El dictador Daniel Ortega calificó como un montaje sin consecuencias reales el reciente ataque de Estados Unidos contra instalaciones nucleares en Irán. En un discurso plagado de acusaciones contra las potencias occidentales, Ortega aseguró que los bombardeos no destruyeron nada significativo, ya que —según él— los laboratorios iraníes habían sido trasladados previamente. «Después que lanzaron los bombazos sobre los puntos donde supuestamente están los laboratorios, resulta que todo eso es un teatro, un teatro», afirmó.
El tirano sandinista sostuvo que si realmente en esos sitios hubiera habido material nuclear activo, las consecuencias habrían sido comparables a Chernóbil. Como eso no ocurrió, insistió en que se trató de una operación de propaganda. «Es una tragicomedia. Porque es una tragedia realmente. Ponen en terror a los pueblos de la zona y por otro lado ponen en terror al mundo también. Y se dicen que lo están haciendo por la paz», expresó.
Ortega señaló que la verdadera intención del operativo militar fue beneficiar políticamente al gobierno de Israel, al que acusó de dirigir la ofensiva contra Irán con la complicidad de Washington. «El presidente (Trump) que manda lanzar los cohetes lo hace, lo hace para ayudar al gobierno de Israel. Porque el gobierno de Israel, que tiene armas atómicas y que no acepta que lo revisen, nadie lo revisa», dijo, en referencia a la impunidad con la que —afirma— actúan las potencias nucleares aliadas de Estados Unidos.
A pesar de su respaldo implícito al régimen iraní, Ortega evitó pronunciar un apoyo directo en medio de la escalada. Sin embargo, sí defendió la narrativa iraní de que sus programas nucleares tienen fines pacíficos. «Los especialistas de organismos que los han visitado, que han ido a inspeccionar los lugares, decían que no había señal de que estuviesen ahí construyendo bombas o cohetes», aseguró.
El bombardeo al que se refirió Ortega ocurrió en el marco de las crecientes tensiones entre Irán, Israel y Estados Unidos por el desarrollo nuclear iraní. El 21 de junio de 2025, el gobierno estadounidense confirmó haber ejecutado ataques selectivos contra lo que describió como «infraestructura militar» asociada al posible desarrollo de armas atómicas. Las operaciones se realizaron en coordinación con Israel, que enfrenta ataques constantes con drones y misiles atribuidos a Irán o sus grupos aliados en la región.
Según la versión de Washington, los bombardeos buscaban frenar una escalada mayor en Medio Oriente y limitar el avance de programas que —afirman— podrían tener fines bélicos. Irán, sin embargo, negó que sus instalaciones nucleares hayan sido afectadas, reiteró que su programa es de uso civil y aseguró que los sitios atacados ya estaban inactivos o habían sido evacuados. Medios internacionales han reportado que, efectivamente, algunos laboratorios fueron desmantelados días antes de los ataques.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) no ha confirmado afectaciones directas a instalaciones bajo su supervisión, pero ha manifestado preocupación por el aumento de las tensiones y ha pedido acceso para verificar el estado de las áreas bombardeadas. Irán, por su parte, denunció los ataques como una violación de su soberanía y ha advertido que se reserva el derecho de responder si las agresiones continúan.
En ese contexto, Ortega se alineó con la postura de Irán al minimizar los bombardeos y deslegitimar los argumentos de Estados Unidos. Su discurso refuerza su estrategia geopolítica de respaldo a gobiernos autoritarios enfrentados a Occidente, aunque sin involucrarse directamente en el conflicto regional. Como ha hecho en otras ocasiones, el líder sandinista utilizó el escenario internacional para atacar a sus adversarios y reafirmar su narrativa de victimización, mientras evita pronunciarse sobre la represión, las violaciones a los derechos humanos y el creciente aislamiento internacional de su propio régimen.