En abril de 1984, Nicaragua introdujo una millonaria demanda de 16 mil millones de dólares contra Estados Unidos en la Corte Internacional de Justicia de La Haya por los daños causados por el apoyo que Washington brindaba a la Contrarrevolución, el ejército de campesinos anticomunistas que se alzaron en armas contra el régimen sandinista en los ochenta.
Un gringo bonachón, académico, nacido y criado en Illinois, con un doctorado en la Universidad de California, en Berkeley, considerada una de las mejores universidades públicas de Estados Unidos, fue el encargado de cuantificar aquellos daños.
El nombre de ese gringo es Paul Oquist, un hombre que fue fiel a Daniel Ortega hasta el final. «Trabajé dos años en la oficina de Paul Oquist Kelley, dos años de aprender mucho. Siempre me sorprendió su lealtad a pesar del trato humillante que siempre recibió de la dictadora», publicó este martes en sus redes sociales el periodista deportivo Camilo Velásquez.
Los medios relacionan la muerte de Oquist de 77 años al COVID-19. Una pandemia que, al funcionario, siendo fiel al discurso oficial, le tocó minimizar. En febrero de 2021 participó en un foro internacional sobre el coronavirus y se vanaglorió que Nicaragua había combatido a la pandemia sin cerrar la economía. El domingo, 31 de marzo, el funcionario fue fotografiado en una playa del Caribe Sur, rodeado de gente y sin portar mascarilla.
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Oquist, fue sancionado por su país natal, Estados Unidos, en octubre de 2020. Llegó a Nicaragua inmediatamente después del triunfo de la revolución sandinista en 1979, como parte de la solidaridad internacional, recuerda la exguerrillera Mónica Baltodano, que se ha dedicado en los últimos 20 años a documentar la historia de la Revolución Sandinista.
«Él fue de los primeros en el gobierno que tenía una computadora y ahí registraba todo», recuerda Baltodano.
«Trabajaba en una pequeña oficina y si la Contra volaba un puente, él cuantificaba los daños económicos y metía los datos en la computadora», precisa Baltodano.
Oquist generaba desconfianza por «ser gringo» entre los líderes más ortodoxos de la revolución, pero él supo desvanecer esa desconfianza y convertirse en un “protegido” de Ortega, en una época cuando todo mundo usaba máquinas de escribir y él usaba computadoras.
Baltodano lo describe como muy ordenado, metódico, trabajador incansable. Fue el primero en quien pensaron cuando decidieron que establecerían un monto en la demanda contra Estados Unidos, porque Oquist ya tenía todo calculado.
El ascenso
A partir de su trabajo para esa demanda, Oquist fue tomado más en serio y acumuló poder como un cuadro importante para la revolución. La exguerrillera Baltodano lo recuerda dirigiendo a un grupo de técnicos y profesionales que hacían proyecciones y estudios para el gobierno: cuánto subirá la inflación, cuánto es el déficit del presupuesto, cuánto afecta la guerra…
Y también medía los estados de la opinión pública. Oquist estaba a cargo en los ochenta del equipo que hacía las encuestas previo a las elecciones de 1990, que Ortega perdió ante Violeta Barrios de Chamorro.
Esos sondeos decían que Ortega arrasaría en los comicios. Ninguno de las encuestas dirigidas por él sugerían que Ortega podría perder.
El hombre que renunció a su ciudadanía estadounidense en plena guerra fría
«Renunció a su ciudadanía estadounidense en la década de 1980, se unió a la revolución sandinista y se convirtió en ciudadano nicaragüense», dice sobre Oquist el cable 06MANAGUA2691_a de WikiLeaks.
Oquist se casó con una nicaragüense, tuvo hijos nicaragüenses y planeaba retirarse como jubilado en Nicaragua, dice una fuente cercana a él.
Después de la derrota de Ortega en 1990, Oquist se convirtió en consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y se fue a África como consultor. «Era un gurú en desarrollo humano y gobernabilidad», dice un exfuncionario local de las Naciones Unidas.
El cable de WikiLeaks es un telegrama enviado por el entonces embajador de Estados Unidos en Nicaragua Paul Trivelli. En el mismo, el diplomático informa a sus superiores en Washington que sostuvo una reunión a finales de 2006 con un equipo de técnicos del recién gobierno electo de Ortega. En ese grupo estaban como líderes, Oquist y Samuel Santos, ahora excanciller.
Oquist «espera jubilarse del PNUD dentro de un año y ha solicitado un traslado a Managua para poder asistir al nuevo gobierno de Ortega», dijo Trivelli en el cable.
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El otrora embajador informa en el cable que Oquist fundó junto a Rodolfo Delgado (fallecido también el año pasado) el Instituto de Estudios Nicaragüenses (IEN). «Aún forma parte de su junta de directores», precisa Trivelli.
«Recibió un doctorado en UC Berkeley en Ciencias Políticas y fue un becario Fullbright en Chile», detalla Trivelli.
Las becas Fullbright las otorga el Gobierno de Estados Unidos a personas que demuestren alta capacidad y tengan madera para ser líderes.
Tras el retorno de Ortega al poder en 2007, Oquist se convirtió en su mano derecha. Pasaba mandando leyes de Ortega a la Asamblea Nacional para que entraran a la discusión legislativa.
Oquist defendió proyectos faraónicos del gobierno que jamás se construyeron como el Canal Interoceánico y una refinería en las costas del pacífico y dio cifras irreales. En algún momento dijo que el PIB de Nicaragua crecería 11%.
Y todo eso lo repetía en foros internacionales. Su país natal, lo señaló de difundir a nivel internacional la narrativa del gobierno y en difundir desinformación para encubrir los crímenes del régimen de Ortega.