Abril es un mes que a Rosario Murillo le quita el sueño, es una «pesadilla» para la mujer con más poder en Nicaragua. Sabe que no pudo aplastar a la ciudadanía, aunque contaba con la Policía y sus fuerzas paramilitares. Abril le molesta e incomoda.
Al cumplirse seis años de la revuelta social, Murillo no desaprovechó la oportunidad para lanzar todo su odio, rencor e ira contra la Iglesia, los opositores y Estados Unidos. También se burló de los excarcelados a los que desterró al país norteamericano.
Noticia relacionada: Rosario Murillo revela el terror con el que vive: Dice que duerme «con los ojos abiertos»
Rosario Murillo solo dejó ver su verdadero rostro. Ayer, 18 de abril, se desparramó en una «serenata» de insultos, ataques, epítetos, descalificativos y peyorativos contra todos los sectores que critican a ella y su marido, el dictador Daniel Ortega.
En los 31 minutos y 55 segundos que demoró su letanía, en los medios de propaganda de su familia, Murillo llamó a la Iglesia vampiros, retorcidos, malvados, discípulos de Satanás, maltrechos, los malignos, sonrisas hipócritas y falsos, que «se quitaban las máscaras de buena gente».
La Iglesia fue invitada por el régimen de Managua a mediar un fallido diálogo nacional. En un intento por acabar con la crisis, propuso nuevas elecciones sin Ortega, y eso los llevó a ser considerados como parte del «intento de golpe de Estado.
«Hace ya seis años iniciaban el asedio con campanas que no sonaban a fiesta, sino a muerte, asesinato, torturas, barbarie y dolor. Entonces clamaban como vampiros por sangre, con la saña de los que esconden veneno detrás de la manipulación de los mensajes bíblicos y la estupidez de sus propias cobardías. Pretendían sobornar y aplastar por miedo y borrar la bravura y gallardía del pueblo nicaragüense», expresó Murillo,
Con la oposición no se quedó callada, Murillo también tenía reservada su dosis de odio para los diversos grupos. En si intervención usó 18 palabras para dejar salir su ira, enojo y resentimiento. Los llamó comparsas de la embajada, heraldos negros, traidores y serviles.
También lacayos, esclavos, vendepatrias, puchos, decrépitos, disminuidos, torturadores barbáricos, dinvergüenzas, cobardes, míseros, fraudulentos, farsantes, ficticios y bárbaros.
En la más de media hora que escupió todo el veneno que acumuló desde abril del año pasado, la vicedictadora usó la palabra «paz» 18 veces, aunque consiente o inconscientemente, Murillo procuró repetir la misma cantidad de insultos como la fecha del día que no la deja dormir, como ella misma lo ha aceptado.
Murillo agregó que los opositores son los que pertenecen al «estercolero de la memoria» y «allá donde están, nadie los escucha y viven mendigando. No son nadie, son insignificantes, chingaste de enfermedades espirituales».
Cada vez que la pareja dictatorial habla es impensable que no mencione a Estados Unidos en su discurso. Ya sea para atribuirle un supuesto financiamiento para las protestas o para cobrarle la histórica demanda ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Murillo se refirió indistintamente a la embajada de Estado Unidos en Managua o al país en en sí, todo para hacerlo responsable del levantamiento cívico que dejó un saldo negativo de más de 350 personas muertas a manos de la dictadura.
La copresidenta los llamó imperialistas de la tierra, colonialista, amo extranjero, ciegos, sordos, pretenciosos, crueles, y malignos.
La vocera gubernamental también demostró que desterrar y dejar sin patria a 317 personas, entre obispos, sacerdotes, periodistas, defensores de derechos humanos, activistas y opositores, es un orgullo para ella. En seis ocasiones «celebró» la violación a los derechos humanos. Incluso afirmó que «no son nadie».
«Los sacamos, porque en patria libre no se ensucia la historia, y muchos menos la gloria. Al contrario, ellos son la basura que pertenece al estercolero de la memoria», afirmó furibunda.
A los apátrida los tempestades del odio; sembradores de perfidia, de muerte y dolor; cizaña y guadaña.
Tras llamarlos «vende patrias, traidores y puchitos», la primera dama admitió públicamente que había aprendido «a dormir con los ojos abiertos» para «protegerse» de los críticos a su gobierno.