Hoy viernes, nueve de junio de 2023, es, de ahora en adelante para mí, un día especial.
Hace casi cuatro meses, el 15 de febrero, por la tarde, hacía mi trabajo como periodista, sin sobresaltos. Era normal. Ya acostumbrado a una rutina de cubrir y editar noticias sobre abusos y manotazos de una dictadura que oprime a mi país de manera brutal y que ha impuesto a todos una gran cárcel.
De repente todo cambió. En cuestión de segundos. Uno de mis colegas de equipo me mandó un archivo en PDF. «¡Buscate ahí!», me dijo apresurado.
Me sentí desconcertado, pero sospechaba que era algún tipo de incriminación, que al final, Daniel Ortega y Rosario Murillo se habían decidido a hacer contra mí. Pero en realidad era contra 94.
Y empecé a leer. Una «sentencia» por una condena por la que jamás hubo proceso legal. Pero que estaba siendo «legalizada» por un magistrado sandinista de un Tribunal de Apelaciones. Es decir, una sentencia por un «crimen» que nunca estuvo en juicio, pero que tampoco nadie había apelado, y aun así era confirmada por ese infame juez de Apelaciones.
Corrí a buscar en la televisión oficial para verlos en vivo, y ahí estaba el mismo juez, leyendo una lista interminable de «criminales». Eran 94 nicaragüenses. A casi todos los conocía. Cada nombre me resultaba tan familiar por que son activistas, feministas, personas que la mayoría estaba ya en el exilio; respetados defensores de derechos humanos que han estado en las calles desde que recuerdo protestas, incluso aquellas movilizaciones sandinistas de los años 2000, cuando yo llegué a estudiar mi carrera en la Unan-Managua, me refiero a defensores tan valientes como la doctora Vilma Núñez o Gonzalo Carrión.
También leían los nombres de sacerdotes católicos como el padre Edwin Román, quien está exiliado en Estados Unidos o monseñor Silvio José Báez, quien se ha convertido en una gran voz que denuncia con convicción profética inclaudicable los atropellos, y quien había sido obligado al destierro desde el 2019. Igualmente, unos 12 colegas periodistas, casi todos directores de medios de comunicación, con los que he trabajado o me he encontrado en coberturas.
Me temblaban los pies y sentí un frío extraño en la columna. Pasé por mi nombre y me estremecí. Me estaban «condenando» por «traición» a mi patria.
Me despojaban de mi nacionalidad nicaragüense y me pareció ridículo, pero debo decir que no me sorprendió por que desde hace muchos años he estado clarísimo que es una dictadura y que cada día se superan en el nivel de criminalidad, saña, absurdo y desvergüenza.
Me parecía ridículo, sí, por que en lo único que pensaba era en cómo me iba a decir alguien que me iban a quitar mi identidad. ¿A mí? ¿A este cincopineño a quien le hierve la sangre por su país? ¿A mí, que nací en Chinandega y que viví mi niñez allá en aquellos caminos pedregosos de El Carrizal y Las Pozas, la comarca donde quedaba mi escuelita en la que estudié mi primaria?
¿A mí, al hijo de una mujer campesina que libró una y mil batallas para hacernos una casita de adobe y darnos de comer, allá en El Carrizal?, ¿Ahora, este par de desquiciados dicen que dejo de ser nicaragüense, solo por que a ellos les ronca?
Antes de los 94, ya Ortega se había aventurado en el despojo de nacionalidades con los 222 prisioneros políticos, a quienes, el nueve de febrero, sacó de sus cárceles para desterrarlos a Estados Unidos. Cuando iban volando hacia Washington, otro juez rastrero leyó otra sentencia abyecta en la que también le despojaba a estos nicaragüenses de su nacionalidad, les anuló sus derechos a perpetuidad y los dejaba apátridas.
Desde esos días han pasado tantas cosas. El acto contra los 222 y contra los 94 ha sido tan aberrante, que inmediatamente saltaron las condenas internacionales. Gobiernos escépticos y convencidos, de todo el mundo, se quedaron impávidos. Decenas de países repudiaron el despojo y criticaron a aquella dictadura, no solo por criminal, sino también por cavernaria.
Con esas condenas también salió a relucir la solidaridad de una manera sorprendente. Estoy seguro que el par de psicópatas que oprimen a mí país, al ver el impacto y la movilización mundial que tuvo su acción rancia y atrasada, se arrepintieron de la caballada que habían cometido, impulsados por su odio, su frustración y su hígado.
