Desde que un pariente se desaparece, la vida de sus familiares se transforma. Sus corazones han sido destrozados por la angustia y la zozobra. Sus días ya no son para trabajar, disfrutar, comer y dormir, pues han invertido horas, días y meses en la búsqueda de sus familiares desaparecidos, en el contexto de las protestas sociales iniciadas el pasado 18 de abril.
Las madres, padres, hijos, esposas o hermanos han perdido sus trabajos y sus casas, otros han perdido hasta las ganas de vivir, todo por aferrarse a la esperanza de volver a ver a sus familiares desparecidos.
La última vez que vieron a Tomás Maldonado Pérez fue el pasado 02 de agosto, cuando paramilitares llegaron a sacarlo por la fuerza de su casa, en el barrio Los Brasiles, en carretera Nueva a León, donde sus hijos le estaban dando un hogar porque en Carazo, donde vivía, estaba tomado por sujetos armados, explicó el hijo mayor de “Tomasito”, como le llama con cariño.

“Era la 1 y 45 de la tarde cuando llegaron unos paramilitares en compañía de agentes de la Policía. Ellos llegaron a la casa sin ningún tipo de orden de captura y sacaron a una parte de los que estábamos en la casa y los tiraron al suelo. Entonces mi papá escucha, se sale y pregunta ´qué es lo que está pasando´ y ahí es donde lo agarraron a él. Uno de los paramilitares le dijo: ´mirá adonde te venimos a encontrar Tomasito´”, explicó uno de los hijos de Tomás Pérez.
Tomás Pérez, de 66 años, es un carpintero de oficio y pastor de una iglesia evangélica de Carazo, desde hace más de 10 años. En 1970, Tomás dejó sus lijas y maderas para unirse a la guerrilla del Frente Sandinista y luchar en contra de la dictadura de los Somoza. Pero ahora sus compañeros de combate se convierten en sus verdugos. Según uno de los hijos de Tomás, su padre veía a Daniel Ortega como un amigo, un compañero de lucha, aunque reconocía que estaba cometiendo un grave error al atacar a un pueblo desarmado.
Después de que iniciaron las protestas sociales en contra del presidente Ortega, el pasado 18 de abril, Pérez fue llamado por el Frente Sandinista a “defender la paz”, es decir, tomar las armas y convertirse en paramilitar para combatir a un grupo de civiles que autoconvocados han marchado, desde hace casi cuatro meses, en contra de la represión y violencia gubernamental. “Su delito fue negarse”, nos cuenta uno de los tres hijos de Tomás, quien también asegura que “esto nadie más que yo lo sabía”.
“A él (Tomás) le dijeron que apoyara con armas y él les dijo: ´no, no, yo me aparté de esas cosas´. Eso me lo contó personalmente mi papá. Ese mensaje se lo dio una persona enviada directamente por el General Avilés. Entonces esto es una represalia por no haber apoyado al comandante Daniel Ortega”, detalló el hijo de Tomás, quien refirió que es un sandinista de corazón.
Tomás Pérez no participaba de las marchas azul y blanco, pero su labor como pastor evangélico lo conectó con una protesta cívica que exigía justicia. Tomás decidió acudir a los tranques a orar con los jóvenes autoconvocados. “Mi papá no estaba de acuerdo en participar en un ataque en contra de los jóvenes, él vio que no estaban armados. Él (Tomás) lo único que hizo fue orar por los jóvenes que estaban en los tranques de Jinotepe”, explica uno de sus hijos, con los que ya tenía tiempo de no vivir.
“La juventud está corriendo un grave peligro”
Ser un exmilitar que se niega a agredir a personas desarmadas o participar de alguna forma en las protestas sociales en contra de Daniel Ortega no son las únicas formas de convertirse en el blanco de la represión gubernamental. De los más de 189 desaparecidos, registrados por el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), la mayoría han sido jóvenes. Actualmente, 14 permanecen desaparecidos y los demás han sido encontrados apresados o muertos. Los jóvenes ya no pueden andar solos, ya no pueden aparentar o ser universitarios porque “la policía voluntaria” o paramilitares pueden creer que son parte de los autoconvocados que se levantaron a protestar, en demanda de una Nicaragua libre.
La familia de Xavier Mojica Centeno, de 22 años, lo vio por última vez el pasado 11 de junio cuando lo dejaron ingresando una recarga a la tarjeta, que se usa para el Transporte Urbano Colectivo (TUC), en una venta en el sector de Linda Vista. Una de las familiares de Xavier afirma que el delito del joven fue ser un universitario, “llevar una mochila con dos cuadernos, lapiceros y una memoria USB”, pues Xavier “jamás anduvo en las protestas, ni en las barricadas, ni en la política, él solo se dedicaba a sus estudios”.
Xavier Mojica estaba en primer año de Diseño Gráfico, su mamá acostumbraba a irlo a dejar e irlo a traer, pero decirle que ingresara la recarga “fue mi delito”, aseguró la madre evidentemente consternada. La familia de Xavier lo ha buscado por todos lados; en las estaciones de la Policía de Managua, en el Instituto de Medicina Legal, en todos los hospitales de la capital, en la Catedral Metropolitana, en la Dirección de Auxilio Judicial, pero no han tenido resultados. Llevan dos meses con esas rutinas de búsquedas y lo único que han logrado saber es que en el sector en el que quedó su hijo, ingresando la recarga, anduvieron paramilitares “levantando jóvenes”.
