Desde que las tiendas chinas empezaron a ganar terreno en el comercio de Masaya, una gran parte de los vendedores ambulantes y trabajadores informales ha empezado a percibir una baja «significativa» en sus ventas, debido a la competencia «desigual» y «caprichosa»
Nicaragua se caracteriza por contar con la mayor cantidad de trabajos informales, aquellos que no tienen acceso a la seguridad social y que ganan un 15% menos (900 córdobas), en comparación con quienes tienen un puesto formal.
Noticia relacionada: Tiendas de cultura asiática atraen la atención de adolescentes y jóvenes adultos en Estelí
Martha Rivas, de 58 años, tiene más de 20 años de vender ropa nueva en la zona comercial de San Miguel, en Masaya. La mujer contó que en la zona es usual ver a vendedores ambulantes y tiendas que ofrecen todo tipo de productos. Sin embargo, con los productos a precios bajos que ofrecen las tiendas chinas, las ventas de los locales han disminuido.
La veterana comerciante asegura que «desde hace como dos años se ha sentido un cambio en las ventas» y cree que la instalación de tiendas chinas lo ha «empoderado». «Pienso que se deberían de regular esos negocios o que no den tan bajo el precio del producto, porque nos afecta», recomendó.
Temporada de ventas bajas
Otra vendedora, bajo condición de anonimato, comentó que la caída en las ventas se debe a la «temporada» y no a la competencia que tienen los comerciantes frente a los bajos precios de las tiendas chinas.
«Como comprador, la gente busca lo más económico. Los mismos clientes me han dicho ‘el mismo producto que vos ofrecés, ellos lo tienen más barato’. Pero otros me dicen que por ir allí las cosas no funcionan y se dañan rápido», indicó.
Competencia injusta
Sin embargo, los comerciantes del departamento de Rivas afirman que sí existe una «competencia desigual» desde que llegaron las tiendas chinas. Una vendedora denunció que los inversionistas asiáticos ofrecen «jugosos» pagos de arrendamiento para «llevar a la quiebra» a los negocios de ventas populares de la ciudad.
En su caso, la comerciante reveló que el tramo de su negocio es «alquilado», pero teme que algún asiático ofrezca el doble de pago por el local, en el cual ha vendido sus productos desde hace varios años.
«Yo pago 300 dólares mensuales y ellos ofrecen hasta el doble. ¿Quién no va aceptar? A un sobrino le sucedió eso y se ‘movió’ a otro local, pero ya no era igual, dejó el negocio y se tuvo que ir a Estados Unidos», lamentó.
Por Voces Unidas