Por: William González
Manuel Francisco Reina (Cádiz, 1974) es filólogo hispánico, novelista, poeta, guionista, crítico literario, dramaturgo y columnista. Ha sido colaborador de medios tan importantes como El País, La Vanguardia, ABCD del ABC y actualmente posee una columna en El Plural. Ha publicado más de 50 libros. Su obra La Princesa Paca cuenta el romance del poeta nicaragüense Rubén Darío y Paca Sánchez escrita junto a la periodista Rosa Villacastín. Un auténtico éxito editorial llevado incluso a la gran pantalla por Radio y Televisión Española (RTVE).
El primer espejo en el que se miró fue la poesía de Rubén Darío. ¿Qué ha significado para usted Rubén?
[Resopla] Darío significa tanto para mí. Es como una orquesta sinfónica, capaz de coger toda la tradición española —no solo la española—, hacerla suya y renovarla. La convierte en una orquesta sinfónica en verso. Te das cuenta de lo que hace con el castellano: coger el hexámetro de Virgilio y llevarlo a la tradición. A mí me voló la cabeza. Efectivamente, me pareció un espejo en el que mirarme.
Es tanta la repercusión de su libro La Princesa Paca que el Gobierno de Nicaragua lo invita a la conmemoración del centenario de la muerte del poeta. ¿Qué tal fue su visita a Nicaragua?
Fue muy emocionante. Todavía el gobierno de Ortega no se había radicalizado. Descubrí un país que no había conocido más que por la literatura de Rubén y por mi maestra Pilar Paz Pasamar, ella entró en contacto con los poetas de la Teología de la Liberación. También me encuentro con jóvenes ávidos de literatura. Fue emocionante visitar la tumba de Rubén.
Conoce a Ernesto Cardenal gracias al director nicaragüense de Cultura Hispánica René González. ¿Cómo fue el encuentro?
Es de esas cosas que uno atesora para siempre. Me pasó lo mismo cuando conocí a García Márquez. He tenido mucha suerte porque he conocido a muchos maestros y me he entendido con ellos. Con Cardenal conecté inmediatamente. La imagen que tengo de Cardenal es un maestro sin pretenderlo, que lo hace más interesante aún. Tengo una imagen íntima, tierna, fraternal de confianza. Él estuvo trabajando y escribiendo hasta el último momento.
Noticia relacionada: Presos políticos y democracia, entre los principales retos de la oposición
Abril de 2018 es un punto de inflexión para los nicaragüenses. Usted es un perjudicado, lo declaran persona non grata por no apoyar a Ortega y por sus artículos contra el gobierno. ¿Qué opina como escritor de la censura y el abuso de poder?
Es una desgracia. Por supuesto, mi postura es al lado del pueblo nicaragüenses. Muchos de los chicos que vinieron a mis conferencias fueron asesinados y otros se exiliaron. Los dictadores no tienen ideologías, tienen máscaras. Que un dictador te declare persona non grata es un elogio. Una medalla que llevo puesta. Lo terrible es la impotencia como intelectual de no poder hacer mucho más que denunciar lo que está pasando y que intelectuales como (Ernesto) Cardenal estuviesen recluidos en su casa, no se dejó tener en paz la misa de difunto, que intelectuales como Gioconda Belli o Sergio Ramírez se tengan que exiliar de su propio país. Lo más terrible es la cantidad de gente que está en Nicaragua sin una posibilidad de vivir en libertad, tener una sociedad en el que sus necesidades básicas estén garantizadas.
La novela de Sergio Ramírez se ha censurado en su propio país. ¿Qué opina al respecto?
Me parece que es un horror. Es la típica parafernalia de todos los dictadores. Es una locura, una desgracia. Afortunadamente, las redes sociales facilitan y hacen posible que por mucho que prohíbas la obra de Sergio Ramírez, cualquiera que quiere leerlo a golpe de click se lo puede descargar. Lo tremendo es que haya alguien que se permita el lujo de censurar una obra. No teníamos ninguna duda de que Sergio Ramírez es un maestro de la literatura contemporánea y de que Daniel Ortega es un dictador.
En abril en Cádiz asiste al estreno del documental «Nicaragua Libre para vivir» del director Daniel Rodríguez Moya. ¿Cómo fue ese acercamiento a una realidad tan cruel?
Salí devastado de la proyección del documental. Revivir la realidad de ese pueblo maravilloso, pequeñito en extensión, pero maravilloso en riquezas culturales, artísticas, lingüísticas y potencialidades. De ese país del que me enamoro de su gente y ganas de salir adelante. Nicaragua es de los nicaragüenses no de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Ver con mis propios ojos a gente asesinada es durísimo.