[vc_row][vc_column][vc_column_text]A más de 281 kilómetros de Managua se ubica Nueva Guinea, una de las ciudades símbolo de la lucha campesina que inició hace 5 años. Desde que arrancaron las protestas, el 18 de abril en Nicaragua, el Movimiento Campesino comenzó a organizar manifestaciones en apoyo a los estudiantes que en las diferentes ciudades del norte y el pacifico de Nicaragua han estado en las calles y en las universidades protestando en contra del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Artículo 66 hizo un recorrido de Managua a Nueva Guinea para constatar, en el terreno, la información. Llegar a Juigalpa, Chontales nos llevó cinco horas. En total, en este tramo hay cuatro tranques en los que se ubican, sobre todo, ciudadanos de áreas urbanas. La gira hacia Nueva Guinea se organizó para la mañana siguiente. De Juigalpa a Nueva tomó seis horas y media. En este tramo había otros seis tranques, controlados por campesinos y productores, la mayoría integrados al Movimiento Campesino Anticanal. Esta zona ya cuenta una semana en paro total para presionar al régimen de Ortega.
Un tranque a una hora de Managua
Fue una sorpresa constatar que a solo 45 kilómetros de Managua, sobre la carretera panamericana norte se ubica el primer tranque. Las Bandera, fue el comienzo de un recorrido hacia la Nicaragua profunda que tiene la determinación de ir hasta las últimas consecuencias con tal de lograr la salida de Daniel Ortega del poder y restablecer la democracia en el país.
El puente Las Banderas tiene tres barricadas, la primera en la salida hacia Managua con piedras, palos y latas. En medio del puente hay una columna doble de piedras canteras que impide el paso de vehículos pesados, al otro extremo del puente una línea de piedras de río y los pobladores que las vigilan.
«Tenemos un tranque aquí porque queremos un cambio en el país, en primer lugar, muchos estudiantes están muriendo, los antimotines están matando a la gente», explicó uno de los manifestantes.
Según los pobladores de Las Banderas, las únicas armas que tienen son piedras de río, denunciaron que las fuerzas policiales han intentado desalojarlos con armas de fuego pero que no han podido lograrlo por la enorme cantidad de personas que están haciendo guardia en los tranques.
Boaco y la desconfianza en el régimen
A casi 29 kilómetros de Las Banderas está el tranque del empalme de Boaco. Los pobladores que están apostados en la carretera son desconfiados. Desconfía de cualquier desconocido. Los periodistas los ponen nerviosos. Preguntan con insistencia y en tono irritado “¿Periodista de dónde? ¿De qué medio? ¿No venís del Gobierno, vos?”, eran las preguntas de los manifestantes.
La mayoría de las personas que hacían guardia en el empalme de Boaco eran jóvenes. Todos con el rostro cubierto con pasamontañas, camisetas y pañuelos. Llevaban piedras en las manos. Ver al equipo periodístico transmitiendo en vivo para ellos es sospechoso. Se apresuran a cuestionar el medio de comunicación para el que trabajamos.
«No queremos a los medios del Gobierno, tampoco gente que viene a dejar cosas envenenadas. No grabés hasta que estemos seguros de quien sos», me dijo un hombre que se cubría la cara con un pasamontaña y que llevaba un celular en la mano.
Al verificar que era un periodista en Artículo 66, pudimos realizar nuestro trabajo con libertad y documentar lo que ocurre en la zona.
Puente de Tecolostote custodiado por muchas mujeres
A media hora del empalme de Boaco, se encuentra el puente de Tecolostote. En el tranque, la música se escucha desde lejos. Una primera barricada fue construida con piedras y palos. Otra con neumáticos y una tercera en el otro extremo del puente, con piedras y alambres de puas.
Este tranque estaba custodiado por decenas de mujeres. Del otro lado se observaban jóvenes cargando sus lanza morteros, mientras los pobladores pintaban de azul y blanco las líneas amarillas de la carretera.
«La fuerza del pueblo, el pueblo está unido. Desde el viernes (11 de mayo) tenemos el tranque, no nos han tocado y ni nosotros a ellos», gritó una señora mientras sostenía una bandera de Nicaragua.
Mientras sonaba música de Carlos Mejía Godoy los manifestantes lanzaban uno de los gritos característicos de estas protestas: «Que se vayan», los pobladores de Tecolostote aseguraron que no van a quitarse de la carretera hasta que Daniel Ortega y Rosario Murillo dejen el poder.
Los sacerdotes y frailes salen a las calles de Juigalpa
Mientras avanzábamos del puente Tecolostote rumbo a Juigalpa, nos llegaron mensajes de alertas y reportes de enfrentamientos. Al llegar al tranque de Juigalpa, una de las ciudades más importantes de esta zona, observamos que las patrullas de antimotines se habían retirado del núcleo de la manifestación.
