El obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio José Báez, invitó a los nicaragüenses a ser «testigos de luz» y a que sigan el ejemplo de Juan El Bautista, un profeta enviado por Dios «no para que hablara de sí mismo, expusiera sus propias ideas o llevara adelante algún proyecto religioso o político, sino para ser un testigo que reflejara con su vida y su palabra, una luz que estaba por llegar».
Desde la Iglesia Santa Ágatha, en Miami, Estados Unidos; donde se encuentra exiliado debido a la represión de la dictadura sandinista, monseñor Báez celebró el tercer domingo del tiempo de adviento, recalcó que el rol de un testigo «es no mirarse a sí mismo ni llamar la atención sobre su propia persona. Da indicaciones, hace señas, compromete su palabra. Eso era Juan».
De igual manera, enfatizó en que Juan fue enviado por Dios para dar testimonio de la luz en una «sociedad que estaba oscurecida por el autoritarismo de los poderosos, la hipocresía de la religión y la desilusión e impotencia del pueblo más pobre». El obispo relató que la gente de esa época religiosa estaba «agobiada por la religión oficial de Jerusalén, que dominaba despóticamente, y se imponía con violencia sobre el pueblo. Juan Bautista aparece como una voz luminosa en medio de aquella sociedad oscurecida».
Los movimientos mesiánicos surgían por todas partes y confundían a la gente, que ya no sabía a quién creer o qué esperar. Se pensaba que el Mesías podía llegar de un momento a otro. Todos esperaban algo, aunque sin comprender del todo qué esperaban. Algunos se desilusionaban, la mayoría dejaba de esperar.
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«Dios no lo envió para pronunciar discursos doctrinales o establecer un culto religioso, sino para invitar a todos a confiar en Dios y dejar que su luz iluminara sus corazones», enfatizó el líder religioso. Añadió que «Juan sabía que el Mesías ya estaba en medio del pueblo y se dedicó a señalarlo, invitando a todos abrirse a la alegría de creer en aquel que lo transformaría todo. ¡Cuánta necesidad tenemos hoy de testigos de la luz como Juan el Bautista!».
El obispo Báez resaltó que en las sociedades «oscurecidas por la maldad, la mentira y la irracionalidad a los testigos de la luz no siempre les va bien» y que el testigo puede llegar a sentirse «débil y limitado, cuando comprueba que su fe no encuentra apoyo ni eco social. Incluso se ve rodeado de indiferencia o rechazo». Comparó la situación de los testigos actuales con la época bíblica, donde «las autoridades religiosas de Israel enviaron una comisión de sacerdotes y levitas hasta el río Jordán, donde estaba Juan, no para escucharlo, sino para investigarlo y, eventualmente, poder desautorizar su misión», (Jn 1,19-28).
Monseñor Báez puntualizó en que las iniciativas de las periferias «siempre resultan sospechosas para quienes están en el centro dominando todo». «Todo proceso de concientización, o de movilización popular, produce mucho miedo en los poderosos. Por eso, los pueblos no deben desmayar en su esfuerzo por informarse, organizarse y alzar la voz aunque parezca como la de Juan, ‘una voz en el desierto’», manifestó el religioso.
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A pesar de los obstáculos que pueden aparecer en el camino, llamó a los nicaragüenses a «esparcir esperanza, no pesimismo y esforzarse en hacer felices a los demás, no en hacerlos sufrir. Como testigos de la luz debemos ir por la vida contagiando la rebeldía evangélica, que nos lleva a denunciar y a oponernos a todo lo que atenta contra la dignidad del ser humano».
El jerarca destacó que «los profetas no surgen acumulando méritos y colocándose por encima de los demás, sino aceptando sus límites y bajando para servir a Dios en medio de la gente» y que estas misma humildad es lo que «engrandece» a Juan Bautista. Predicó que «los grandes líderes no lo saben todo, no lo pueden todo, ni se consideran indispensables y tampoco se creen mejor que los demás».
El obispo concluyó su homilía con el mensaje de que aunque nadie es «la luz de Dios», todos «podemos irradiarla con nuestra vida». «Juan Bautista nos enseña que no somos más que frágiles voces llamadas a ser eco de la Palabra de Dios, y que todos podemos ser voces del Señor que griten su palabra en el desierto del mundo», sostuvo el religioso nicaragüense.
El obispo Silvio Báez es una de las figuras principales de la Iglesia católica que denuncia sin cesar las actividades criminales que realizan los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Actualmente, se encuentra en el exilio y, a pesar de ser víctima de haber perdido su nacionalidad nicaragüense por órdenes de la tiranía, continúa pregonando un mensaje de esperanza para los nicaragüenses y el mundo. Recientemente, el obispo auxiliar se pronunció respecto a la situación de su «hermano» monseñor Rolando Álvarez, quien es símbolo de la prisión en la que se ha convertido Nicaragua bajo el régimen de la pareja presidencial Ortega-Murillo.
Las declaraciones de monseñor Báez se dieron en el marco de la IV entrega de los premios CARISMA 2023, que son entregados anualmente por la Conferencia de Religiosos y Religiosas de España (CONFER), y que este año tenía como uno de los galardonados al obispo Rolando Álvarez, en la categoría de «Misión y Cooperación».