El dictador nicaragüense defendió que regímenes como Irán y Corea del Norte tengan bombas nucleares y afirmó que solo los países con armamento atómico logran evitar invasiones. En el mismo discurso, cargó contra Donald Trump por criminalizar a los migrantes, aumentar aranceles y reprimir a latinoamericanos en Estados Unidos
El dictador Daniel Ortega defendió abiertamente que más países posean armas nucleares, al afirmar que solo los Estados que tienen bombas atómicas logran evitar ser agredidos por las potencias occidentales. «Pareciera que en el mundo, para que ningún país pudiese ser agredido, sancionado, invadido, bombardeado, todos los países deberían tener sus armitas atómicas, sus puestos atómicos», dijo Ortega en un nuevo discurso cargado de propaganda antiestadounidense y respaldo indirecto a sus aliados geopolíticos.
El mandatario sandinista justificó que naciones como Irán y Corea del Norte hayan construido armas nucleares para protegerse de ataques, y criticó que las potencias occidentales impidan que otros países accedan a ese poder militar. «Los imperialistas de la Tierra que tienen la capacidad, los recursos para construir armas atómicas, las han construido, y no permiten que otro país construya armas atómicas», denunció. Refiriéndose al líder de Corea del Norte, Ortega afirmó: «Ellos no se van a quedar de brazos cruzados ante una agresión, porque están constantemente cercados, amenazados por las armas del ejército norteamericano».
Aunque sostuvo que «el camino no es multiplicar las armas atómicas en el mundo», en la práctica su discurso legitimó su existencia y necesidad. Defendió que Irán haya declarado públicamente que responderá con armamento nuclear si es atacado, y sentenció: «Eso los hace intocables». Ortega concluyó que ese tipo de disuasión atómica es lo único que impide sanciones, bombardeos o invasiones.
En otro bloque del discurso, Ortega cargó directamente contra el expresidente Donald Trump, a quien acusó de encabezar una persecución contra los migrantes latinoamericanos. «Los están persiguiendo, los andan metiendo presos porque dicen que todos son unos bandidos, que todos son delincuentes, son asesinos», dijo, y denunció que se separa a madres de sus hijos, se ejecutan redadas masivas y se reprime a quienes protestan en ciudades como San Francisco y Los Ángeles. «Es una verdadera tragedia la que se está viviendo en los Estados Unidos contra los inmigrantes», insistió.
Sin embargo, mientras critica la arremetida migratoria en Estados Unidos, Ortega ejecuta su propia política de represión y expulsión en Nicaragua: ha obligado al exilio a miles de ciudadanos, ha desterrado a decenas y ha impedido el retorno al país de cientos más. Al menos 450 personas han sido desnacionalizadas y confiscadas, entre ellas periodistas, activistas, abogados, defensores de derechos humanos, líderes políticos y sacerdotes, a quienes el régimen ha dejado en condición de apatridia y a otros miles de ciudadanos les ha imposibilitado la obtención de documentos legales lo que los ha convertido en apátridas de facto.
También atacó las medidas económicas del exmandatario estadounidense, a quien acusó de generar pleitos globales al subir los impuestos a todos los países. «Lo primero que hizo fue mandar a incrementarles los impuestos a todos los países en el mundo. Y ahí están las discusiones, los pleitos, hasta con la Comunidad Europea», afirmó. Ortega incluso reivindicó un discurso territorial al declarar que California es territorio mexicano: «San Francisco, Los Ángeles… ese es territorio mexicano».
A lo largo del discurso, Ortega no hizo ninguna referencia a las graves denuncias internacionales contra su régimen por crímenes de lesa humanidad, persecución política y censura. En cambio, cerró con elogios a China y Rusia, a quienes presentó como ejemplos de cooperación solidaria frente al «imperio». Como ha hecho antes, utilizó un conflicto internacional para atacar a sus adversarios externos y reforzar su narrativa ideológica, mientras su propio país permanece cada vez más aislado del mundo democrático.