Este jueves, 12 de octubre, la defensora de derechos humanos Vilma Núñez de Escorcia y el obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, fueron elegidos como finalistas al premio Sájarov del Parlamento Europeo. Este prestigioso galardón reconoce a aquellos que defienden la libertad de conciencia.
La nominación de Núñez y Álvarez es un reconocimiento a su destacada labor y compromiso en la promoción y protección de los derechos humanos de los nicaragüenses. A continuación, te contamos la trayectoria de ambos, quienes han sido víctimas de la represión dirigida por Daniel Ortega.
Monseñor Álvarez, el obispo que ha encarado a la dictadura
Rolando José Álvarez Lagos nació el 27 de noviembre de 1966 en Managua. Su madre, Ángela Lagos, es originaria de Chinandega y se dedicaba a la venta de atol, su padre, Miguel Álvarez, era un obrero.
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De pequeño era un niño inquieto y travieso, pero también inteligente y aplicado en el colegio. Cuando estaba por terminar la primaria, él le pidió al director del colegio que le dejara impartir las clases de catecismo a los estudiantes de secundaria del instituto que aún no habían recibido la primera comunión y el director aceptó. Desde muy joven, mostró simpatía por la Iglesia católica. A los 10 años de edad dirigía el grupo juvenil «Los Carismáticos», en una parroquia del barrio Campo Bruce, en Managua.
Además, el obispo de Matagalpa tenía dos sueños: tener su propia radio y ser sacerdote. Según contaba él mismo, en su casa jugaba a ser «el padre Miguel» y usaba las faldas o vestidos de su madre para simular una sotana. Ese juego infantil se volvería realidad muchos años después, cuando fue ordenado sacerdote el siete de diciembre de 1994. 17 años más tarde, el dos de abril de 2011, fue consagrado obispo de la Diócesis de Matagalpa.
Los nicaragüenses hemos visto diferentes facetas de monseñor Rolando Álvarez. Lo vimos celebrando misas, pero también bailando, barriendo y limpiando una parroquia; subiendo montañas para llevar la palabra de Dios a los campesinos; predicando el evangelio en buses, reprendiendo a más de alguno cuando comete una ofensa y defendiendo a su pueblo de los dictadores.
«Respete la patria», le dijo en 2018 a un conductor extranjero que trató de reclamarle por los tranques que mantenían manifestantes en las carreteras y por los cuales llevaba días varado.
Desde antes de 2018, Álvarez ya catalogaba de «brutal» y «salvaje» la actuación de la Policía Nacional en algunos casos como el del campesino Juan Lanzas, quien recibió una golpiza por un robo que no cometió, fue arrestado, adquirió una infección en la cárcel y terminó con las piernas amputadas.
El obispo no titubeó en criticar los abusos de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, eso es lo que lo ha llevado a convertirse en un preso político del régimen y ser acusado de supuestamente propagar noticias falsas y conspirar para cometer menoscabo a la integridad nacional.
El líder religioso permanece encerrado en la cárcel «La Modelo», en Tipitapa, desde el pasado nueve de febrero, fecha en que se negó a ser desterrado, junto a otros 222 exreos políticos, hacia Estados Unidos. La justicia orteguista lo condenó a 26 años de cárcel y le arrebató también su nacionalidad.
Álvarez, es el primer obispo nicaragüense encarcelado por la dictadura sandinista y acusado de delitos de traición a la patria, por presuntamente violar la Ley 1055, Ley de Soberanía. Esa herramienta jurídica fue aprobada para perseguir a los opositores al régimen.
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El obispo de Matagalpa acumula más de 14 meses en prisión arbitraria y desde su encarcelamiento, la única visita que ha recibido el religioso fue el 25 de marzo, cuando la dictadura de Ortega Murillo permitió la visita de sus dos hermanos y lo exhibió en fotografías y vídeos a través de sus medios de propaganda.
En ese momento, los nicaragüenses lograron ver a un obispo demacrado por el confinamiento, pero con mucha «fuerza, firmeza y dignidad». De acuerdo con opositores, «monseñor y los presos políticos en general no han podido ser doblegados» por una dictadura que les receta tratos crueles, inhumanos y aislamiento a diario.
Vilma Núñez, la defensora que resiste desde Nicaragua
Vilma Núñez de Escorcia es una destacada y veterana defensora de los humanos de los nicaragüenses que en el pasado fue víctima de la dictadura somocista y ahora, es perseguida por el régimen de Daniel Ortega. La reconocida abogada nació el 25 de noviembre de 1938 en Acoyapa, municipio de Chontales.
La defensora es una de las mujeres fundadoras del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) y lo dirige desde 1990, dando voz a los más vulnerables. Desde su cargo de presidenta, ha sido una pieza clave en la movilización de la sociedad civil y en la defensa, promoción y protección de los derechos humanos en Nicaragua.
Su compromiso por la defensa de los derechos humanos inició desde temprana edad, integrando al llegar a la Universidad el Primer Comité Estudiantil por la libertad de los presos políticos universitarios de la dictadura de Anastasio Somoza García. Destacó en las luchas estudiantiles de esa época, siendo una de las sobrevivientes de la masacre del 23 de julio de 1959, que causó 4 muertos y más de 60 heridos durante el desfile de los pelones que hacían estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), y fue miembro de la histórica «Generación del 23 de Julio».
Vilma Núñez fue abogada defensora de gran cantidad de opositores al régimen de Somoza que, como su padre, Humberto Núñez -dirigente del Partido Conservador- fueron encarcelados. Vinculada inicialmente al Partido Conservador, apoyó a los campesinos que luchaban para que se les devolvieran sus tierras, defendiendo los derechos de las comunidades indígenas de Sutiava, en León.
Su actividad al frente de la defensa de las víctimas de la dictadura y su vinculación al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) la llevarían a prisión en 1979. Durante 5 meses, sufrió torturas. Fue procesada por un tribunal militar por un presunto delito de tráfico de armas que jamás cometió, mientras el régimen negaba su detención.
Tras su liberación y el triunfo de la Revolución del 79, Vilma Núñez fue la primera mujer vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia. Asimismo, presidió la Comisión Centroamericana de Derechos Humanos, entre 1990 y 1994; perteneció a la Junta Directiva de la Organización Mundial contra la Tortura, de 1992 a 2000; coordinó el Grupo de Criminología Crítica Latinoamericana; fue Miembro del Consejo de Dirección de la Organización Mundial Contra la Tortura y vicepresidenta de la Federación Internacional de Derechos Humanos.
Además, Núñez y el Cenidh fueron un apoyo clave para los perseguidos y encarcelados en el contexto de las protestas de abril de 2018. Ese mismo año, el organismo dirigido por la defensora fue arbitrariamente cancelado y desmantelado por órdenes de la dictadura de Ortega Murillo. Más de 70 policías armados entraron en el Centro y algunas de las personas del equipo tuvieron que exiliarse.
La abogada aún permanece en el país y resiste a la persecución y represión de la dictadura, que en febrero de este año le arrebató su nacionalidad y ordenó la confiscación de todos sus bienes.
«Yo seguiré en Nicaragua, mi compromiso es seguir junto a la gente denunciando y defiendo los derechos humanos hasta que pueda, porque siempre me ha tocado estar en la acera de enfrente de los tiranos y violadores de derechos humanos», dijo Nuñez en entrevista para Confidencial hace ya dos años.