Existen diferentes posiciones entre los miembros de la oposición amplia de cara al “diálogo” promovido por Ortega y se puede visibilizar la división. El Cosep, la Alianza Cívica y el partido CxL están intentando retratarse como actores con una idea de unidad hacia el diálogo. Pero esta declaración no tiene sustentación cuando analizamos la realidad, hay diferentes grados de apoyo y diferentes actitudes. En varios poderes fácticos, veo pocas ganas de un compromiso a tomar medidas contra Ortega. Es decir, la oposición amplia se encuentra en el fuego cruzado de varios intereses.
Esta sensibilidad variable depende básicamente de las diferentes relaciones, de cada actor en particular, con Ortega. Van desde los beligerantes que sostienen que no se puede ir a un “diálogo” sin condiciones, pero que no han sido capaces de articular una voz unitaria que lidere la posición de la oposición amplia y por la ausencia de una brújula estratégica; o los que demuestran su propensión de apoyar el “diálogo” con Ortega, actuando como auténticos “caballos de Troya”, que tratan de contemporizar con la dictadura promoviendo una salida al suave de la crisis “sociopolítica”.
Ortega es un jugador solitario
Ortega escucha los consejos, escudriña las señales, pero finalmente atiende a sus propios intereses, a la misión histórica que se ha arrogado a sí mismo y sobre todo, asegurar su perpetuación en el poder, en el que lleva ya 25 años. Nos preocupa enormemente el inicio de los “juicios” judiciales a los presos políticos que van a generar un aumento de la ola migratoria e incrementar las tensiones tanto a nivel nacional como internacional.
Ortega no ha podido construir una imagen de “paz y amor”, tampoco ha podido ocultar su naturaleza intransigente, intolerante, conflictiva y represiva. No toma en cuenta las diferentes sensibilidades de la sociedad, a pesar que solamente obtuvo el 15% de los votos en el 7 de noviembre pasado.
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El miedo es un mal consejero en política. Enturbia la percepción, conduce a decisiones erróneas y a equivocaciones de cálculo. Por eso ha sido un arma excelente en la “guerra política” que implementa la dictadura, lo que les impide a los líderes de la oposición formal adivinar las tácticas del régimen y conduciendo a interpretaciones equivocadas y discrepantes acerca de la política del dictador.
Nadie sabe lo que va a hacer, ni hasta dónde puede llegar su apuesta. No lo saben ni los suyos. La verticalidad del poder tiene esa ventaja, frente a un adversario vacilante, con miedo y sin estrategia. No hay nada tan peligroso quien negocia con el adversario con la pistola encima de la mesa.
Uno de los objetivos del diálogo es enviar una señal de distensión a la comunidad internacional en un contexto muy difícil, con muchas interrogantes sobre el devenir de la dictadura. El diálogo busca poner a prueba la voluntad del gran capital de negociar en un momento de nervios y escalada.
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El inmovilismo político no es una jugada ganadora. Al contrario, está llena de riesgos. Ortega quiere todo, puede quedarse sin nada, incluso sin capacidad de intimidación. La resistencia de los autoconvocados crece cuanto más crece el peligro. La intimidación actúa como fuerza centrípeta en amplios sectores de los líderes naturales.
¿Cuáles son los objetivos de Ortega?
Formalmente, Ortega busca negociar el tablero político nicaragüense utilizando un “diálogo” con los poderes fácticos. Al mismo tiempo, ha declarado que quiere negociar directamente con los EE. UU. para obtener el compromiso de la suspensión de las sanciones a los anillos de poder y, por último, establecer un nuevo equilibrio de poder en la región centroamericana.
Al salir de la OEA y establecer relaciones diplomáticas con China, cree que ha captado la atención de los EE. UU. Ortega quiere el reconocimiento, por parte de los EE. UU., Unión Europea y otros países, de la legitimidad del proceso de votación de noviembre del 2021. Sin ese reconocimiento seguirá en juego la supervivencia de la dictadura.
Ortega no solo quiere evitar más sanciones, también quiere evitar que se logre una democratización exitosa en Nicaragua. Quiere mantener a los poderes fácticos en su esfera de influencia. Presionando para lograr ese objetivo, se ha dado cuenta que el capital está ansioso para llegar a algún acuerdo, ya sea sectorial o total.
Su objetivo principal sigue siendo evitar que Nicaragua sea un país democrático y que tenga la oportunidad de crear y consolidar la dinastía familiar, de la misma manera que los poderes fácticos aceptaron la dinastía de los Somoza. Con el diálogo, Ortega no está buscando la democratización del país, quiere mantener un escenario represivo pero inmóvil que le permite fomentar la división de la oposición amplia.
Ortega sostiene que el movimiento democratizador que brotó en abril de 2018 no es genuino, sino el resultado de maniobras imperialistas. Aceptar que se desarrolle un proceso democrático sería una perspectiva preocupante, ya que impediría la dinastía familiar.
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Ortega trata de asegurarse que su visión de sociedad cuente con un punto de apoyo fuerte en la cultura política autoritaria, en una ausencia de sociedad alternativa sin cuerpo y sin cabeza por la falta de una estrategia y, por último, porque sabe que la sociedad democrática solamente florece en un espacio que tengan garantizados los derechos y libertades fundamentales, por eso su táctica de mantener la represión.
¿La salida a la crisis pasa por una solución electoral?
Lo que Ortega está dispuesto a ceder algunas cosas: realizar las elecciones municipales devolviendo la personalidad jurídica a los partidos CxL, Conservador, PRN, aceptar la revisión del padrón electoral y otras concesiones menores. Todos estos consentimientos serán insuficientes para la democratización del país. Por ejemplo, no va aceptar el desmantelamiento de los paramilitares ni ceder el control del Consejo Supremo Electoral (CSE). En estas condiciones es muy difícil que la vía electoral sea el camino de la democratización del país.
En esta situación, en el “diálogo” que promueve Ortega tiene dos opciones. La primera es seguir con una perspectiva instrumental, hablando de cosas en las que hay posibilidades de acuerdo. La segunda es levantarse de la mesa al no aceptar la contraparte los resultados oficiales del 7 de noviembre del 2021 que le asegura su permanencia en el poder hasta enero de 2026.Creo que lo más probable es que Ortega escoja una opción intermedia, híbrida. Alguna medida que le permita disminuir más la presión internacional manteniendo de represión interna, sin romper los canales del “diálogo” con los poderes fácticos.