Actualmente, hay un grave peligro que ronda a los estudiantes de secundaria de Estelí y Somoto: las drogas. Las autoridades educativas de los colegios se encuentran preocupadas y han «activado las alarmas» entre los padres de familia.
Los dirigentes de las escuelas señalaron que el problema con los estupefacientes puede salirse de control, ya que las instituciones carecen de un plan específico para tratar el tema. Por lo tanto, según admitieron, dejan que la Policía tome acciones preventivas, las cuales solo tienen un efecto en el corto plazo. Para algunos ciudadanos de Estelí, no basta con amenazar con cárcel a los menores de edad, sino que «se necesitan soluciones más integrales».
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Algunos de los males que han afectado a los jóvenes de estos municipios del país son el uso de cigarros electrónicos o de tabaco, así como el consumo de alcohol y de algunas drogas como la marihuana. Lo cual se suma a actos de indisciplina, abandono temporal de clases y deserciones permanentes.
En los institutos Francisco Luis Espinoza (NFLE) de Estelí o en el Augusto Salinas Pinell (INASP) de Somoto, varios casos son de conocimiento público. «Estos problemas nos están arrebatando a los chavalos», lamentó una madre de familia que intenta liberar a su hijo del consumo de marihuana.
Amarga experiencia
«Ha sido difícil», admitió la madre. El muchacho había tenido una vida de «altibajos» que empeoró a mediados del 2023. El joven cursaba su cuarto año de secundaria, sin embargo, todo se vino abajo cuando su mamá fue llamada por las autoridades del instituto para decirle que el joven ya no asistía a clases y que se escapaba junto a otros estudiantes para consumir hierba. Actualmente, el adolescente ya no estudia, tampoco trabaja y, cada día, su adicción empeora. «El colegio solo lo echó, por lo que ahora lucho sola con esto», dijo la mujer de 52 años, quien también está viuda desde hace seis.
Por otro lado, dos hermanos mayores del muchacho intentaron intervenir, pero solo lograron alejarlo de sus problemas por pocos días. «Se necesita ayuda, atención no sé si psicológica y es lo que no hay, no hay un lugar donde uno pueda llevarlo para su rehabilitación, ¿me entiende?», explicó el familiar. «Esto es un problema en la ciudad, si no es hierba, es alcohol y hasta pastillas de las farmacias para hacer combinaciones y crear droga. Preocupa de verdad lo que pasa con los chavalos», declaró.
A pesar de ello, estos problemas no son tan nuevos en las escuelas secundarias de Estelí y Somoto. Un padre de familia relató que esta amenaza se ha hablado por lo menos durante los últimos cuatro años. «En estos centros hay clases por la mañana, tarde y noche. Son un montón de muchachos y, en horarios como la tarde y la noche, uno se descuida y de ahí nacen los problemas», advirtió.
Según el padre de dos estudiantes, una de ellas en su último año en este ciclo escolar, estos casos han empeorado porque «los centros educativos no tienen estrategias ni programas para atender esta amenaza». «No están preparados», comentó. De igual manera, criticó que «no veo cómo una solución que expulsen al chavalo, eso solo empeora porque se quedan en casa mientras que los padres buscan cómo ganarse el pan», por lo tanto, «el vicio gana, porque tienen más tiempo y nada les ocupa la mente».
El líder de familia consideró que, con este tipo de problemas, los centros deberían de contar con planes especiales y tener alianzas con instituciones que trabajan con el problema de las adicciones. «¿Qué es lo que pasa ahora? Que el Estado se lanzó contra un montón de oenegés que podrían colaborar contra este mal, pero ahora solo la luchamos los chavalos y los padres, lo que no es fácil», explicó.
Expendios cada vez más cerca
Por su parte, otros padres han culpado a la negligencia de las autoridades por estos casos, quienes han permitido la implantación de múltiples expendios de alcohol y drogas cerca de los colegios, con la aparente excusa de promover la actividad comercial de los municipios. «Vemos que los establecimientos de venta de licor aumentan y, aunque se sabe donde operan los expendios de drogas, las autoridades hacen poco», denunció otra madre afectada por esta crisis.
