Ser homosexual en Nicaragua y expresarte de diversas formas te pueden llevar a sufrir acoso y agresiones verbales. Pintarte las uñas, maquillarte o vestir de la forma en la que te sientas cómodo te acarrea insultos homofóbicos. Keylor Argüello y Alexander Reyes son dos jóvenes gais que forman parte de la población LGBTIQ+ y nos cuentan los episodios de homofobia que han sufrido.
Keylor Argüello tiene 20 años, es una persona no binaria. Se identifica con todos los pronombres. Su vestimenta es masculina y cuenta que ha sufrido diversos tipos de acoso y agresiones verbales en la calle por el color de su cabello, su forma de expresarse o hasta pintarse las uñas.
En una ocasión caminaba junto a su mejor amigo, que también es gay, a la entrada del centro comercial Plaza Inter en Managua, Nicaragua. Relata que dos hombres que estaban en el segundo piso del centro de compras les gritaron insultos homofóbicos como: «que linda amor, cuál de los dos es más mujer». A esta agresión también se sumaron los comerciantes de juegos que se mantienen en la entrada del local. «No dijimos nada, seguimos caminando y entramos a buscar qué comer», comenta Argüello.
«En otra ocasión iba en una mototaxi. Llegué a mi destino y me bajé, habían dos tipos en una esquina y me comenzaron a gritar insultos como: “que linda esas uñas, vení amor”. En ese momento los ignoré y no pude decirles nada. Me congelé y seguía caminando. Cuando pasé cerca de ellos uno me intentó tocar, se pusieron a reír y después los perdí de vista», dijo.
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Otro evento donde también sufrió homofobia fue cuando estaba esperando un bus en una estación muy concurrida en la capital de Nicaragua. Un desconocido en estado de ebriedad se les acercó e intentó golpearnos. «Se refería a nosotros como mujeres y nos gritaba cochones, lo único que hicimos fue apartarlo hasta que se cansó y se fue, vino nuestro bus y nos fuimos», manifiesta.
Un día andaba en León, Nicaragua, junto a su novio y varios amigos como turistas. Estaban en las afueras de la Catedral tomándose fotos y un señor desconocido se acercó al grupo. Se refirió a todos como «mujeres», decirles que estaban «guapas» y decidieron retirarse del sitio. En el mismo León, asegura, que recibió insultos por ser homosexual, algunos hombres le dijeron: «Aaaaaay amor» y los quedaban viendo de mala manera.
«Se siente horrible que cuando vas caminando por la calle con unos amigos te traten de esa forma, que te vean mal, te sigan y digan cosas. Es horrible», enfatizó. «En los buses nunca falta la persona que te mire mal, que murmure con su compañero de viaje, que un hombre te roce su miembro en el hombro, que se suba un pastor a predicar sobre la homosexualidad y te vea directamente a vos, que te señalen. El problema que siempre hay es que te consume el miedo para poder actuar o decir algo al respecto. No sabés qué te pueden hacer», agregó.
El acoso en los buses
Alexander Reyes tiene 27 años, es cisgénero fluido, estudió psicología y no se ha salvado de que le violenten su cuerpo en las unidades de transporte urbano en Managua, la capital de Nicaragua. Un día viajaba en la ruta 110 después de haber terminado sus clases en la Universidad Centroamericana (UCA) de Nicaragua, cursaba el segundo año de la carrera. Eran aproximadamente las 5 p.m., los buses estaban muy llenos, pero decidió abordar el transporte colectivo.
Mientras avanzaba en medio del tumulto de personas notó que un hombre alto y delgado lo veía con insistencia. Reyes apartó su bolso por que pensaba que se trataba de un ladrón, pero el sujeto se acercó a él para rozar sus partes íntimas en sus glúteos y piernas. En ese momento se asustó y pensó que no se trataba de acoso, sino por que el bus iba muy lleno
«Esta misma situación se fue dando varias veces en los buses, hasta que entendí que era un tipo de acoso. Fue en varias ocasiones, varios hombres. Me abrazaban y apretaban hacia ellos mismos, es una situación de indefensión. Yo tenía miedo de hacer escándalo y que el tipo me golpeara, que dijera que no era cierto y que era “un cochón, que era yo el me estaba propasando”. No quería nada de eso», relató a Artículo 66.
