que con angustia recibimos la noticia de que la Policía ingresó a la Curia Episcopal de la Diócesis de Matagalpa», publicó en su cuenta de Facebook la iglesia de Santa Lucía.
La parroquia alertó de la situación de monseñor Álvarez y acuerparon a su sacerdote que ya ha sido víctima de la dictadura de la Daniel Ortega y Rosario Murillo. El religioso Sebastián López fue impedido de realizar una misa con la presencia de los fieles en el interior del templo. «Oremos por nuestro obispo monseñor Rolando Alvarez Lagos», reiteró el templo religioso en su Facebook.
El pasado 16 de agosto, el párroco de Santa Lucía en Ciudad Darío, departamento de Matagalpa, ofició una misa matutina en el atrio de la Iglesia que administra, ante el asedio policial. Los oficiales de la dictadura se apostaron en las afueras del templo religioso e impidieron que la feligresía ingresara a la parroquia para participar de la misa programada en horas de la mañana.
Ante el bloqueo de los agentes orteguistas, el sacerdote celebró la eucaristía en el atrio del templo y los fieles vivieron la misa en las afueras de la iglesia. El padre Sebastián López otorgó la hostia a través de una malla perimetral que rodea la parroquia.
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La arremetida de la dictadura contra la Iglesia también incluye el encarcelamiento de tres sacerdotes: monseñor Leonardo Urbina, padre Manuel Salvador García y el padre Óscar Benavidez, este último fue detenido el pasado 14 de agosto, según confirmó la Diócesis de Siuna.
Monseñor Álvarez se convierte en el cuarto sacerdote y primer obispo de Nicaragua secuestrado por la dictadura de Ortega en la escalada represiva contra la Iglesia católica. Su voz crítica fue incómoda para Ortega y Murillo en su búsqueda por el control absoluto de un discurso de amor y paz ficticio que intentan implantar en el país que han sumido en una crisis sociopolítica desde 2018.
La iglesia ha sido perseguida por muchos años. Pero nadie toca a Dios con las manos sucias, hay de aquel que toque a uno de sus pequeños. Pronto veremos la Paz en Nicaragua.