Unos días atrás, un furgón que trasladaba escondidas a decenas de personas migrantes se volcó en México: 55 murieron y más de 100 quedaron lesionadas. Las escenas fueron desgarradoras. Estas personas perseguían un sueño. Buscaban la dignidad que en sus países les han negado, robado o arrebatado. Es una situación que le duele a cualquiera.
Esto no fue un accidente nada más. Esto es resultado de un sistema perverso que castiga a quienes buscan mejores condiciones de vida. Es el resultado de las desigualdades que les obligan a huir de la corrupción de las autoridades, de la pobreza, violencia, marginación, discriminación y hasta de los abusos que enfrentan en el camino.
La muerte de tantas personas migrantes, ya sea en fronteras terrestres o marítimas, no son un accidente: Siempre hay un culpable. Las crisis migratorias representan un desafío político y humanitario para los gobiernos de la región, pero de eso se trata el gobernar, para buscar soluciones a estos desafíos y a las otras difíciles circunstancias por las que atraviesa la ciudadanía.
No debemos olvidar, tal y como lo menciona la encíclica papal “Fratelli Tutti”, que “todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más otros, sino sólo un nosotros, grande como toda la humanidad”. Esa es la premisa que debemos seguir siempre y en el marco del Día Internacional del Migrante.
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Gobiernos como el de Manuel López Obrador, en México, deben dejar las falacias. Obrador dice que trabaja humanitariamente por las personas migrantes, cuando en la práctica estos sufren una serie de abusos de las mismas autoridades mexicanas, de los cárteles y de las pandillas. Por ejemplo, el reciente anuncio que México comenzará a exigirle visa a los venezolanos. Este es un golpe duro para quienes huyen de Venezuela por la represión implementada por Nicolás Maduro.
Aún es difícil borrar de la cabeza los videos e imágenes de varios agentes fronterizos de Estados Unidos montados a caballo el 20 de septiembre de 2021, persiguiendo y azotando a migrantes, en su mayoría haitianos, cerca del río Grande, en una zona aledaña al pequeño municipio de Del Río, en Texas. Tal cual como si nos encontráramos aún en los tiempos de la esclavitud.
La migración debería ser una elección, no una necesidad. Por ello, como ciudadanía activa debemos reafirmar desde cada uno de nuestros países el compromiso con una migración segura, ordenada, regular y digna para todas las personas. Necesitamos y es responsabilidad colectiva crear un mundo más igualitario. Esto lo haremos exigiendo a los gobiernos la implementación de un enfoque interseccional para dar respuesta a estos desafíos.
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Para quienes analizamos el fenómeno de las migraciones, sabemos que hay un largo camino por recorrer para alcanzar que se respete y se le brinde el apoyo urgente a quienes han decidido huir forzadamente de sus países, como es el caso de los nicaragüenses, quienes desde 2018 han salido por la represión y las violaciones a los derechos humanos, que de acuerdo con la Agencia Central de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) se cifran en más de 100 mil. Y el número sigue aumentando.