El obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio José Báez Ortega, invitó a trabajar por la unidad y la paz, deponiendo las ambiciones egoístas, las dudas y, en particular, los «infantilismos» de quienes exigen muchas condiciones para ponerse de acuerdo.
«Nuestra sociedad está profundamente dividida y enfrentada, domina la desconfianza de unos hacia otros y pareciera que estamos condenados a no entendernos ni unirnos», deploró el obispo en su homilía de este domingo, 11 de abril, desde la Iglesia Santa Agatha en Miami, Estados Unidos.
El mensaje llega en un contexto sociopolítico en el país caracterizado por la represión gubernamental y las continuas descalificaciones entre los grupos de la oposición, incluyendo las discrepancias entre el partido Ciudadanos por la Libertad (CxL), de la Alianza Ciudadana, y el Partido Restauración Democrática (PRD) de la Coalición Nacional, los que aún no deciden sentarse para buscar la posible unidad de ambas fuerzas políticas.
En la fiesta de la divina misericordia, monseñor recordó que «Jesús se presentó en medio de los discípulos y les saludó de una manera sorprendente: “¡La paz con ustedes!”», pero quienes tienen «el corazón amargado, esclavo de mentiras inconfesables o lleno de ambiciones egoístas, no podrán nunca colaborar al entendimiento y a la unidad».
«Sin paz en el corazón viviremos siempre con un profundo vacío interior y no podremos transmitir ni paz, ni gozo ni esperanza. Sin paz en el corazón solo irradiaremos sospecha, división y miedo. Pidamos a Jesús Resucitado el don de su paz, para poder ser agentes de unidad y constructores de paz», añadió el prelado.
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El líder espiritual, crítico de la dictadura, agregó que «cuando no aceptamos, por principio, la palabra de los demás, cuando dudamos siempre de lo que nos dicen, obstaculizamos las relaciones y destruimos el camino hacia la unidad. Si en la sociedad queremos abrir senderos de unidad, debemos crecer en confianza recíproca».
Además, hizo un llamado a la oposición a esforzarse por «hacer creíble la propia palabra, sin engañar y diciendo siempre la verdad; pero también hay que superar el infantilismo de quien exige demasiadas condiciones para ponerse de acuerdo y caminar juntos».
En su homilía recordó que «el desánimo, la desesperanza y el miedo nos hacen perder vitalidad y nos acercan a la muerte. Vivimos también con “las puertas cerradas” cuando vivimos dominados por la rigidez mental, la incapacidad de escuchar y la soberbia que nos impide aceptar a los demás. La vida se vuelve un sepulcro cuando nos encerramos».
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