Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990) periodista, ensayista, poeta y novelista. Entre sus obras destacan poemarios como Poesía Masculina (La Bella Varsovia, 2021); novelas como El funeral de Lolita (Lumen, 2018); el ensayo El coloquio de las perras (Capitán Swing, 2019) y su publicación más reciente; Leer mata.
¿Cómo ha sido tu relación con la literatura nicaragüense?
Debo decir que peco de ser una ignorante de la literatura de tu país. Más allá de Gioconda Belli no he tenido obsesiones y acceso. Incluso cuando lo he intentado me ha sido prácticamente difícil acceder a autores contemporáneos nicaragüenses.
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¿Ese acercamiento a la poesía de Belli se da en tu juventud?
A mi madre le gustaba mucho. Recuerdo la antología El ojo de la mujer, de Visor. Creo que me interesó por algún poema que tenía que ver con su sexualidad o menstruación. Mi madre fue la que me prestó ese libro y, sobre todo, fue a partir del tema. Por tanto, mi entrada fue temática.
Los nicaragüenses están viviendo una situación dictatorial muy grave. El gobierno recurre a la censura literaria y de los medios. Desde tu perspectiva periodística, ¿has estado al tanto de la situación?
Es terrorífico y da cuenta de lo importante que es la palabra. Yo he visto a Sergio Ramírez en algunos eventos y es escalofriante escuchar sus discursos, vivencias. Sobre todo, también pensar en que un lector allí no puede acceder a uno de sus referentes. El hecho de que te prohíban acceder a un referente es escalofriante. Normalmente, este tipo de regímenes son aparentemente orgullosos. Trasladándonos a España pienso en VOX: patriotismo y la importancia de la bandera, pero cuando estás censurando a la gente que escribe desde esa bandera no te importa la creación, la literatura, la imaginación ni la creatividad de tu propio país.
Uno de los ámbitos donde más crece la censura del régimen es el literario.
Censurar literatura es de cobardes.
El periodismo también se ha visto enormemente afectado.
Nuevamente terrorífico. Quien censura el periodismo es cobarde, inepto e inútil. Quien censura al que cuenta y desea informar a los demás es más cobarde todavía. No solo atentas contra una personaque es profesional y hace su trabajo, sino también contra el público y aquellos que no podrán tener acceso a la información que ese periodista nos estaba dando. Por traerlo a este continente con la guerra de Ucrania lo estamos viendo constantemente.
Sigue vigente la importancia del periodismo en la sociedad, ¿no?
Está claro que nos hacen pensar que importamos poco porque trabajamos con algo tan sencillo como las “palabritas”. El caso de Sergio y el de los periodistas exiliados nicaragüenses demuestra que la palabra sigue siendo molesta y que los poderosos no soportan que alguien suelte una verdad y la pluralidad de verdades, porque no dejan informar. No dejar informar significa que no quieres que la gente pueda detestarte.
¿Por qué crees que un dictador recurre al control de los medios y a la censura?
Muchas veces el poderoso que censura es porque quiere que haya un relato sobre sí mismo. Cuando hay solo un relato es imposible conocer el mundo. De hecho, creo que por eso nos gusta la literatura y leer mucho para conocer distintos puntos de vista sobre las cosas. Cuando solo hay un relato, probablemente sea el más mentiroso de todos.
¿Te has autocensurado alguna vez?
Pues creo que sí. Hay muchos temas como la salud mental sobre los que no me he atrevido a escribir.
¿Por miedo?
No sé si por miedo. A veces, cuando expones algo te prestas a que sea utilizado. Me he visto a dejar de escribir columnas de opinión porque me da terror esa respuesta violenta de las redes sociales y, sobre todo, que un político —incluso que me guste su forma de pensar o actuar— pueda utilizar mi discurso a su favor. Esa es un poco la autocensura que practico ahora mismo.