Anarquía en Nicaragua
Todos los esfuerzos de las familias por buscar a sus parientes son nulos cuando no hay apoyo de las autoridades de las instituciones del Estado, creadas para dar seguridad ciudadana y prevenir la ejecución de delitos. Las familias que han sufrido las desapariciones llegan a interponer la denuncia y les dicen “nosotros les avisamos si sabemos algo”, en ocasiones ni siquiera se les entregan copias de sus respectivas denuncias, refirió el defensor y abogado del Cenidh, Braulio Abarca, quien ha dado acompañamiento a varios de los casos que llegan a denunciar ante el Cenidh.
La falta de diligencia y acción policial en los casos de desapariciones forzadas en Nicaragua ha permitido que las familias queden en la indefensión por no recibir el debido acompañamiento de la Policía y otras instituciones del Estado, explicó Abarca, quien resaltó que esa “omisión” que hace la Policía de sus deberes de “prestar auxilio a la población” se convierte en “un delito”.
El defensor también lleva el caso de Diana Raquel Gutiérrez, de 12 años, desaparecida desde el 28 de mayo. Abarca indicó que el caso de Gutiérrez lo ha incluido dentro de las desapariciones forzosas porque por la falta de seguridad y diligencia policial “se dan estos casos”.

Diana Raquel Gutiérrez desapareció hace dos meses y medio cuando transitaba en el barrio La Primavera, en Managua. La niña tenía problemas de aprendizaje, pero ya cursaba el tercer grado en el Colegio Brex del anexo a La Primavera. Diana iba vestida de pantalón azul jeans y una blusa rosada. Los familiares de la niña han preguntado a todos los vecinos, sin embargo nadie les da razón.
Los familiares de Diana también creen que la falta de seguridad y la anarquía que reina en el país son los causantes de la desaparición de su niña. “Yo pienso que se la llevan personas que se aprovecharon de la situación del país. Viera cuántas veces le llamé a la Policía y nunca se presentó”, explicó indignada una de las familiares que asumió la tutoría de Diana.
El caso de Diana fue denunciado ante la Policía el mismo día en que desapareció, pero como en muchos de los casos las pistas no llegan. “No me ha dicho nada la Policía, solo me saben decir que ellos me llaman cuando sepan algo”, detalló una de sus familiares, en medio de sollozos.
“La Policía es la culpable”
Los familiares de Tomás Pérez no creen que la Policía pueda ayudarles a encontrarlo, aunque denunciaron la desaparición del anciano, pues ellos culpan directamente a las autoridades, dado que los paramilitares que llegaron a sacarlo andaban custodiados por uniformados.
Aunque la Policía guarda silencio sobre el paradero de Tomás, sus familiares no dudan que lo tienen encarcelado en las celdas de Auxilio Judicial o El Chipote. El Cenidh ha documentado que el 60 por ciento de los desaparecidos bajo sospechas de haber participado en las protestas aparecen luego en El Chipote, sin un proceso judicial, sin una orden de captura y sin siquiera una disculpa.
Los defensores de derechos humanos de Nicaragua intentan hacer todo lo que corresponde para ayudar a las familias a buscar a sus parientes. Actualmente, el Cenidh lleva 14 casos de personas desaparecidas y para cada nombre cumplen un protocolo: registran la denuncia con la mayor cantidad de datos de la persona desaparecida, una ronda de llamadas a las centrales de ambulancias y estaciones policiales, se interpone denuncia formal ante la policía y en Medicina Legal y se visita Auxilio Judicial, mejor conocido como El Chipote. Al no tener resultados positivos con esta búsqueda, los defensores proceden a presentar el caso al Alto Comisionado de las Naciones Unidas y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, además, de informar a la Conferencia Episcopal de Nicaragua.
La única esperanza de las familias de los desaparecidos es que se los devuelvan vivos. Los familiares de Diana, Xavier y Tomás confían en que volverán a verlos, aunque cada vez que oyen una noticia de personas encontradas muertas reviven el miedo de que sean sus seres queridos.
Aferrarse a la idea que los tienen presos, pero con vida lo motiva a recorrer todos los días la misma ruta: llamar o visitar las estaciones de policía, organismos de derechos humanos, las morgues de los hospitales, Medicina Legal, la Catedral de Managua o El Chipote.
La súplica de todos es que los ayuden a encontrarlos
La abuelita de Diana pidió a los organismos internacionales que le ayuden a encontrar a la niña, pues las autoridades “no le dicen nada”. La mujer de más de 50 años refiere que “ya no sabe qué hacer”, pues cada vez que se levanta solo le pide a Dios que se la devuelva, se va a lavar y a planchar y empieza a realizar llamadas a todos los lugares que ya ha visitado para denunciar el caso de su nieta. La mujer afirma que no descansará hasta encontrar a Diana y que ahí donde le digan que está, ahí irá a buscarla.
La madre de Xavier, aunque la angustia la invade, se aferra a su fe que encontrará a su hijo. Ella afirma que todos los días hace ayuno hasta las tres de la tarde, en ofrenda para que Dios le ayude a encontrar a su hijo. El temor de esta madre es que lo estén torturando, pero conserva la esperanza de que encontrará vivo. La súplica de los familiares de Xavier Mojica es que el régimen de Ortega los “ayude a encontrarlo. Le pido al Gobierno que me ayude a encontrarlo porque yo quiero a mi hijo de regreso”.
El hijo mayor de Tomás también pidió que le ayuden a encontrar a su padre. Además, quiso enviar un mensaje al presiden de Nicaragua: “Yo le pido directamente a Daniel Ortega que libere a mi padre, que recuerde que mi padre dio la gran parte de su vida para el Frente Sandinista. Porque eso no se hace con nadie, eso no se hace en contra del pueblo nicaragüense”.
Las tres familias concuerdan en que ahora se sienten como que están cumpliendo una condena de “casa por cárcel” porque están atados a una búsqueda infinita y se han llenado de tantos temores que prefieren salir, únicamente, para buscar dinero y continuar tras la pista de sus parientes.