El representante del Vaticano en Nicaragua, monseñor Waldemar Stanislaw Sommertag, afirmó a la agencia internacional The Associated Press que el incendio ocurrido el viernes, 31 de julio, en la capilla Sangre de Cristo, en la Catedral de Managua, forma parte de los «actos delincuenciales promovidos por el odio y la división», por lo que pidió al gobierno de Daniel Ortega «una investigación seria, cuidadosa y transparente».
El ataque fue calificado por el arzobispo de la Arquidiócesis de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, y por el papa Francisco, máxima autoridad religiosa de la Iglesia católica, como un «atentando». Por su parte, el nuncio manifestó que siente «profunda tristeza y asombro», hecho que se suma a la oleada de ataques y profanaciones de personas desconocidas contra templos católicos en Managua, León y otros departamentos.
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«Son actos delincuenciales promovidos por el odio y la división, lamentablemente muy radicados en gran parte de la sociedad nicaragüense. A uno le da tristeza frente a las situaciones de este tipo y no se encuentran razones por los hechos ocurridos», indicó el representante del papa Francisco a The Associated Press.


El religioso también dijo que «el Santo Padre está preocupado y bien informado directamente de mi persona y, no obstante, confía que el odio se puede vencer solamente con el bien o amor que sabe hasta perdonar», e insistió en que «la Santa Sede espera que las autoridades competentes encargadas de la investigación hagan su trabajo».
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El atentado contra la Iglesia católica en Nicaragua ha sido condenado por obispos, jerarcas, feligreses y organismos de derechos humanos de todo el mundo. El «ataque terrorista» ocurrió la mañana del viernes, 31 de julio. Según versiones de los testigos, el siniestro fue provocado por «un sujeto encapuchado que lanzó una bomba molotov a la capilla de la Sangre de Cristo que ocasionó el incendio en el área donde permanece la imagen y en donde también está expuesto el Santísimo».
Horas más tarde, la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, dijo a través de sus medios oficialistas que el incendio fue producto de las “veladoras de los feligreses que pagan promesas a los santos“. «Lamentablemente se dio ese incendio, se combustionó, se quemó la estructura de aluminio, las cortinas de telas y las flores que lo adornaban, existencia de veladoras encendidas en el entorno de la Sangre de Cristo, se comprobó, son las veladoras que encienden los feligreses que buscamos siempre como pagar a nuestros santos», afirmó cinícamente Murillo.


Posteriormente, el cardenal Leopoldo José Brenes desmintió las versiones de Murillo y afirmó que en el lugar «no habían velas (…) Fue un acto terrorista planificado» e insistió en que «dentro de la capilla ahí no hay ninguna vela, ni cortinas (…) así que el “incendio” no puede ser producto de veladoras (…) Esto fue un acto de terrorismo e incendiario de una bomba de gran poder».
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Las investigaciones realizadas por la Policía orteguista determinaron que el incendio en la capilla de la Sangre de Cristo fue producto de una acumulación de vapores de alcohol «que al mezclarse con el aire caliente produjo el fuego». Con estas conclusiones, la institución descarta mano criminal, pese a que testigos afirman que un sujeto de identidad desconocida lanzó una bomba molotov.
Es demás pedir investigación a este Gobierno criminal y asesino de los ORTEGA MURILLO cuando sea libre podra haber justicia mientras tando no se puede pedir justiacia al que mata encarcela en este país