Una Nicaragua sin horizonte. Esa es la imagen que proyecta el más reciente estudio de percepción ciudadana presentado por la organización Hagamos Democracia, según el cual el 97.3 % de los nicaragüenses ve con pesimismo el futuro del país, mientras apenas un 2.7 % mantiene una visión optimista. La abrumadora mayoría de la población se siente atrapada entre el encarecimiento de la vida y un sistema político cerrado, lo que ha disparado el deseo de emigrar como única salida posible.
El estudio, realizado entre el 11 y el 17 de abril de 2025 en 40 municipios del país, revela que el 51 % de los encuestados atribuye su visión pesimista a la situación económica, mientras que el 40 % lo asocia directamente con la crisis política que vive Nicaragua bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Un 9 % señala a la corrupción como la principal causa de su desesperanza.
Esta percepción de deterioro nacional se traduce en una intención concreta: el 63.1 % de los consultados afirma que se iría del país si tuviera la oportunidad. Para la mayoría, el éxodo no es una idea, es un deseo reprimido por la falta de medios o de posibilidades legales para migrar. Del total que desea salir, el 61 % señala la crisis económica como su principal motivo, y un 33 % menciona razones políticas, lo que refleja cómo el colapso de las condiciones materiales de vida y el autoritarismo van de la mano en la decisión de partir.
Entre quienes desean emigrar, el 52 % sueña con llegar a Estados Unidos, el 27 % tiene como meta España y el 18 % considera Costa Rica como su destino. Estos tres países se han convertido en los principales receptores del éxodo nicaragüense desde el estallido de la represión en abril de 2018. La nueva ola migratoria no responde únicamente al miedo político, sino también a la imposibilidad de vivir con dignidad.
Este estudio, el décimo que realiza Hagamos Democracia desde diciembre de 2022, fue presentado en San José, Costa Rica, ya que la organización se encuentra exiliada debido al cierre del espacio cívico en Nicaragua. La encuesta se aplicó a 400 personas de diversas edades y ocupaciones.
La persecución política, la causa
Aunque los datos recogen percepciones personales, las causas del pesimismo tienen raíces claras en el contexto político y social que vive Nicaragua. La represión sistemática ejercida por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha limitado severamente el ejercicio de derechos básicos: la libertad de expresión, la organización comunitaria, la práctica religiosa y la movilización social. A esto se suma el cierre de más de 3.500 organizaciones de sociedad civil, muchas de ellas dedicadas a programas de salud, educación, desarrollo económico y asistencia humanitaria en comunidades empobrecidas.
La persecución contra líderes religiosos, especialmente de la Iglesia Católica, ha afectado también el tejido espiritual y social de miles de familias. La represión no solo impide hablar o disentir, sino que asfixia la vida cotidiana, restringiendo incluso espacios de esperanza y consuelo comunitario. En un país donde la religiosidad forma parte de la identidad colectiva, el castigo al clero y el cerco impuesto sobre los templos golpean profundamente el ánimo nacional.
El control absoluto del poder por parte del régimen también ha generado un ambiente de desconfianza y aislamiento internacional, lo que reduce el flujo de inversión extranjera, limita el comercio y obstaculiza la generación de empleo formal y seguro. A medida que la dictadura se afianza, se cierran las oportunidades de desarrollo económico estructural, y eso refuerza la percepción de que no hay futuro posible dentro del país y la idea de que la única vía para mejor la vida está en la migración o el exilio.