El cardenal Leopoldo Brenes insistió en entrevista a Canal 10 que el incendio a la capilla de la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua registrado el 31 de julio fue provocado, pese a que la Policía orteguista concluyó que el siniestro se originó por la acumulación de vapores de alcohol «que al mezclarse con el aire caliente produjo el fuego».
El también arzobispo de Managua afirmó que respeta los resultados de la investigación policial, pero que los nicaragüenses tienen un sexto sentido y que tarde o temprano saldrá a relucir la verdad. Igualmente, detalló que expertos internacionales se han puesto a disposición de la Iglesia para llegar al país a realizar sus propias averiguaciones, pero que debido a la pandemia del coronavirus aún no deciden para cuándo aceptarán ese ofrecimiento.
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Brenes también aseguró que desde «hace más de 25 años no se ponen veladoras» cerca de los santos en las iglesias de Nicaragua, lo que nuevamente contradice la versión del régimen. El jerarca también repudió las recientes profanaciones a templos católicos y destacó que «el fanatismo puede llevar a cuestiones peligrosas» y que ante esa situación pidió que el Santísimo Sacramento lo resguarden para evitar estas acciones en contra de la Iglesia, la que recalcó que siempre ha sido perseguida.

Por su parte, expertos químicos dejaron al descubierto las mentiras que incluye la versión policial sobre el incendio en Catedral. Los especialistas consideran que esta hipótesis carece de elementos científicos que la respalden, ya que la institución no especificó la cantidad de alcohol que contenía el atomizador y mucho menos aclaró la cantidad de líquido que se necesita para provocar un siniestro de gran magnitud en un espacio como el de la capilla de la Sangre de Cristo.
El ingeniero químico William Marín asegura que tomando en cuenta «que la capilla tiene un área de 10 metros cúbicos, un espacio completamente confinado, se necesitarían de 550 a 3,650 litros evaporados de alcohol para que se pueda producir el incendio». Otros expertos sostienen que si la capilla tiene un tipo de ventilación es posible que haya ráfagas de viento, lo que dificultaría la propagación del fuego.
En otro orden, el Ministerio de Salud presentó su informe semanal sobre la situación del coronavirus en Nicaragua. En los últimos siete días, la institución reconoció siete decesos y 230 nuevos pacientes, con lo cual, las cifras oficiales alcanzan los 3,902 casos confirmados, 123 víctimas, 2,973 recuperados y 866 casos activos. Estos datos tienen una diferencia abismal con los del Observatorio Ciudadano COVID-19 que eleva el número de personas con el virus a más de 9,000 mientras los decesos se acercan a los 2,500.
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La familia del nicaragüense Eleazar Blandón Herrera, de 42 años, originario de Jinotega, quien falleció producto de un golpe de calor, el sábado primero de agosto, en la comunidad de Murcia, España, habilitaron dos cuentas de ahorro para solicitar ayuda económica y así poder repatriar los restos del ciudadano y darle cristiana sepultura en Nicaragua.
Blandón abandonó su país a finales de octubre de 2019, después de que incrementaran las amenazas de militantes del FSLN quienes le decían que se controlara o sus hijos pagarían, esto por apoyar las protestas en contra de la administración Ortega-Murillo.

Blandón Herrera se dedicaba a la recolección de frutos en España. Sus parientes sostienen que Blandón tenía un trabajo sin descanso, sin condiciones para poder aguantar las temperaturas de más de 40 grados, sufría explotación laboral y humillaciones por parte de su jefe. El Gobierno de Pedro Sánchez ha dicho que investigará este caso.