En su eucaristía dominical, el obispo auxiliar de Managua Monseñor Silvio José Báez resaltó el valor cristiano de no juzgar a los demás por los pecados que han cometido, resaltando que Dios se opone ante quienes se erigen «inquisidores» de los demás.
«La auténtica religiosidad y el verdadero culto a Dios consiste en introducir el amor y la misericordia de Dios dentro de la fragilidad, la pobreza y la debilidad humana», explicó Báez.
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El obispo, usando el pasaje del Evangelio referido a la mujer que es encontrada en adulterio, pidió a los creyentes tener una mirada como la de Cristo, quien no la juzgó -tal y como pedían los líderes religiosos judíos-, sino que tuvo una actitud de escucha y compasión para quienes cometen pecados debido a la fragilidad humana.
«Aquellos hombres religiosos que acusaban a la mujer somos nosotros cuando no nos detenemos a reconocer con humildad nuestros defectos, pero estamos atentos a descubrir las faltas de los demás. Aquellos hombres religiosos somos nosotros cuando invocamos a Dios con los labios, pero lo negamos tratando a los demás sin comprensión ni misericordia, incluso murmurando y haciendo chismes de sus faltas», puntualizó el jerarca católico.
«Devolver la dignidad»
El obispo auxiliar de Managua instó a los feligreses a dejar a un lado la hipocresía religiosa que está presente en muchas comunidades de la Iglesia ante las faltas que pueden cometer los creyentes.
«Solo cuando rompemos el muro de nuestra hipocresía religiosa y abrimos el corazón a la verdad, somos capaces de ser misericordiosos. Cuando reconocemos con humildad que somos seres humanos pecadores, débiles y frágiles, pero amados y perdonados por Dios, ya no somos capaces de condenar despiadadamente a los demás», exhortó.
Báez también aseguró que mientras los líderes religiosos judíos mostraban empeño en acosar a la mujer, Jesús le restituye la dignidad al no juzgarla y hablar con ella.
«Dirigiéndose con respeto a la mujer, Jesús le devuelve su dignidad. Le cede la palabra, quiere escucharla. No le echa en cara su pecado, no le pide explicaciones de lo ocurrido, ni siquiera le exige que dé muestras de conversión. Así es Jesús. Nunca nos deja hundidos en nuestro pecado, ni nos identifica con el mal que hemos cometido», expuso el líder religioso.
«Dios prohíbe condenar»
Monseñor Báez finalizó la homilía resaltando que Dios no permite que se juzgue dentro de la comunidad cristiana y pone siempre el acento con aquellos que lo tienen más difícil para alcanzar la santidad de vida.
«No necesitamos gente que tire piedras contra otros; no necesitamos personas duras de corazón y rígidas de mente, sino personas que sepan comprender, que sean sensibles para ayudar y fuertes para perdonar. Si hubiera que condenar algo, lo que hay que condenar siempre es el legalismo que oprime a los hombres, el fariseísmo que fomenta la hipocresía religiosa, y la intolerancia cruel que señala con el dedo, juzgando o marginando a los demás», finalizó el obispo.