Por: Fernando Centeno Chiong
Cuando estudiábamos las reglas aritméticas siempre consideré que sumar y restar eran las más fáciles. Pero cuando la suma es dramática, triste, dolorosa y conmovedora no resulta sencillo como pensamos.
Por ejemplo, sumar 44 pastores evangélicos, 6 sacerdotes, 35 maestros de primaria y secundaria, 20 docentes universitarios, 35 taxistas, 40 contadores públicos, 30 abogados …y dejamos de sumar.
Noticia relacionada: Robando gallinas
Por efectos de brevedad no podemos seguir clasificando por oficio o profesiones, pero en tres meses según el Observatorio Ciudadano suman más de dos mil personas fallecidas, con síntomas del COVID-19.
Para los periodistas de mi generación que hemos sido testigos de terremotos, guerras, dictaduras sanguinarias, huracanes, tsunamis y otros desastres, nunca esperamos que en menos de tres meses tantos personajes con quienes de una u otra manera tuvimos relación nos hayan abandonado abruptamente.

Esta contabilidad trágica se pudo haber evitado, al compararnos con otros países donde el número de profesionales u otros personajes fallecidos no es tan numeroso, quizás porque tienen gobiernos responsables que no mintieron sobre el enorme peligro que conlleva esta pandemia.
En otros países se prepararon con tiempo en las unidades médicas, con sus equipos e instrumentos, y capacitación a su personal, pero sobre todo hubo comunicación fluida, expedita y clara del enemigo invisible al cual nos enfrentamos.
Noticia relacionada: Nicaragua: el escenario macroeconómico probable
Se pudo haber salvado muchas vidas, y en vez de sumar cada día más víctimas, estaríamos restando pacientes que se recuperaron, personas que se salvaron, población que no fue obligada a asistir a eventos partidarios y engañados que todo estaba normal en este país
Ahora lo que restamos son amigos, colegas, vecinos, familiares, líderes políticos, académicos, líderes de opinión, en fin, es triste y hasta fatídico tener que sumar y luego restar vidas humanas que parten de nuestro entorno.
Lo que estamos viviendo no tiene comparación con ninguna catástrofe de las que hemos sufrido. La diferencia es que las anteriores tuvieron un comienzo y un final, pero esta sabemos cuándo inició, pero no cuándo concluirá, porque hay un limbo en la gobernanza, un vacío en la información, una represión constante, una multiplicación las mentiras, una perversa complicidad con lo fatal.
Lo que sí tenemos claro, es que tarde o temprano las pandemias que vivimos terminarán y que la más peligrosa, la que es visible,perniciosa, y nociva tiene que ser primero antes que continúe cobrando más víctimas.