A Félix Mendoza (nombre de seguridad) ser solidario lo llevó al exilio. Medianamente alto y flaco, está junto a una farola en el parque Omar Torrijos, en la Ciudad de Panamá, esperando al periodista, y antes de iniciar la entrevista me asegura que “no le tiene miedo a la muerte si es por la Patria”, pero asegura que el temor de su familia a que el régimen le aplicara la receta de “represión a balas y plomo” lo obligó a irse del país.
Félix es de tez clara. Tiene menos de 25 años y antes del estallido de la crisis sociopolítica, tenía un pequeño emprendimiento de distribución de lubricantes en el pacífico nicaragüense que le ayudaba a sufragar sus gastos económicos. Él, como tantos otros jóvenes exiliados por la crisis que vive Nicaragua, integra parte de la población económicamente activa que ha huido del país a causa de la represión.
“En este régimen se considera delito hacer marchas, estar no de acuerdo en cosas del gobierno y por resguardar mi vida y seguridad tuve la necesidad de emigrar de mi Nicaragua. Si ahora fuiste a protesta, ahora no solo te llevan preso, ahora aparecés muerto”, puntualiza Félix.
El joven cierra los ojos y se ve nuevamente en la escalinata de entrada a la Universidad Centroamericana (UCA), la noche del 18 de abril. Él y muchos universitarios se unieron para protestar contra el fallido paquete de medidas de corte neoliberal que intentaba imponer el régimen orteguista contra la seguridad social.
“Nosotros en son de paz, estábamos levantando la mano para que miraran que no íbamos a agredir (a los policías orteguistas y Juventud del partido de gobierno) ni aventar piedras ni nada por el estilo. Incluso unas muchachas, para que ellos miraran que estábamos en son de paz levantaron la mano y se pusieron de frente. Y su respuesta fue tirar una bomba expansiva donde estaban las muchachas, y tuvimos que comenzar a defendernos tirando piedras”, revela Félix, mientras realiza un gesto con la mano recordando lo que sucedía en las afueras de la UCA, en aquella noche que inició la represión.

Félix continuó participando los días posteriores en las manifestaciones que se dieron en las inmediaciones de la UNI, UCA y Catedral de Managua. Su labor –revela- también era estar en el centro de acopio que se instaló en el templo religioso. Ahí, mientras se recolectaba víveres vio llegar a jóvenes desangrados producto de las balas y perdigones que disparaban los agentes de seguridad del Estado apoyados por las turbas orteguistas.
“Vi a muchos jóvenes heridos que se estaban desangrando. Jóvenes que nunca supimos su paradero o si pudieron sobrevivir. Incluso, recuerdo que hubo muchas personas que con sus vehículos llegaban a dejar cosas y nos estaban ayudando a trasladar a los heridos”, puntualiza Félix, quien asegura que no olvida a un joven que resultó herido por los policías, se le curó y cuando se sintió mejor prefirió seguir enfrentándose a los agentes policiales a ser trasladado a un centro asistencial. “Él, literalmente, se puso una venda y siguió en las protestas”, dice.
Félix recuerda que durante las protestas, los universitarios lograron en un momento replegar totalmente a la Policía, sin embargo, los efectivos estaban a pocos metros del centro de acopio, por lo que empezaron a disparar. “A ellos no les importó, siguieron disparando. Si no ha sido porque el lugar era de concreto, ahí hubiera habido muchos muertos”, recuerda.
Mientras narra su historia, este joven no deja de mirar insistentemente a los lados. También pone atención por si alguien nos mira más allá de “lo normal”. Pese a que la colonia de nicaragüenses en Panamá aún es pequeña no se fía. Cree que pueden haber infiltrados del régimen entre quienes llegan a trabajar o de turistas al país canalero.
Dentro de la Upoli, corazón de las protestas
Un grupo de jóvenes, entre los que se encontraba Félix, fueron los encargados de mover los víveres recolectados por la población los días 20 y 21 de abril en las zonas cercanas a la UCA, UNI y Catedral hacia el sector de la Upoli, donde se había trasladado el foco más fuerte de la resistencia contra el régimen, en Managua.
“Con el vehículo que utilizábamos en el negocio para andar entregando productos; se usó para trasladar los víveres y personas hacia un lugar cercano (a la Upoli). No fue solo esos días, incluso hubo varios días en los que yo amanecí en la Upoli y todos esos días yo vi muchas cosas. Muchos heridos, muchas personas aún en un punto crítico (de su salud) por las mismas heridas provocadas por la Policía, ellos sonreían y decían que tenían que luchar por una Nicaragua libre”, narra apasionadamente Félix, como quien contara una batalla épica.
Sin embargo, Félix reitera que los culpables de la violencia fueron los efectivos de la Policía orteguista, a la que incluso, señala de usar “mirada láser” para poder disparar contra la población civil en horas de la noche.

