Solo el cantar de los gallos y los pasos sigilosos de Isabel se escuchan en su pequeña casa de madera. Ella no quiere despertar a sus hijos. El reloj marca las 3:00 a.m., es hora de llevar el maíz al molino, para iniciar el proceso de elaboración de las tortillas.
Al llegar las 4:30 a.m. ya deben estar preparadas las tortillas de maíz y de harina, el gallopinto y el café, pronto iniciarán las personas a dirigirse a su trabajo y la venta se debe aprovechar.
Isabel Alemán es propietaria de un puesto de tortillas, ella junto a una amiga, Haydée Alemán, buscaron trabajo por toda la ciudad, lamentablemente la crisis se hizo notar y sus hijos no podían esperar. Ella debía garantizar comida, bebida y vestimenta a sus hijos de 12, 6 y 5 años.
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Isabel junto a su amiga pensaron en diferentes opciones, sin embargo, en lo que mejor se desempeñaban era haciendo tortillas, por lo que abrir un puesto era la mejor forma de salir del desempleo.
No obstante, había un impedimento con el capital inicial. Al cabo de unos días, encontraron a alguien que confió en sus capacidades de administrar de forma eficiente un préstamo.
“No fue ni es fácil, llegamos cansadas, levantarse de madrugada, pero esto es lo que somos, esto aprendimos, a palmear tortillas”, cuenta Isabel mientras continúa palmeando.
Su puesto de tortillas se ubica a media cuadra de su vivienda, lo que le permite estar pendiente de sus hijos.
La alternativa de las mujeres en Bluefields
Al igual que Isabel muchas mujeres buscan empleos a diario en Bluefields, algunas con títulos académicos, otras no. El fin es ser empleada y sustentar las necesidades de su familia.
Karla Mejía, madre de dos niñas, egresada de la carrera de Administración de Empresas, menciona que de nada le sirvió estudiar, si ahora labora como mesera, una realidad que es palpable, “el desempleo aumenta y quienes sufren más somos nosotras, criamos hijos, mantenemos el hogar, trabajamos, dichosas las que tiene un hombre que les ayude, yo soy madre soltera” expresó.
En ambas historias, el factor común es la valentía de estas mujeres, que en medio de su entorno obstruido por la falta de oportunidades impera el deber con sus hijos.
“Yo crecí haciendo tortillas, no me avergüenzo, es lo mejor que sé hacer, además, me quedan muy ricas”, relata emocionada Isabel; quien a su corta edad es conocida por sus clientes que hacen referencia a su amabilidad y buena mano.
Luego de un mes de haber habilitado el puesto de tortillas, Isabel y su amiga, han podido cumplir con el préstamo otorgado y se sienten orgullosas de llevar día a día el alimento a su hogar.
“Iniciamos haciendo 30 libras de harina y maíz, y ahora hemos aumentado, porque la población nos busca porque les ofrecemos un combo completo, por así decirlo, las tortillas, el gallopinto y el café caliente”, comenta orgullosa.
Isabel y su puesto de tortillas es parte de los cientos de establecimientos que hay en Bluefields que sobreviven día a día, en una economía golpeada, en la que se ve reflejada la falta de empleo.