Una religiosa de las Hermanas de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta, expulsada por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, denunció los malos tratos que recibieron por parte de las instituciones nacionales las religiosas antes de ser expulsadas del país.
«Habían sacado (el régimen orteguista) una ley por la que el 75 % de las hermanas tenían que ser nicaragüenses. No cumplíamos esa cuota, les pedimos ayuda y nos llamaron el 13 de junio a Gobernación (…) empezaron a lanzar una serie de acusaciones que prefiero no comentar porque fueron muy injustas y nos despidieron de muy malas formas», expresó la hermana Paola al periodista José Calderero de Aldecoa, del medio católico Alfa y Omega.
La religiosa explicó que pese a que las Misioneras de la Caridad tenían todos sus papeles en regla, el régimen echó mano de la ilegalidad para obstaculizar y finalmente cerrar las tres obras sociales que tenían en Managua y Granada.
«Pararon nuestra labor, estuvieron investigando todos nuestros papeles, que los teníamos en regla, y poco después nos expulsaron», narró la monja.
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La hermana Paola, quien llevaba 7 años en Nicaragua; aseguró que la expulsión de las religiosas por la dictadura ha sido una «agonía» y que en Nicaragua existe una clara persecución religiosa.
«No hay ninguna duda de que hay una clara persecución contra la Iglesia (de Nicaragua). Para nosotras ha sido una agonía. Hemos podido hacernos uno junto a Cristo en la cruz y con María a los pies de su hijo», puntualizó la religiosa.
Obras sociales
«Nosotras nos dedicábamos a la atención de los más pobres de entre los pobres. Teníamos un asilo para ancianos que no contaban con pensión, y una guardería para cuidar a los hijos de las señoras que tenían que ir vendiendo fruta o ropa por la calle. Teníamos también un comedor para 133 personas y dábamos comida a las familias necesitadas. Y, en Granada, una casa para niñas que habían sido abusadas», detalló la religiosa Paola al semanario Alfa y Omega.
La religiosa lamentó que pese a que su obra era meramente pastoral y caritativa, el régimen de Managua les expulsó de forma injusta.
«El día antes de salir vino un grupo de (la Comunidad de) Sant’Egidio y llevó a los ancianos a las casas de otras órdenes. La guardería la tuvimos que cerrar. Y las niñas que habían sido abusadas, todas de entre 8 y 13 años, tuvimos que entregarlas a sus familias. Imagínate lo que fue para ellas volver a su casa. Se iban todas llorando, y nosotras también», compartió la consagrada.
Servir a Nicaragua desde fuera
La hermana Paola y otras misioneras de la Caridad establecerán una casa en Cañas, cercana a la frontera tico-nicaragüense, para poder «seguir sirviendo a Nicaragua», en especial a la población migrante que llega a Costa Rica.
«Las superioras vieron que era un buen sitio. Vamos a seguir sirviendo a Nicaragua desde fuera», finalizó la religiosa.