Al igual que Rosario Murillo, la tarde de este miércoles el dictador Daniel Ortega prefirió guardar silencio a la declaración que hizo este 23 de marzo el embajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Arturo McFields, quien en un acto de rebeldía denunció las violaciones de derechos humanos perpetrados por la administración orteguista, a la que calificó de “dictadura”.
El mandatario nicaragüense reapareció este miércoles durante el acto conmemorativo del 42 aniversario de la Gran Cruzada Nacional de Alfabetización,sin embargo, a diferencia de otros discursos, Ortega habló menos de 15 minutos en los que solo se dedicó para condecorar a estudiantes y saludar a docentes.
En su corto discurso, Ortega tampoco arremetió contra la oposición nicaragüense, presos políticos, líderes religiosos o Estados Unidos, como es habitual en otras apariciones.
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Desde el Centro de Convenciones Olof Palme, en la mesa Ortega se hizo acompañar de su esposa, la vicepresidenta designada, Rosario Murillo y delegados de educación como la ministra del Ministerio de Educación (Mined), Lilliam Herrera, el asesor para temas de educación, Salvador Vanegas y la presidenta del Consejo Nacional de Universidad (CNU) y rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN Managua), Ramona Rodríguez.
Murillo también optó por el silencio
Más temprano, Rosario Murillo, vicepresidenta designada de Nicaragua, tampoco se quiso referir a la estocada que le dio el representante de Nicaragua ante el organismo regional y prefirió concentrarse en los anuncios habituales que brinda sobre temas relacionados a salud, educación y programas impulsados por el gobierno.
La única reacción oficial que hasta ahora se conoce del Ejécutivo es la escueta nota de prensa emitida a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde la administración orteguista asegura que la declaración del embajador McFields “no tiene validez”, porque “no nos representa” como país, aunque oficialmente no se ha cancelado su nombramiento.
En un hecho histórico y sin precedentes, un alto funcionario del régimen de Managua denunció en vivo la situación del país, los presos políticos, el masivo éxodo nicaragüenses, la cooptación de los funcionarios, el cierre de las ONG y la falta de garantías constitucionales.
«Denunciar a la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible», dijo el embajador.