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En los siguientes años, Reyes pasaba más tiempo en la universidad y también iba al gimnasio, usaba el servicio de transporte colectivo en horas de la noche. «Por el gimnasio solía caminar de ropa deportiva, shorts cortos y camisetas holgadas. Recuerdo que iba en el asiento del pasillo y llevaba mi mano en el respaldo de la silla delantera. Un tipo se acercó y comenzó a restregar su pene en los nudillos de mi mano», dijo.
Otro día Alexander viajaba en la misma ruta y ese episodio de acoso lo marcó. Asegura que esa ocasión, además, de frotar su pene en la mano después pasó a su hombro al punto de eyacular.
El miedo a no tener apoyo de la población
«Son momentos en los que vos decís que tenés que hacer algo, pero mi cuerpo no respondía, te quedás inmóvil, las palabras no me salieron, me puse helado y me daba miedo que las otras personas se dieran cuenta de lo que estaba pasando y me culparan a mí, que por ser gay era yo quien estaba haciendo eso y que me dijeran degenerado», señaló.
«Por más que yo intentara hacer algo, no podía hacer más allá, es una situación de indefensión en la que no podés hacer nada aunque vos querrás, al final la gente tampoco te ayuda y dicen que vos sos el responsable. Nunca es responsable la persona que te está agrediendo. Me volteé y vi que su pantalón estaba mojado, tenía manchas de semen y mi hombro estaba mojado. Esa persona terminó (eyaculó) sobre mí. Me sentí muy mal, asqueroso», continuó.
Ese episodio lo afectó demasiado que tomó la decisión de dejar de usar shorts por tres años, llegó a pensar que era su culpa y esas situaciones las «estaba provocando» por el tipo de vestimenta que usaba. Reyes llegó a sentirse incómodo y dejó de mostrar mis piernas, incluso en su casa. Le daba mucho miedo salir e intentó cambiar de horario en sus rutinas porque se sentía inseguro y consideró que era muy «peligroso».
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Alexander también fue víctima de intento de violación en su vivienda. Su papá era alcohólico y un amigo de copas de su progenitor llegó a su casa a altas horas de la noche e intentó ingresar por la fuerza.
El joven salió al portón para ver lo que sucedía, en ese momento el sujeto lo tomó muy fuerte del brazo, le dijo: «quiero que tu papá sea mi suegro. Te he visto caminar y seguro te movés rico. Quiero probar». Reyes tomó fuerza, se soltó de su agresor, entró a la casa, amarró el portón con unos cordones para ganar tiempo, el hombre al final desistió de sus intenciones y se marchó.
El género no binario
El género no binario es una identidad de género que se halla fuera del binarismo de género (hombre-mujer) dado que su identidad autodesignada no se percibe totalmente masculina o femenina. Son personas que no se sienten identificadas con el género masculino o femenino y que construyen su identidad al margen de la lógica binaria del sistema.
«Soy una persona no binaria y a pesar de identificarme con todos los pronombres, el que venga una persona sin conocerme a tratarme como mujer para mí va a ser incómodo. Existe el estigma que si sos gay sos mujer, y siempre te van a relacionar como mujer, desde ahí comienza la homofobia. Que un desconocido llegue refiriéndose a vos como mujer es con la única finalidad de atacarte o burlarse de vos», explica Argüello.
Keylor manifiesta que «todo se debe basar en el respeto, a lo que usamos, a cómo nos vestimos, cómo nos expresamos, cómo nos mostramos ante la sociedad. Nadie merece recibir maltrato por ser quién es, por mostrarse al mundo de una manera. En Nicaragua hay un problema muy grande y es que nos siguen criando como quieren que seamos, nos censuran y reprimen por querer un mundo más diverso, una Nicaragua más diversa, al final eres tú, y nadie debería atacarte por ser vos mismo».