«Muchos de los alumnos tienen la facilidad de involucrarse en el consumo de licor y drogas porque esos lugares están a menos de 30 metros de los colegios», resaltó una maestra de secundaria. Además, mencionó que ella misma ha tenido que encarar a los sujetos que se dedican al «narcomenudeo» en las cercanías de las escuelas.
La docente explicó que «(los proveedores) se ubican en las esquinas, llegan a las mallas o a los muros perimetrales (del instituto) y desde ahí ofrecen el ‘veneno’». «La Policía debería de estar para ver eso, para cuidar estos lugares. Si pasaban hasta meses montando vigilancia en las casas de políticos, ¿por qué no cuidar a los chavalos? Ese esfuerzo que si vale la pena», recomendó.
Algunas medidas que han tenido que tomar los docentes y directores de los institutos han sido los llamados de atención a alumnos problemáticos, la revisión de mochilas al azar, la suspensión temporal de clases, las citaciones a los padres y, en el peor de los casos, la expulsión de los estudiantes del colegio. «Eso no ayuda, es apenas una campanada de que algo anda mal», admitió la docente.
«Se debe de trabajar en respuestas más efectivas, porque lo que hacemos es ‘pasar la pelota’ a los padres y, a veces, ya hay mucho agobio en las casas. Hay que recordar que hay hogares disfuncionales, padres que se han ido del país, abuelas-madres; hay de todo ahí», recomendó la docente desde el anonimato. A su vez, agregó que «esto te dice lo mal que estamos, de esto deberíamos hablar seriamente y no a escondidas, es un grave problema, son nuestros hijos».
“Problema es de todos”, dicen padres
Don Manuel es un técnico agrícola, de 49 años, que tiene un hijo de 15. El padre relató que, el año pasado, enfrentó muchos problemas en su hogar debido a que el muchacho fumaba tabaco y cigarrillos electrónicos. «Él estaba estudiando el noveno año (cuarto grado de secundaria) y lo sorprendieron junto a otras chavalas. Lo suspendieron temporalmente de clases y nos mandaron a llamar», relató.
Según el padre, las autoridades le dijeron que «castíguenlo y ténganlo en casa». «Lo bueno es que el chavalo apenas comenzaba en el mal camino y pudimos ayudarlo, pero ¿Cuál es el problema en otros casos? Es que no hay un plan de atención que involucre a una psicóloga o que brinden un tratamiento médico especializado, que den charlas de forma permanente y no algunas veces», denunció don Manuel.
A su vez, el líder de familia relató que, en más de una ocasión, durante las reuniones con los profesores, estos hicieron un «exceso» de llamados para que los padres estén atentos a los chavalos para que estos no cayeran en los vicios. «Pero no te hablan sobre las señales, no te capacitan para enfrentar el problema y más bien nos regañan porque ‘no estamos pendientes’. Yo creo que el Ministerio de Educación debe de cambiar el enfoque porque el problema va creciendo», advirtió.
En 2023, estos casos se presentaron con una gran frecuencia en el Instituto Francisco Luis Espinoza, debido a que sus instalaciones se ubican en la parte suroeste urbana de la ciudad de Estelí.
En este colegio es común ver peleas entre alumnos y el consumo de cigarros electrónicos, de tabaco o marihuana durante los cambios de clases, recreo, comienzo o final del turno. A su vez, el instituto ha realizado sendos informes que luego comparten con los padres de familia durante las reuniones trimestrales. En esas juntas, también se abordó la preocupación por accidentes de tránsito en la que se vieron involucrados algunos estudiantes que manejaban motos bajo efectos de ciertas sustancias.
Otra preocupación la causó el reporte de dos casos de suicidios de jóvenes; uno ocurrió en Estelí y el otro en Somoto. Estudiantes que conocieron de las tragedias, dijeron que ambos estaban ligados al consumo de sustancias ilícitas.