El obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, monseñor Rolando Álvarez Lagos, se refirió en su homilía dominical, de este tres de julio, que la Iglesia, sus sacerdotes y los fieles deben ser «misioneros de esperanza en Nicaragua» ante el momento actual que vive el país que está sumido en una crisis social, política, económica y de violación de derechos humanos desde abril de 2018 y que se ha extendido por cuatro años.
«Debemos de ser misioneros de esperanza en nuestra Nicaragua. Con Jesús hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes. Él inauguró ya para hoy los tiempos nuevos por venir, recordándonos una característica especial de nuestro ser humano tantas veces olvidadas: hemos sido hechos para la plenitud que solo se alcanza en el amor», dijo monseñor Álvarez, desde la Catedral San Pedro, el Matagalpa.
Destacó que ninguna sociedad puede vivir sin perdón entre todos y sin la capacidad de «volverse a ver a los ojos» para crear «tiempos nuevos que suscitan una fe capaz de impulsar iniciativas, siempre creativas, para forjar comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de las demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social, el respeto, la caridad, la bondad».
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Monseñor Álvarez señaló que no es fácil el momento actual que atraviesa Nicaragua, pero que, al igual que los apóstoles y los primeros cristianos, «también nosotros decimos con toda nuestra fuerza: no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído, no podemos dejar de hablar de Cristo a todos».
«No podemos dejar de transmitir la esperanza y la confianza en él. No podemos dejar se consolar a quien se encuentra en una posición de desventaja, de limitación, de fragilidad. No podemos dejar de decir a los nicaragüenses: levantemos la mirada, es Cristo quien está. Seamos misioneros de esperanza en nuestra siempre amada Nicaragua», aseguró.
Exalta labor de misioneras
Ante la ilegalización ordenada por el régimen de Daniel Ortega de la Asociación Misioneras de la Caridad, el jerarca recordó el trabajo realizado por diferentes agrupaciones religiosas de este tipo enfocadas en ayudar a los pobres, a los migrantes, a quienes sufren violencia y padecen hambre.
«Cómo no agradecer a los monaguillos, a los coros, a los músicos, a los que mantienen bellos los templos, pienso en tantas congregaciones religiosas, las Hermanas Josefinas, las Hermanas de la Caridad y la Providencia, las Hermanas Altagracianas, las Hermanas Caridad de Santa Ana ayudando a niños con capacidades especiales, en las Hermanas Franciscanas de la Encarnación con su comedor para niños, en las Hermanas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús que van orando en silencio, pienso en las Hermanas de Madre Teresa de Calcuta, en tantas congregaciones, tanto bien hecho y realizado en el silencio», puntualizó.
Este mismo día, el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, monseñor Silvio José Báez, aseguró durante su mensaje dominical que la misión evangelizadora de la Iglesia es «riesgosa» y que la sociedad en la que vivimos está poblada de «lobos feroces, expertos en violencia e injusticia, que desgarran el tejido social con sus ambiciones y crímenes, hacen sangrar los corazones y roban la alegría y la esperanza a las personas y a los pueblos».
«Jesús no quiere que seamos ingenuos. Estamos rodeados de lobos sanguinarios, feroces y crueles. Sin embargo, no nos dice que huyamos de ellos, no nos pide que guardemos silencio ante su crueldad. No. Jesús nos pide que caminemos en medio de ellos, que anunciemos el evangelio y denunciemos sus crímenes, pero siendo siempre “como corderos en medio de lobos”», dijo en su homilía de este domingo, tres de julio.
Nicaragua vive desde abril de 2018 una crisis social, política, económica y de derechos humanos que ha dejado 355 asesinatos por parte del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, más de 190 personas presas políticas sometidas a torturas y a juicios ilegales; una masiva migración y la desintegración de miles de familias.
La Iglesia es parte de los grupos sociales que la dictadura ataca, en su persecución contra los sacerdotes y obispos, se ordenó el cierre de tres canales católicos, el Canal Católico de Nicaragua y las estaciones televisivas de las Diócesis de Matagalpa y Estelí, ambas bajo la dirección del obispo Rolando Álvarez.