Las sandalias de los frailes franciscanos, con sus sayales café, juntos a las sotanas de los sacerdotes, se hicieron notar en las calles de este pueblo. Los líderes católicos se pusieron en frente de los fusiles de la Policía Nacional y lograron que los uniformados retrocedieran y dejaran a los manifestantes seguir en su protesta.
El tranque de Juigalpa es quizás el más grande de los que se ubican en toda la ruta hasta Nueva Guinea. La primera barricada está hecha de láminas de zinc, bloques y adoquines. Los manifestantes armados con lanza morteros y piedras podrían llegar fácilmente a más de 600 personas desplegadas en la carretera panamericana.
«Tenemos heridos, había cuatro jóvenes detenidos, pero parece que ya los soltaron. Que no se den los enfrentamientos, que todo mundo podamos estar en paz», dijo el padre Jairo Mejía.
Entre los manifestantes había representantes del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), quienes estaban haciendo un registro de las agresiones recibidas por los pobladores. Al otro lado de la ciudad, las turbas orteguistas custodiaban la alcaldía de Juigalpa y cerraban el paso a los vehículos.
A las 2:30 de la tarde, la ciudad de Juigalpa estaba completamente paralizada.
Uno de los manifestantes saco de una bolsa de plástico los cartuchos y casquillos de las balas que minutos antes habían usado los miembros de las fuerzas antimotines para reprimirlos.
«Mire AK47, escopeta 12, (nos tiraron) a matar. Y no somos uno ni dos, somos muchos que tememos por nuestras vidas en Juigalpa y desde ya responsabilizo a este Gobierno por el asesinato que aquí pueda pasar», dijo el manifestante con los cartuchos de municiones en las manos.
Las barricadas en Juigalpa, situadas en la parte inferior de la calle principal, eran 3 líneas de adoquines. Una verdadera muralla sólida que obstruye el paso de vehículos y de las fuerzas policiales.
Tensión en la noche en Juigalpa
La noche en Juigalpa fue tensa, las calles solo eran recorridas por motocicletas que realizaban patrullaje. La ciudad estaba dividida entre la población que apoyaba las protestas —que eran la mayoría— y las turbas orteguistas que estaban atrincherados en la alcaldía.
Todas las gasolineras estaban cerradas, en su mayoría no tenían combustible. Los negocios locales cerrados, solo las comiderias populares estaban abiertas, pero no tenían clientes.
El aguacero que cayó durante al menos 4 horas hizo que los manifestantes se dispersaran, pero sin bajar la guardia o abandonar el lugar que defendían. Juigalpa era una ciudad fantasma en la cual podía pasar cualquier cosa, en fracción de segundo.
El dueño del hostal donde nos alojamos para pasar la noche, se mantuvo muy nervioso. Desde la segunda planta fumaba compulsivamente, y en una libreta apuntaba las placas de las motocicletas que pasaban. «Si se repite más de dos veces les vuelo un tiro al aire», dijo con tono serio.
Antes de dormir damos una repasada por las noticias que se publican en redes sociales. En un grupo de WhatsApp entra un mensaje que alarma a los miembros.
«Entraron dos camionetas a Juigalpa, pero no salieron, está confirmado que llevaban armas». Eran las los vehículos en los que viajábamos los periodistas. La evidencia del nivel de histeria colectiva que sufría el pueblo, la gran desinformación que vivían producto de la crisis y lo fácil que se viralizan las noticias falsas.
La cena fue poca, ya que luego de las 7 de la noche la gente se resguardaba en sus casas, las pulperías cerradas e incluso las cantinas. Transmitimos un audio en directo sobre lo que habíamos visto durante toda la jornada. Pasada la media noche intentamos dormir, en medio de un silencio que estorbaba.
San Pedro de Lóvago entrada al territorio campesinos
A las 5:00 de la mañana estábamos en pie. Bastó un café para volver a la carretera. Estaba cayendo una brisa constante y las calles estaban igual de vacías que la noche anterior. Logramos salir de Juigalpa, ya con el sol asomándose por los cerros.
De Juigalpa a San Pedro de Lóvago hay unos 50 Kilómetros. A medio camino nos encontramos con largas filas de camiones de carga que estaban en medio del tranque. Había camiones de Coca-Cola, cisternas llenas de diésel, camiones con carne y embutidos, camiones ganaderos, entre otros.
Al llegar al puente de Lóvago es notorio el ingreso a una zona más rural. Las barricadas de adoquines se quedaron varios kilómetros atrás. Aquí los obstáculos fueron construidos por ramas, piedras y troncos secos. Los manifestantes visten botas de hula y sus machetes al cinto. Acabamos de entrar en el núcleo campesino.
Los campesinos explicaban que tenían ocho días de estar en este tranque, la gran cantidad de vehículos pesados era la evidencia de que los campesinos ya habían iniciado un paro en la zona. Muchos de ellos se dedican a la ganadería y a la producción de granos básicos y hortalizas, han perdido dinero e incluso sus cosechas.
