El dictador Daniel Ortega no termina de aceptar que los grandes empresarios de Nicaragua hayan roto el amorío «de diálogo y consenso» en el que se enrolaron con su dictadura durante más de 10 años, el que fue disuelto horas antes de iniciada aquella rebelión de abril de 2018.
Ortega pronuncia con nostalgia de marido despechado aquel matrimonio que le permitió el manoseo de millones de dólares a los grandes capitales, y a él, la posibilidad de aplastar a sus anchas las leyes y la institucionalidad del país. El tirano, incluso llama «milagro» a aquel idilio.
«Milagro porque se da la gran unidad, y logramos un crecimiento que era la admiración de los gobiernos latinoamericanos y la admiración de los organismos internacionales, que no se explicaban cómo lográbamos aquí hacer alianzas los empresarios, trabajadores y el gobierno. No se lo explicaban. Y así, desde el 2007 hasta abril del 2018», se lamentó Ortega.
Inmediatamente el mandatario se percata que ya estaba mostrando las debilidades del despecho y empuja su artillería. «¿Quiénes le enterraron el puñal a la patria, quiénes le enterraron el puñal al pueblo nicaragüense? ¡Esos, esos que estuvieron muy contentos haciendo dinero cuando nuestro gobierno promovió la alianza!», les recrimina con evidente remordimiento, mientras vuelve a ver a su esposa Rosario Murillo, que lo observa inquieta desde su silla.
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«Cuando ellos hablaban con mucho respeto del Gobierno, de los frutos que daba esta alianza en el orden económico y social, le daba trabajo a la gente, y también le daba mucha riqueza a los ricos, mucha riqueza le daba a los ricos… pero el capitalismo salvaje lo que quiere es cada día, más dinero y más dinero a costa de lo que sea, y les importó poco en ese momento el crecimiento económico que les beneficiaba a ellos, porque querían tragárselo todo, y le sirvieron de instrumento al yanqui. Hicieron alianza con los curas hijos del demonio y empezó esa ola de terror», acusó.
Como parte de la ola de venganza por el desamor, Ortega no ha escatimado latigazos contra los empresarios. En los últimos tres meses desató una cacería contra opositores y precandidatos, pero también necesitaba hacer escarmentar a quien ya no le corresponde.
Entre los prisioneros se llevó al expresidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), José Adán Aguerri, la ficha más visible de aquel galanteo; y al gerente del Banco de la Producción (Banpro), Luis Rivas Anduray, el grupo financiero más fuerte del país, y quizá el que más ventaja obtuvo de aquel flirteo.
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«Ah, que porque tienen apellidos de familiares de abolengo, ah, que por que son de familias notables y de familias ricas, ah, que porque han estado trabajando con los banqueros, banqueros y de familias ricas, el que comete un crimen tiene que ser investigado y tiene que ser luego juzgado y castigado conforme la ley», dijo el dictador, como tratando de convencerse que está haciéndolos pagar por haberse atrevido a divorciarse de su régimen.
Pero Roberto Zamora Llanes anda acá en Nicaragua con la bendición de Ortega, hasta se moviliza por helicóptero informan fuentes policías y militares azul y blanco que trabajan en el aereopuerto. Es el único que continúa realizando negocios con el Régimen, los cuales deberán salir a luz, como cuando el IMSS inyectó fondos a Lafise Valores y no fue del capital de sus arcas, sino con dinero del pueblo.