El cardenal hondureño, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, en su homilía del 14 de agosto, denunció y lamentó la persecución impuesta contra la iglesia de Nicaragua por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. El líder religioso calificó la situación como una «guerra callada» contra la institución con mayor credibilidad del país.
«Esa guerra callada que están haciendo para perseguir a Jesús en su Iglesia en la hermana nación de Nicaragua, ese no es el fuego que Jesús ha venido a traer. Jesús no quiere el fuego de la guerra ni de las armas», expresó el arzobispo de Tegucigalpa, quien es uno de los colaboradores más cercanos al Papa Francisco.
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El sacerdote señaló que «el fuego que Jesús ha venido a traer, tampoco es el fuego de aquellos que destruyen la naturaleza y que llenan de incendios los países. Es otra cosa, es abrirnos al amor, al testimonio y a la coherencia».
Así indicó el arzobispo de Tegucigalpa, luego que la situación contra la Iglesia católica se ha agudizado con el cierre de medios de comunicación católicos y con la retención en la Curia Episcopal del obispo Rolando Álvarez, a quien la Policía acusa de intentar «organizar grupos violentos» y mantiene encerrado desde hace aproximadamente 12 días.
Ayer, domingo, monseñor Silvio Báez también se pronunció ante la situación que enfrentan los religiosos dentro del país y lo comparó con las acusaciones infundadas contra Jeremías, quien padeció difamaciones y agresiones por decir la verdad a los poderosos de la época únicamente por prevenirles a que no se enfrentaran a una guerra con Babilonia, sino que depusieran las armas para evitar pérdidas humanas.
«La posición de Jeremías resultaba inaceptable para quienes tenían el poder. Al rey, a los militares y a los altos funcionarios de la monarquía les convenía la guerra por varios motivos. Podrían atribuir al ejército invasor la situación de miseria en la que vivía la población, que en realidad era consecuencia de la corrupción y de la injusticia que ellos habían impuesto en el país», expresó el obispo auxiliar de Managua.
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«Les convenía la guerra porque podrían distraer al pueblo de los grandes problemas sociales y políticos, alimentando vanas ilusiones nacionalistas con las que podían ejercer mayor control sobre la gente», agregó.
Báez, quien sufre un exilio forzado debido a su predica y por estar en favor de los nicaragüenses, señaló que «a los dictadores y a los déspotas siempre les convienen los desastres nacionales e intentan sacarles provecho para afianzar su poder».