En abril, el guardabarranco trabaja arduamente para construir con su pico una pequeña cueva redonda y tener un espacio donde incubar sus dos huevos, que probablemente nacerán en mayo, junto a las flores amarillas y rojas de sacuanjoche.
Mientras la hembra anida en los farallones de los bosques secos del pacifico de Nicaragua, el macho permanece fuera de la morada, entonando su canto, para alertar a su pareja de cualquier peligro. El hogar de estas aves es una cueva que alcanza cerca de dos metros de profundidad.
Cuando la hembra logra salir de su pequeña caverna, en busca de escarabajos, mariposas y frutas, el macho entra a calentar los huevos. Esta especie aún no perfila en la lista de aves en peligro de extinción, pero tiene como su mayor amenaza al ser humano, que destruye cada día el bosque donde reposa y encuentra su alimento.
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Un ave que no resiste el cautiverio
En el camino que conduce a la comunidad Palo Quemado y La Zopilota, del municipio de Diriá, del departamento de Granada, predominan los barrancos de piedra pómez, el lugar perfecto donde el ave nacional de Nicaragua construye con su fino pico la gruta que la protege de la lluvia y el sol.
Algunos de estos peñascos, que son de tierra negra, no alcanzan grandes alturas y se encuentran a la vista de las personas que transitan estos lugares. Las personas tienen la oportunidad de observar el arduo trabajo de los «mineros de la naturaleza» para edificar un lugar seguro donde incubar sus huevos.
Elmón Alemán, un campesino originario de Palo Quemado, afirma que el guardabarranco siempre se ha mantenido en estas tierras y muchos lugareños, cautivados por los bellos colores del ave, han fracasado en su intento de domesticarla.
«En nuestra niñez deseábamos tener esta ave en nuestras casas, pero al momento de excavar en su cueva, para sacar sus pichones, era poco el tiempo que podían sobrevivir en cautiverio, porque es difícil mantener su alimento a base de insectos y frutas. Además, están hechas para andar libres en el campo», remarca Alemán, de 70 años.
El veterano enfatiza que, hace más de cinco décadas, la población de su comunidad era escasa y, por lo tanto, los caminos eran menos transitados. Esto hacía que los guardabarrancos fueran más visibles, pero en la actualidad se espantan con facilidad y encontrarse con uno es más difícil. Los ruidos de las motos, autos y la gente hablando los espanta.
El jurista costarricense Jaime Robleto destaca en uno de sus artículos que «si a esta ave se le aprisiona, se estrella contra la jaula hasta morir, porque nació para la libertad y por ella vive y crece».
Una danza de amor antes de aparearse
La ornitóloga Salvadora Morales es una estudiosa del comportamiento del guardabarranco. En sus observaciones, asegura que esta ave inicia su época reproductiva durante el mes de abril, pero desde marzo comienzan a cortejar a la hembra.
El macho recoge hojas de colores, mariposas y frutas, para dárselos a la hembra y así conquistarla. El gesto está catalogado como una «danza» y «un bello espectáculo de la naturaleza».
«En abril se puede escuchar su canto, aunque no es muy bonito. Sin embargo, uno de los nombres comunes del guardabarranco, que recibe en Costa Rica, es el de ‘torogoz’ porque su canto suena como: ¡Torogoz! ¡Torogoz! ¡Torogoz! Cuando busca conquistar a su pareja», explica Morales.
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Esta ave, que mide aproximadamente 35 centímetros, se posa en ramas para detectar a los insectos y, algunas veces, escarba el suelo, como lo hace la gallina, para encontrar otros tipos de bichos. El peso está entre 60 y 65 gramos y, según los expertos, con una buena alimentación pueden llegar a vivir más de ocho años.
Proclamada como ave nacional en 1971, el guardabarranco se encuentra en muchos departamentos del pacífico de Nicaragua, especialmente en Granada, Masaya, Carazo y Rivas. Sus vuelos no son muy largos, por lo cual permanecen en su hábitat cercano a los bosques secos.
«Esta ave busca los barrancos de piedra pómez porque es una tierra suave para construir su casa. De ahí se origina el nombre de guardabarranco, porque se ‘guarda’ en estos peñascos», explica Morales.