Esa solidaridad se expresó en el ofrecimiento de acogida por al menos siete países, entre ellos España. El gobierno español ofreció nacionalidad a los 222 y luego extendió a los que el régimen fuera incluyendo.
El 11 de mayo, el Consejo de Ministros de España aprobó el otorgamiento de la nacionalidad a un primer grupo de 14 nicaragüenses apátridas, entre los que está mi nombre.
Hoy me correspondió ir a formalizar el trámite con la juramentación y registro civil en el consulado español.
Para mí, la adquisición de la nacionalidad de España es una enorme oportunidad y un extraordinario gesto de solidaridad que me ha devuelto la esperanza y la sensación de legalidad. Me siento abrazado por un país libre, democrático y respetuoso de la dignidad humana y los derechos de todas las personas.
Incluso, antes de ir a juramentarme leí la Constitución española y me encontré gratamente con toda la definición institucional del país que sueño. Ese país con libertades totales, con igualdad ante la ley, con instituciones que garantizan su cumplimiento, que promueve y defiende la pluralidad política. El país que tiene valores de justicia, libertad, igualdad y derechos de su gente, como yo he querido y por lo que he mostrado total determinación en mi Nicaragua, y por lo cual estoy pagando las consecuencias.
Pero también debo decirlo, que hoy mientras iba para la embajada de España lloré. Lloré mucho y volví a reflexionar sobre mi país, mi Nicaragua. Pensé que me dirigía a un evento que me estaba devolviendo la legalidad que ha pretendido arrebatarme una dictadura.
Pero reflexioné también sobre el ardor de pecho que siento por mi tierra linda. Esa misma por la que he arriesgado todo, la vida y la libertad, incluso, por defenderla.
Y pensé en los miserables que la tienen secuestrada. Medité sobre esa sentencia que me declara «traidor» de mi país, y me reafirmé que los traidores siguen siendo ellos. Que son ellos, ese par de sátrapas, quienes toda su vida han actuado criminalmente contra Nicaragua.
Que tienen décadas destruyendo todo a su paso, con saña, como filibusteros. Que siempre se han dispuesto a arrasarlo todo. Han desangrado al país. Que son ellos los responsables de la muerte de centenares de miles de jóvenes a quienes llevaron a morir en las montañas para ellos poder garantizar sus riquezas.
Y que son ellos también los asesinos directos de por lo menos 355 compatriotas, en 2018, aplastados por atreverse también a soñar en un país libre.
Que ellos han exterminado la posibilidad de que haya país para mi generación y las siguientes. Que han destruido las instituciones que debieron garantizar igualdad, libertades, justicia y paz.
Que son ellos, los dos tiranos despreciables, quienes han condenado el futuro de tantos jóvenes. Ellos han obligado a huir de Nicaragua a centenares de miles de muchachos y muchachas que se han tenido que ir, ya sea por el miedo que imponen por su violencia y odio, o por la desesperanza que han sembrado en cada barrio, comarca o ciudad.
Son ellos los traidores, y serán condenados por la historia, o seguro que también por la justicia que tarde o temprano llegará. Y se ganarán el desprecio total para ellos y su descendencia. Y se sentirán apátridas, ellos y los suyos, y si acaso haya alguien que los acoja, tendrá que ser otro tirano despreciable igual que ellos, pero nunca un país y una sociedad libre.
¡Traidores! ¡Ustedes, par de tiranos bananeros, son los traidores!
TIRANOS BANANOS!
SERIA INTERESANTE SABER CÓMO Y POR QUÉ ESE SEÑOR ALVARO SOMOZA QUE HA SIDO SOCIO EN EMPRESAS CON LOS ORTEGA, ESTA AHI METIDO? EL ENTIENDO CUENTA O CONTABA CON CIUDADANIA ESTADOUNIDENSE Y AHORA LO VEMOS RECIBIENDO NACIONALIDAD ESPAÑOLA, DENTRO DE ESTE GRUPO DE PERSONAS QUE FUERON DESPOJADAS DE SU NACIONALIDAD Y DE SUS BIENES.
CUIDADO CON LOS INFILTRADOS QUE EL REGIMEN SIEMPRE COLOCA ENTRE LOS OPOSITORES. MIREN QUE HASTA SANTIAGO ABURTO YA HA GUARDADO DISTANCIA DE ESE SEÑOR SOMOZA. Y NO NOS OLVIDEMOS QUE AUNQUE ORTEGA HA SALIDO PEOR QUE SOMOZA, LA CONSIGNA ESTA VIGENTE:
ORTEGA Y SOMOZA SON LA MISMA COSA!