Tres de los principales obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) han realizado fuertes declaraciones en contra de la dictadura de los Ortega-Murillo, que este fin de semana ha bañado nuevamente de sangre las calles de Nicaragua.
Monseñor Rolando Álvarez obispo de la Diócesis de Matagalpa, que ocupa el cargo de ecónomo general de la Conferencia Episcopal, llamó a una peregrinación que se celebró este lunes 24 de septiembre en honor a la solemnidad religiosa de Nuestra Señora de la Merced, patrona de la Diócesis de Matagalpa.
«Una sociedad donde no nos tengamos miedo y entonces donde no haya amenazados ni amenazadores; una sociedad donde lo primero sea nuestra historia, donde no haya vencidos ni vencedores; una sociedad donde se promueva el desarrollo integral del ser humano y donde no haya últimos ni primeros», dijo Álvarez en la misa dominical.

Mientras que este lunes, ante una catedral llena de creyentes, dijo que «el maligno quiere cambiar la verdad en mentira. El demonio quiere que se le rinda pleitesía y si no se le da se enfurece».
El obispo finalizó la misa diciendo que quien quiera ser el primero que sea servidor de todos, y sostuvo que tanto «los empresarios y nicaragüenses no deben tener miedo, porque el miedo paraliza», en alusión directa a la sentencia realizada por el tirano Ortega contra los empresarios que puedan sumarse a un paro nacional, de que la policía abriría los locales y supermercados.
«Ser dictador no engrandece a nadie»
Monseñor Silvio Báez es uno de los obispos más críticos de la Conferencia Episcopal, este domingo luego de la misa que presidió el Cardenal Leopoldo Brenes, aseguró que el ser un dictador empequeñece y criticó las ansias de poder, refiriéndose a Daniel Ortega.
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«Volverse caudillo o dictador no engrandece a nadie, más bien lo empequeñece. Para transformar Nicaragua tenemos que eliminar tres verbos peligrosísimos: Tener, subir y mandar».
Báez quien es Obispo Auxiliar de Managua y encargado de la pastoral de la Familia, Vida e Infancia aseguró nuevamente que la Iglesia Católica siempre estará del lado de las víctimas de la dictadura de los Ortega-Murillo, y lamentó el reciente ataque que sufrieron los autoconvocados cuando realizaron una marcha exigiendo la libertad de los presos políticos de la tiranía. En dicho ataque fue asesinado el joven y estudiante de secundaria Matt Romero, de 16 años.
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«No se puede gobernar a base de represión, de cárcel y persecución», dijo el obispo carmelita, quien además sostuvo que la Conferencia Episcopal dará por cerrada su participación en el Diálogo Nacional hasta que la dictadura no emita una comunicación oficial en la que diga las razones por las que ya no quiere la mediación de los jerarcas católicos.
No hay mal que dure cien años
Monseñor Leopoldo Brenes Cardenal de Nicaragua y presidente de la Conferencia Episcopal, durante su homilía dominical en la Catedral Metropolitana, se refirió también al diálogo nacional que desde hace dos meses está paralizado por capricho el gobierno de Ortega.
«En un país que está convulsionado siempre se necesita el diálogo. En los años 80 se dijo que no se dialogaba y al final se dialogó. Esta es siempre la salida para estos conflictos»

El purpurado, que era uno de los obispos más blandos en cuanto a las críticas contra la dictadura orteguista, poco a poco ha ido endureciendo su postura y sus declaraciones para señalar las brutales violaciones a los derechos humanos que los nicaragüenses están sufriendo desde el 18 de abril, día en el que iniciaron las protestas más intensas y la represión que ha dejado según el informe preliminar de la Asociación Nicaragüense Pro-Derechos Humanos (ANPDH), más de 500 personas asesinadas.
«Siempre tenemos aquel dicho que dice: no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante».
La última declaración fuerte contra la dictadura sanguinaria de los Ortega-Murillo fue en agosto cuando monseñor Abelardo Mata secretario general de la Conferencia Episcopal dijo que: «La Iglesia siempre ha visto pasar el féretro de sus perseguidores», refiriéndose a las amenazas de las que son víctimas los nicaragüenses y la Iglesia Católica.