Hay dos temas relacionados con el régimen Ortega-Murillo en las que todo el mundo se pregunta: 1) Nadie puede estar seguro del final del régimen. 2) Quieren mantenerse en el poder a cualquier costo.
Hace treinta meses, Ortega era omnipotente, omnipresente y omnímodo; ya no lo es. Perdió aliados en los poderes fácticos externos e internos, se rompió el maridaje corporativista con el gran capital, perdió base social, se ha dado a conocer internacionalmente como un déspota, asesino, mentiroso, violador de los derechos humanos.
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Ha puesto al descubierto su plutocracia y el control de todas las instituciones del Estado. Se sabe que los altos funcionarios se enriquecen al amparo del poder, las leyes contra la corrupción no se aplican y las denuncias no se investigan.
La estrategia de Ortega está encaminada a quedarse en el poder, siguiendo la lógica de perseguir, encarcelar y asesinar con el fin de desarticular las protestas y silenciar las voces a través de la política del terror. Esta lógica conduce a la pérdida de su base social.

Su interés es sostenerse en el poder contra viento y marea, contra el sentido común, la razón y contra la verdad. Al final eso no funciona, lograra sostenerse por un tiempo, pero el deterioro económico continua. La pobreza y el desempleo se siguen incrementando. Mire por donde se mire, el régimen Ortega-Murillo no sabe gobernar, ni siquiera bajo sus propias premisas.
La Unión Europea y Estados Unidos buscan arrinconar al régimen para obligarlo a frenar la represión y la violencia que ha desatado contras los ciudadanos, a través de sus fuerzas de choque, grupos paramilitares y policías.
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Igualmente, buscan promover sanciones para exigir a Ortega-Murillo que permita elecciones libres y transparentes, la independencia de los poderes del estado, detenga la violencia y permita ejercer el derecho constitucional a la manifestación, reunión, organización y la protesta cívica.
Las cúpulas empresariales y varios “analistas políticos” cercanos al régimen tomaron distancia. La crisis de legitimidad es lo real y lo cotidiano, al no aceptar el horror de su política que está llevando a la quiebra económica, social, ética y moral que padecemos en el país.
Si le fallan todas sus apuestas, la pregunta es: ¿Qué hará Ortega-Murillo para mantenerse en el poder? Hasta la fecha no hay ningún acuerdo con los antiguos aliados (gran capital), tampoco quiere negociar una salida con los autoconvocados. Un sector piensa que la pareja presidencial está patológicamente loca y arrastrarán al país al desastre total.
Por todo el país encontramos un tejido social desgarrado y desesperanzas bien sustentadas. Se han destruido capacidades productivas, ejercicios autónomos del campesinado, modos sanos de convivencia. La mayoría de la gente está en profunda crisis, a menudo luchando por la supervivencia. Miles han tenido que dejar sus lugares, sus barrios y comunidades, para evitar la represión. Por lo tanto, Ortega-Murillo tienen poco margen de maniobra y tendrán que negociar una salida a la crisis.
Hace unos años viendo la obsecuencia de la nomenclatura para conservar sus cuotas de poder, un poeta amigo decía: “Estamos perdidos en manos de una loca en el poder, que es cruce (híbrido) de árbol de Navidad y carro fúnebre”. Al cabo de los años tengo miedo de que esa metáfora genial, se haya vuelto realidad.
Sin embargo, tiendo a favorecer que la solución que tomaran, al filo de la navaja, será: conservar sus propios intereses y negociar. Me da miedo equivocarme porque la otra opción significaría un desastre para Nicaragua.