Durante su homilía dominical, monseñor Silvio José Báez se refirió al perdón y al precepto bíblico de amar a los enemigos. El obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua explicó que ambas enseñanzas invitan a no responder con violencia ni venganza ante el mal, sin callar frente a las arbitrariedades ni renunciar al derecho de justicia.
«Vivimos en un mundo donde lamentablemente domina la injusticia, la violencia y la maldad. Desgraciadamente sigue habiendo verdugos y víctimas. Nosotros mismos nos damos cuenta de que, cuando recibimos una ofensa o somos agredidos, brota en nosotros espontáneamente el rencor y el resentimiento y, en el peor de los casos, los deseos de venganza», manifestó monseñor desde la Iglesia Santa Agatha en Miami, Estados Unidos, este domingo, 20 de febrero.
El obispo explicó que «cuando las personas y los pueblos se dejan llevar por estos sentimientos, permiten que el mal siga aumentando con su espiral diabólica destruyendo personas, familias, sociedades enteras. (Porque) mientras no se pone un freno, un dique al mal, el mal sigue haciendo estragos».
En ese sentido, la enseñanza de Jesús no es «que sintamos cariño o simpatía hacia quien nos ha dañado o es hostil con nosotros», sino «no hacer el mal a quien nos ha hecho el mal y no alimentar el odio y el deseo de venganza», incluso, estar dispuestos a hacer el bien y hasta rezar por estas personas porque la persona violenta es débil y destruye el futuro.
Este principio es importante «para lograr cambios sociales auténticos, que no signifiquen simplemente pasar de una violencia a otra y de una tiranía a otra», dijo monseñor Silvio Báez.
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Sin embargo, en las escrituras se muestra que «Jesús no responde de la misma manera agresiva y humillante con la que ha sido tratado. No insulta ni usa la violencia, pero tampoco se calla, sino que reclama y denuncia la forma inhumana e irracional de la que ha sido víctima», declaró el líder religioso.
«“Poner la otra mejilla” no es pasividad ni resignación. No es huir ni callar. Se trata de mostrarnos desarmados, denunciando y desenmascarando el mal con claridad y valentía, pero sin odio ni deseos de venganza», dejó en claro monseñor.
El prelado explicó que «el perdón» se ofrece desde el corazón con la ayuda de Dios, pero «los delitos hay que pagarlos en los tribunales de justicia».
Indicó que «perdonar no es olvidar el mal recibido, ni justificar la actuación del agresor, ni mucho menos eximir al culpable de pagar ante la justicia por sus delitos. Quien perdona, no renuncia a sus derechos de justicia. El perdón se opone al rencor y a la venganza, no a la justicia».
«Solo así haremos posible en el mundo la única revolución auténtica y eterna: la revolución de la misericordia», finalizó monseñor.