Por: Moisés Mercado
Los eventos trágicos de la vida humana no son consecuencia del castigo divino como se quiere hacer ver cuando se hace uso del lenguaje religioso de forma irresponsable (Lucas 6,37). Las situaciones de crisis son un tiempo para vivir la solidaridad humana (Juan 9,1-3). Es tiempo de ser prójimo y ayudar a los más vulnerables. Las iglesias cristianas (católicas y evangélicas) deben promover un discurso de esperanza basado en la ética de la solidaridad proclamada por Jesús en su evangelio.
Las iglesias son un sector más de la sociedad civil y como parte de la sociedad también están llamadas a contribuir desde su propia identidad a la construcción de una mejor humanidad, sensible frente al sufrimiento social de la desigualdad, la pobreza y la vulnerabilidad frente a los desastres naturales.
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El paso de los huracanes Eta y Iota han dejado a miles de personas evacuadas, sin viviendas, sin cosechas y sin medios de vida. A esto debemos de sumarle la pérdida de vidas que son un don divino invaluable. Las iglesias están llamadas a acompañar pastoralmente a las personas sobrevientes de estos fenomenos naturales y a ser parte de ese proceso de construcción de comunidades resilientes. El panorama económico que se viene no será sencillo para estas comunidades, por lo que se les debe preparar para enfrentar la crisis que sigue.
Sostenemos la tesis de que las iglesias deben jugar un papel propositivo en la sociedad, por lo que se debe reconocer el trabajo que muchas iglesias están haciendo en el ámbito de la asistencia humanitaria. Sin embargo, la intervención de las iglesias frente a los desastres debe trascender la visión asistencialista y desarrollar una visión más integral en el que las iglesias se involucren y dirijan procesos de registros de los daños en las comunidades, para gestionar apoyo a futuro, para estimular recursos locales y la recuperación de los medios de vidas.
Total secretismo con la información sobre tragedia del Macizo de Peñas Blanca. Foto: Cortesía.
La parábola del buen samaritano en Lucas 10,25-37, es una clave ética teológica, para comprender uno de los aspectos centrales de la misión de las iglesias en la sociedad (Nehemías 1–4; Hechos 11,27 –30). Las iglesias desde la particularidad de su fe y vocación están llamadas a ser prójimo de los más vulnerables, por lo que no es tiempo de culpar, condenar, llamar al arrepentimiento, sino que es el tiempo de ser prójimos.
(*) El autor es teólogo evangélico.