«Bueno yo soy agricultor, yo tengo mis vaquitas y aquí todos estamos perdiendo, yo siembro maíz siembro frijoles, arroz», explicó Juan Mendoza Rugama. Pese a las afectaciones a su economía, este campesino advierte que mantendrá su protesta junto a los vecinos, en el puente de Lóvago.
En medio del puente hay dos puertas enormes de tubos de metal, una carpa de plástico negro les sirve de refugio para la lluvia y las enormes piedras de río que les sirven como primera barricada.
Desde este lugar los campesinos invitaron a los nicaragüenses a salir a las calles y continuar protestando hasta que Daniel Ortega y Rosario Murillo abandonen el poder. Muchos de los campesinos que están en el puente de Lóvago tienen más de una semana sin ir a sus casas.
Comunidades campesinas unidas
En el camino nos encontramos con 5 tranques más, hasta llegar a Nueva Guinea. Los métodos para cerrar el acceso de los automóviles y camiones eran similares pero pintorescos. En el tranque de Villa Sandino, un poblado pequeño, tiene una puerta de potrero de alambres de púas en medio de la carretera. En el pavimiento hay dos líneas de casas donde mujeres, hombres y niños se sientan para hacer guardia.
Mientras que en los tranques de la Curva, el Coral y la Libertad había troncos, piedras, incluso tablas con clavos para evitar el paso de cualquier vehículo. Al preguntarle a los campesinos si querían que Daniel Ortega dejara el poder, la respuesta era siempre la misma.
«De una vez que se vaya y que no vuelva al poder, aquí vamos a estar hasta que se resuelva eso», aseguró Ever Coronado, campesino de Río San Juan.
Uno de los campesinos al que le llamaban el “Comandante Chocorrón”, aseguró que a los campesinos no les estaba pagando nadie y que lo único que ellos quieren es que se vaya del poder Daniel Ortega y Rosario Murillo y que deje de matar a los estudiantes.
«A nosotros nadie nos está pagando nada, pero nosotros lo que queremos es que se vaya esa vieja hijueputa y también Daniel Ortega. Más ese viejo hijueputa que nos está matando a todos. Ya en este país no los aguantamos. Yo todavía levanto, aunque sea este palo y aquí estamos», dijo el campesino de unos 50 años.
Los tranques campesinos están formados por una gran cantidad de hombres, en su mayoría. Hacen turnos de 3 horas para que los demás descansen. Por la noche es cuando más alertas están. Aseguran que no tienen miedo de la represión policial y que si los antimotines o las turbas se atreven a entrar a sus territorios ellos van a defenderse como puedan.
La mujer que abre las filas para pasar
Luego de mucho sol, lluvia, humo de llantas y más de 281 kilómetros recorridos, entramos a Nueva Guinea. Todo gracias a la líder campesina Francisca Ramírez. Doña Chica es de las pocas personas que puede entrar y salir en esta zona del país sin que le impidan el paso. A cada lugar que llegábamos la gente le aplaudía y la abrazaban. Los chavalos la llamaban “Tía Chica” y los mayores le llamaban doña Francisca.
El mensaje que le daban los campesinos a ella era siempre el mismo, que ellos estaban en la lucha, que iban a continuar apoyando a los estudiantes y que no iban a descansar hasta sacar a Daniel Ortega del poder.
Mientras el equipo periodístico de Artículo 66 recorría Nueva Guinea, pasando de tranque en tranque, en Managua dio inicio el Dialogo Nacional. Los campesinos lo escucharon desde sus viejos radios, y a cada palabra de Daniel Ortega ellos respondían con abucheos e insultos. Cuando Ortega mencionó que “los campesinos están sufriendo por los tranques, por que no pueden vender sus productos”.
«Aquí no estamos viviendo eso que dice Daniel, nosotros estamos aquí porque queremos que él se vaya, y podemos estar hasta 3 meses aquí en paro y lo vamos a hacer hasta que se vaya del Gobierno y queremos justicia por los chavalos asesinados», gritó Mauricio López productor lechero de Nueva Guinea.
En la zona campesina el paro nacional se adelantó y ya cumple su primera semana. La lucha que el Movimiento Campesino inició hace 5 años ahora cobra más fuerza gracias a las protestas que este 18 de mayo cumplen un mes.
«Nosotros como campesinos no queremos que sigan matando a los estudiantes ni masacrando al pueblo. Queremos que Daniel Ortega deje el poder», aseguró Francisca Ramírez.
Las protestas de abril podrían significar el cambio radical más importante en Nicaragua, desde la caída de la dictadura de Somoza en 1979. Por el momento los campesinos dicen que seguirán tomándose las calles hasta que Daniel Ortega y Rosario Murillo se rindan. Luego del discurso de Ortega, el campesinado adelantó que reforzará los tranques e invitaron al resto de Nicaragua a unirse a esta acción que tiene paralizada la zona norte y gran parte del Caribe Sur del país.
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