El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) envió una «alerta urgente» por el encierro impuesto desde el cuatro de agosto por la Policía del régimen de Daniel Ortega contra monseñor Rolando Álvarez, obispo de la Diócesis de Matagalpa.
«Monseñor Rolando Álvarez y demás personas secuestradas (cinco sacerdotes y seis laicos) en la Curia Episcopal, sus vidas están en peligro inminente. Denunciamos ante el mundo los crímenes del régimen Ortega Murillo contra la Iglesia, sus clérigos y contra toda Nicaragua», señaló la organización.
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Ante estos seis días de imposición de casa por cárcel de facto por parte de la dictadura de Daniel Ortega, los defensores de derechos humanos lamentaron que el prelado vive «un día más de represión, un día más de angustia para toda la población».
«El régimen quiere trasladar su propia descomposición mental a toda la gente (…) están causando una conmoción a nivel general de la población, un estado de zozobra e histeria colectiva», agregó el Cenidh.
Aunque el organismo no puede denunciar hechos concretos, debido al hermetismo y a la censura que ha impuesto el orteguismo, subraya que tiene «la certeza de que se están impulsando acciones perversas y concretas en contra de monseñor Álvarez y demás secuestrados».
Tras el incremento de asedio policial contra monseñor Álvarez, el Cenidh cuestionó que «no podemos seguir esperando la próxima información, esperando que alguien la desmienta, ya sea por miedo o cumpliendo órdenes».
«Generar noticias falsas pareciera ser la nueva arma de destrucción mental del régimen. Esto ya no puede seguir; esto es tortura y aunque los secuestrados tengan tranquilidad en su alma, certeza de su inocencia y compromiso cristiano, sus vidas corren peligró», resaltó.
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El obispo nicaragüense es acusado por la Policía de intentar «organizar grupos violentos» supuestamente «con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales».
Ante las acciones represivas, Álvarez expresó desconocer de qué lo investigan y que la Policía será la que haga sus propias conjeturas. «Recuerden amadísimos hermanos, el miedo paraliza, la desesperanza autosepulta, y el odio es la muerte del corazón. Al odio se le responde con el amor, a la desesperanza con la esperanza viva y al miedo con la fortaleza y la valentía que nos da el Cristo glorioso y resucitado, el Cristo de la Iglesia», resaltó.