Daniel Ortega se mostraba «bravucón» y «guerrerista» mientras la situación de Rusia contra Ucrania era apenas de amenazas y diretes diplomáticos, pero cuando estos países pasaron de las palabras a las balas y cuando empezó a ver la lluvia de sanciones del mundo entero contra su aliado Vladimir Putin, la dictadura nicaragüense, cuya economía depende casi en su totalidad de Estados Unidos, le bajó el tono y adoptó una posición ambigua.
«Se enredó», analiza el político y académico Eliseo Núñez. «Ortega creía que iba a entrar a un juego de guerra fría y cuando la guerra se volvió real y había que tomar posiciones, entonces él ya está en otro tipo de perspectivas», valora el exdiputado opositor.
Esas nuevas perspectiva motivaron a Ortega a separarse de Rusia en la Organización de Naciones Unidas y no acompañar a Moscú en su aventura sangrienta. «Lo otro que empuja a Ortega ahora a abstenerse y no votar en contra de la resolución en Naciones Unidas, es que él está viendo claramente que el nivel de sanciones que le han impuesto a él puede ser muchísimo más alto. Que él se imaginaba que todas las sanciones eran parecidas (a las que han recibido sus hijos y allegados) y que eran manejables, pero ahora está viendo que realmente las sanciones que le ponen (a Rusia) pueden ser totalmente inmanejables para él y colapsar el país».
Para el analista Núñez, esa mezcla de emociones en el seno del anillo de poder del sandinismo hace que Ortega se muestre errático y que se balancee entre el silencio y la complicidad. «Eso hace que haya guardado silencio desde hace unos días, que sea muy ambiguo como en Naciones Unidas que dio un discurso a favor de Putin, pero también votó en abstención, en lugar de votar en contra, como lo hizo Eritrea, Siria… que son los satélites rusos y que votaron por ellos incondicionalmente».
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Por su parte, el economista Enrique Sáenz, quien atribuye la cercanía de Ortega con Putin a puro «aferramiento enfermizo al poder», incluso «a sangre y fuego», considera que esa alianza con el Kremlin busca ganar un «escudo» para suavizar el impacto de la crisis económica que mantiene bajo presión a su gobierno. Además, considera, busca endulzar la agrura que le produce el aislamiento internacional y el rechazo de los nicaragüense.
Sáenz critica que ese afán de Ortega pasa, incluso, por colocar como «carne de cañón» a los nicaragüenses, y recuenta la dependencia económica de Managua con Whashington. Una dependencia que abarca desde las remeses, exportaciones, inversiones y préstamos de las multilaterales, cuyo socio mayoritario es Estados Unidos.
«En cuanto a la resolución de Naciones Unidas, donde la inmensa mayoría de la comunidad internacional rechazó la invasión rusa a Ucrania, pues habrá que ver los siguientes pasos de Ortega, porque lo que llama la atención es que no son pasos unilaterales, fueron concertados con Venezuela, que adoptó la posición vergonzante de ausentarse de la votación; de Cuba y de Bolivia. Seguramente algún tipo de concertación entre estos gobiernos se produjo. Habrá que ver los próximos pasos que tomen», evaluó Sáenz.
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La defensora de derechos humanos Haydee Castillo, por su lado, considera que «el régimen (de Ortega) se está percatando de que el mundo en su conjunto, los pueblos, las organizaciones, están cerrando filas en contra de la guerra, del militarismo, de la violencia, y que probablemente él junto a su aliado, ya están siendo perdedores frente a esta correlación de fuerzas. Pero aún así, absteniéndose, sigue estando del lado de su aliado Rusia, y por tanto de la agresión de Rusia a Ucrania».
Nicaragua se mostró distante de Rusia en una votación en la ONU este miércoles, dos de marzo, en la que 141 países condenaron la guerra impuesta por Putin contra Ucrania. Solo Rusia y cuatro países más votaron en contra, pero el delegado de Ortega no lo secundó y prefirió abstenerse de votar.