La dictadura de Nicaragua «no atraviesa un buen momento» y busca alternativas para callar los posibles cuestionamientos de sus seguidores, después de excarcelar a más de 200 presos políticos en un operativo que «fracasó», según analistas políticos.
«La dictadura ha logrado vender la ilusión de que es inmune a la presión internacional, sin embargo, esta fachada ha caído con la renuncia que hace Daniel Ortega de más de dos centenares de secuestrados que mantenía en sus mazmorras. El hecho de que él “liberara” a estos presos políticos revela su desesperación por abrir canales de comunicación, negociación y mostrar una cierta “buena fe” ante la comunidad internacional», manifestó el activista y analista político en el exilio Israel Lewites Cornejo.
Para el también escritor, el «sacrificio» que hizo monseñor Rolando Álvarez de negarse a ser desterrado, aún exponiendo su vida y libertad, dejó de manifiesto ante el mundo que en Nicaragua continúa la persecución religiosa y en las cárceles quedaron más presos políticos.
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Los resultados de ese operativo de excarcelación colocó en una «situación incómoda» a Ortega frente a sus bases, según Lewites, debido a los posibles cuestionamientos de sus seguidores quienes no esperaban la «liberación» de los líderes de la oposición.
«Y quizás para mitigar esto es que salen con estas ridículas leyes (reforma a la Constitución) y acciones de quitar la nacionalidad y confiscar los bienes, y eso no va a parar aquí. Me imagino que el plan de Ortega es buscar cómo hacer alguna “piñata” para repartir entre sus secuaces y ver si con eso logra mantener y prolongar algo más la cohesión en medio de estos grupos», añadió.
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«La dictadura no atraviesa un buen momento y yo lo que percibo es un paso más en su acelerado proceso de descomposición y quizá estemos ante la antesala de un cambio porque cosas importantes deben estar ocurriendo», indicó Lewites.
La opositora Alexa Zamora, quien fue incluida en la lista de apátridas, manifestó que el arrebato de la nacionalidad es un motivo de alarma para la comunidad internacional, así como para los afectados. Sin embargo, sostuvo que su condición no será impedimento para «seguir denunciando los atropellos que el régimen comete contra la ciudadania nicaragüense».
«Es un reto que sabremos afrontar y abre un canal para tomar acciones legales en contra del régimen», advirtió Zamora.
El abogado y analista político Juan Diego Barberena adelantó en una reciente entrevista a Artículo 66 que Ortega busca tener otras «cartas de negociación» ante los Estados Unidos, país con el que principalmente ha querido dialogar.
Argumentó que la dictadura de Nicaragua, al perder sus «principales cartas de negociación» que eran los presos políticos, «ahora necesita tener algunas otras cartas de negociación para que en el momento de dialogar con los EE.UU., tener que ceder a efecto del juego político interno dentro de Nicaragua». Es por ello que ha quitado la nacionalidad a más de 300 ciudadanos críticos a su régimen.
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El historiador y analista político mexicano Héctor Aguilar Camín coincide en que «aparentemente es el momento de mayor poder de Ortega, pero es también el principio del hundimiento».
En declaraciones al periodista Joaquín López- Dóriga dijo que «es imposible que una dictadura de esa bestialidad pueda sostenerse mucho tiempo donde está y es claro que el repudio internacional y la misma movilización interna dentro de Nicaragua y los días que vendrán de resistencia contra este dictador bárbaro terminarán por imponerse y de demostrar que quien está verdaderamente solo es Daniel Ortega».
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Aguilar Camín hizo hincapié en que «debemos poner los ojos con especial cuidado» en el caso del obispo Álvarez. Para él, monseñor es «el mártir del intento de matar la libertad y la democracia en Nicaragua».
«Como hemos visto en la historia: Las víctimas de hoy serán los héroes de mañana y los aparentes derrotados de hoy van a ser los triunfadores de mañana. Ortega será la marca de lo oprobio y de la traición a los ideales que, en algún tiempo, dijo profesar y hoy se dedica a destruir sin ningún límite moral, ni personal, ni psicológico; hombre destruido por dentro, que no tiene escrúpulos, sin dignidad y acompañado por una mujer (Rosario Murillo) igual o peor que él».
Sinembargo, los gobiernos latinoamericanos se hacen los suecos ante lo que está pasando. El pueblo sigue poniendo su cuota de dolor.