“En uno de esos tantos días que amanecí en la Upoli, fue cuando mataron al muchacho Jimmy (Parajón Gutiérrez, de 28 años y estudiante universitario). Las protestas se habían trasladado a la Alcaldía del distrito VI. Yo llegué con un amigo en la moto. Nosotros estábamos trasladando agua para las personas que estaban saliendo heridas, para lavarles por los gases lacrimógenos; y entonces recuerdo que escuché las detonaciones y vi al muchacho en el suelo y ellos (Policía) seguían disparando sin tener prudencia, incluso hasta con mira láser andaban”, detalla el joven, que asegura sentir un profundo coraje producto de las muertes que vió en la UPOLI, producto de la represión orquestada por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Félix enfatiza lo desigual del choque entre los policías y turbas contra los jóvenes universitarios y población que se había unido a las protestas. “Los chavalos se estaban defendiendo como podían, entre varios agarraron un zinc y lo habían puesto para defenderse”.
Como testigo directo de la muerte del universitario Parajón, asegura que los protestantes lograron rescatar su cuerpo cuando hubo un “momentito de calma”; para trasladarlo a la UPOLI. En el centro de estudios, los paramédicos le aseguraron que ya no había nada que hacer, porque aunque estaban esperando varios vehículos para traslado de heridos hacia hospitales privados, porque ya había perdido signos vitales.
“A él (Jimmy Parajón) lo trasladaron en una moto. Y realmente cuando lo montaron a la moto él ya estaba flácido, realmente ya se veía venir que él estaba fallecido. Nosotros, mi amigo y yo, luego llegamos a la Upoli preguntamos por el muchacho y nos dieron cuenta que él había fallecido. Fue duro saber eso”, detalla con tristeza, asegurando que vio a muchos otros jóvenes heridos y desangrados producto de los ataques de la Policía y las turbas progobierno.
Félix resalta que “fue duro” saber que él podía ser una de las 325 víctimas mortales de la represión gubernamental, pero subraya que “no podía quedarse quieto” sabiendo que muchos de sus amigos y compañeros universitarios eran asesinados con impunidad por agentes de la seguridad del Estado y por las turbas al servicio del régimen orteguista.
“No podía quedarme quieto mientras miraba cómo mataban compañeros de clases, de universidad, de la carrera que yo estaba estudiando. Siempre seguí en las protestas. Estuve en lugares de acopio, lugares donde se hacían bombas molotov, pero hubo un momento en que por seguridad de mi familia tomamos la decisión de retirarnos un poco del fogueo, y solo estábamos con la entrega de víveres en la UNAN y la Upoli”, subrayando que habían empresas privadas que los contactaban para entregarle provisiones y llevarlas a los centros universitarios donde estaban atrincherados los estudiantes.
Dejar la patria es lo más duro
Al exiliarse en Panamá, Félix encontró abrigo en familiares que lo acogieron en su casa. Sin embargo, revela –con los ojos vidriosos-, que extraña profundamente a su madre, quien todavía está en Nicaragua.
“A mí me ha marcado mi vida, el alma, porque no es lo mismo una comunicación de largo. Preguntar si están bien o no. Creo que ese es el principal desprendimiento que nosotros como exiliados nos toca. Hay muchas cosas acá (que) no son como uno la piensa, todo es muy duro pero creo que muy pronto terminará todo esto”, dice con profundo dolor este joven.
Asimismo, cree que seguirá creciendo la comunidad de nicaragüenses exiliados en Panamá debido al factor económico y a la represión que continúa ejecutando el régimen sobre los jóvenes.
“Pudiendo enviar un mensaje, no lo hizo”
Mientras realizamos esta entrevista, la música de fondo nos recuerda que la Ciudad de Panamá está en plena ebullición debido a la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud.
Cuestionado Félix si esperaba o no una condena del Papa al régimen orteguista, subraya que él no es católico –profesa la religión evangélica- pero que durante la crisis le tomó aprecio a ciertos sacerdotes como Silvio Báez (obispo auxiliar de Managua) y Rolando Álvarez (obispo de Matagalpa) y manifestó su desilusión porque el Pontífice no habló ni una palabra de solidaridad con el pueblo de Nicaragua.
“El mismo día que el padre (Papa) vino aquí a Panamá, ese día hubo un gran problema en Venezuela (proclamación de Juan Guaidó como presidente interino) y hubo 14 muertos y el Papa tampoco se dirigió a eso. Entonces ¿Qué podíamos esperar que se dirigiera a Nicaragua? Un mensaje concreto, de ánimo yo no lo vi. Ni a los venezolanos y tampoco y mucho menos que no se refirió a nada de Nicaragua”, dijo en tono enfático.
“Nada que esté infectado por el FSLN”
Félix pone su fe en los organismos internacionales para poder salir de la crisis sociopolítica que vive el país, asegurando que quisiera creer que el cambio de gobierno se puede lograr en 2019. Sin embargo, enfatiza que volverá a Nicaragua solo si hay un cambio radical en las estructuras del Estado nicaragüense, actualmente controladas en su totalidad pon el régimen.
“Yo volvería cuando haya cambio radical y total del gobierno. Cuando haya una limpieza de todo aquello que está infectado por el FSLN porque ya pueden ser grandes cargos a como las bajas que están en los barrios y comunidades, los CPC, jefes de sectores. Cuando haya una limpieza total de ellos, entonces uno regresaría porque uno primero debe salvaguardar su vida”, finaliza Félix.