El exembajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA) Arturo McFields asegura que Daniel Ortega ve el cambio democrático como «traición» y el respeto a los derechos humanos como una «debilidad» por lo que no ve intenciones de que el régimen quiera corregir sus errores.
McFields señala que el régimen tardó tres días en enviar palabras ante el fallecimiento de su antiguo aliado durante la Guerra Fría y premio Nobel de la Paz en 1990, Mijaíl Gorbachov, que para el exdiplomático «avanzó» en su política mientras Ortega «parecía quedarse congelado en el tiempo y sin aprender nada de la estrepitosa caída de la Unión Soviética».
Luego de tres días, el régimen envió a su Gabinete en la Embajada de Rusia en Nicaragua para firmar el libro de condolencias ante el fallecimiento de la figura rusa, además de unas breves palabras dirigidas a su país aliado.
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«Durante los últimos 15 años, el dictador centroamericano impulsó el secretismo como política de Estado, la persecución religiosa como método para acallar los púlpitos católicos, la censura como estrategia de comunicación y el exilio y la cárcel como mecanismos para silenciar a periodistas y opositores. En todas estas estrategias represivas, Ortega ha fracasado. El periodismo ha buscado nuevas alternativas para trabajar desde el exilio, desde la clandestinidad y las redes sociales, y han ayudado a comunicar lo que el gobierno intenta ocultar», destaca McFields en su artículo de opinión para la columna del Washington Post.
Destaca que mientras Gorbachov promovió la Perestroika, una propuesta para la reestructuración y redistribución del poder, cambiando los rígidos conceptos políticos y económicos de la Unión Soviética. «Ortega, por su parte, restructuró el poder concentrándolo en su familia y en un pequeño grupo de colaboradores útiles, sentando así las bases para la primera dinastía del siglo XXI en América Latina».
«Durante su mandato, Gorbachov propició relaciones cordiales con la comunidad internacional y ganó el respeto y admiración de antiguos adversarios como Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Inglaterra. Ortega, por el contrario, se convirtió en uno de los líderes de izquierda más impopulares de América Latina», continuó añadiendo el exembajador de Nicaragua.
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Señala que Gorbachov «era un hombre de partido, pero reconoció los graves errores políticos de la URSS, así como la necesidad impostergable de revisar y corregir el ineficiente e injusto modelo de la dictadura del proletariado. Por su parte Ortega ha sido señalado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y Amnistía Internacional por graves violaciones a los derechos humanos, que podrían ser consideras crímenes de lesa humanidad».
«Mientras Gorbachov impulsó la caída del muro de Berlín y la unificación alemana, Ortega, en los últimos 15 años, ha levantado muros ideológicos que dividen a las y los nicaragüenses» que, denuncia, ha costado la vida de más de 350 personas, y ha construido centros de torturas que acogen a más de 200 presos políticos que han sido víctimas de torturas y tratos crueles.
McFields finaliza su escrito expresando que para Ortega el cambio democrático «parece significar traición y el respeto a los derechos humanos un símbolo de debilidad. El dictador Ortega está languideciendo aferrado al poder sin intenciones de corregir los errores y sin importar que para eternizarse en el poder tenga que morir consigo los últimos vestigios de la democracia nicaragüense».