En su penúltima alocución del 2021, la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo informó que para este 31 de diciembre, su régimen dará a conocer su mensaje de fin de año, aunque no dejó claro si será en un acto donde comparecerá Daniel Ortega. La portavoz de la dictadura no perdió tiempo para «lanzarse» contra la oposición al decir que en Nicaragua ya no vive el odio, porque el odio es equivalente a la amargura, a la tristeza, a la envidia, a la avaricia, a la codicia y al servilismo apátrida».
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«El odio es destrucción, el odio en palabras de antes, es del diablo, es Satanás», agregó la vicedictadora, quien dijo que en el país se vive en amor, «en concordia, en familia y en comunidad», términos que Murillo menciona horas después de que familiares de la prisionera política Ana Margarita Vijil denunciara que un «oficial de alto rango» irrumpió borracho, en horas de la madrugada del 19 de diciembre pasado, en la celda donde la activista está encerrada en El Chipote.
La vicepresidenta es la principal difusora de la política de odio del Estado contra cualquier voz disidente. Su régimen mantiene encarcelados a por lo menos 160 nicaragüenses, acusados de crímenes impagables por exigir libertad, justicia y democracia en el país.
Entre mayo y noviembre de 2021, la dictadura Ortega Murillo inició otra oleada para encarcelar a opositores. En la embestida secuestró y mantuvo desaparecidos por varias semanas a más de 40 figuras opositoras, entre ellas a siete aspirantes presidenciales, empresarios, activistas políticos, defensores de derechos humanos, campesinos, estudiantes y periodistas.
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El propio Ortega se ha desbocado en ofensas contra estos prisioneros políticos y los ha amenazado implícitamente de despojarles la nacionalidad y mandarlos para Estados Unidos.
Desde que inició la rebelión de abril de 2018, organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) documentó un total de 355 asesinatos a manos de fuerzas policiales y grupos armados paraestatales, así como acciones de tortura, encarcelamientos masivos y el exilio de por lo menos 120 mil nicaragüenses, lo que denota la existencia de la política de odio desde las máximas autoridades gubernamentales, aunque ahora la vicepresidenta Murillo dice que «el odio es del diablo».